Relata Bernal Díaz del Castillo que, en su retorno a la isla de Cuba, la expedición a cargo de Francisco Hernández de Córdoba arribaría como escala en su trayecto a la península de la Florida.

Antón de Alaminos, piloto a cargo de la expedición, como lo estaría también a cargo de la de Hernán Cortés, había participado tiempo atrás en la que al efecto emprendiera el conquistador de Puerto Rico, Juan Ponce de León, al territorio descubierto el día de la resurrección de “El salvador”.

La primera de las expediciones a la “Florida” terminaría en un estruendoso fracaso al encallar en sus costas, aun cuando, no obstante, el sobreviviente de tales “Naufragios”, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, terminaría por erigirse en el decano de la “crónica de indias”.

Resulta por demás curioso que Alfredo Chavero, al escribir el pasaje conducente para la magna enciclopedia que a no dudarse es y seguirá siendo por siempre México a Través de los Siglos, hubiese sido omiso del todo respecto a dicha escala, sobre todo atendiendo a lo prolífico que es con respecto a la persona de Antón de Alaminos.

Al decir de Chavero, la expedición de 1517, que habría tenido como destino el archipiélago de las Lucayas, se vería empujada por los vientos del Mar Caribe al “Cabo Catoche”, haciéndose acompañar en su regreso por dos mayas a los que se bautizaría con los motes de “Julianillo” y Melchorejo”, desembarcando en el puerto de Carenas, llamado hoy La Habana.

La segunda expedición comandada por Juan de Grijalva contaría con cuatro navíos, llevando por pilotos a Camacho de Triana, Juan Álvarez el Manquillo de Huelva, un tercero cuyo nombre no nos sería conocido y, por supuesto, a Antón de Alaminos; de quién el propio Chavero nos da cabal noticia de que, como piloto de la expedición a cargo de Hernán Cortés, recibiría de este una peculiar encomienda.

Una vez sofocada la intentona de las tropas de retornar a Cuba, “el extremeño” ordenaría a Juan Escalante, como “oficial mayor del rey”, hiciera un inventario de las naves, tras lo cual “todas ellas fueran varadas, y no quemadas como vulgarmente se dice, menos la capitana, en que partieron los procuradores llevando por piloto a Antón de Alaminos”.

El 16 de julio de 1519 zarparía aquella comitiva llevando consigo, nada más y nada menos, que la relación de los hechos a cargo del cabildo de la recién fundada Villa Rica, fechada seis días antes, y signada por los alcaldes ordinarios del ayuntamiento Francisco de Montejo y Alonso Puerto Carrero.

¿Acaso Antón de Alaminos habría llevado consigo la extraviada “primera carta de relación” de Hernán Cortés de la que da cuenta Francisco López de Gómora?

El descubrimiento y exploración de la Florida reviste tal importancia que el primero de los escritores mestizos, nada más y nada menos que “El Inca Garcilaso”, escribiría una de sus obras cumbres en relación a dicho suceso, y, pese a la abundancia de datos sobre el célebre piloto de las expediciones, Alfredo Chavero omite un suceso clave, del que, por lo demás, no solemos hacer memoria.

Al decir de Chavero, “no entraremos en pormenores de lo que en España pasaba con los procuradores y agentes de Velásquez, pues sólo interesa a nuestra historia los hechos pasados en México o directamente relacionados con ellos”, criterio que acaso permita explicarnos la omisión de la escala en la Florida que efectuara la expedición al mando de Francisco Hernández de Córdoba, pero que, a todas luces, habría de resultar del todo impreciso.

La relación entre la península de la “pascua florida”, la isla de Cuba y nuestro suelo habría de tener permanente repercusión entre nosotros, lo determina así la geografía, independientemente de que los sucesos acaecidos a partir del 26 de julio de 1953 y del 8 de enero de 1959, habrían de terminar por dejarlo más que de manifiesto.

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