El asalto contra el Congreso federal estadounidense perpetrado hace unos días en Washington no tiene precedente en la historia del país desde la insurrección sureña que dio lugar a la Guerra de Secesión en el siglo XIX. Donald Trump, mandatorio saliente, recurrió a Twitter, su medio de comunicación favorito, para azuzar a un grupo de manifestantes que se reunía en la capital del país para protestar frente a Capitol Hill.
Primero lo hizo aparentemente con fines pacíficos. Sin embargo, tras la decisión del vicepresidente Mike Pence de cumplir con sus deberes constitucionales en tanto que presidente pro tempore del Senado, el presidente Trump concitó a sus seguidores al “patriotismo” y a evitar la consumación de lo que el mandatario, en su narcisismo intolerante, calificó como una afrenta contra los Estados Unidos.
El acto insurreccional fue condenado alrededor del mundo por todos —o la mayoría— de los jefes de Estado y de gobierno del mundo. Sin embargo, Andrés Manuel López Obrador volvió a ser objeto de crítica tras sus comentarios en la mañanera de ayer. El presidente mexicano expresó su “desagrado” ante la censura impuesta por medios como Twitter, Facebook o Instagram contra Trump. Según expresó nuestro mandatario, “no acepta la censura ni que le impidan transmitir un mensaje”.
¿Qué parte no han comprendido mandatarios como Donald Trump o López Obrador sobre el poder omnímodo del púlpito presidencial?
¿Qué parte no han comprendido mandatarios como Donald Trump o López Obrador sobre el poder omnímodo del púlpito presidencial? ¿Acaso no ven las ramificaciones de sus declaraciones? ¿Creen que pueden tuitear como si se fuesen cualquier ciudadano de a pie? ¿Se consideran ciudadanos regulares cuyas opiniones no tienen repercusiones políticas sobre sus millones de seguidores?

En este contexto, quedó claro que Trump incitó a la turba concentrada en Washington a la insurrección política. Sus arengas estuvieron cargadas de violencia que tuvieron que ser censuradas con el propósito de detener los actos. Y sin embargo, a pesar de los hechos, el presidente mexicano, como si se tratase de una discusión de sobremesa, descalificó la decisión de las redes sociales de censurar al incendiario presidente estadounidense.
Personajes políticos como López Obrador y Trump se alimentan de la polarización social y de la incitación a la violencia, sea de forma tácita o expresa. Es por ello que, a mi juicio, resulta legítima la censura de discursos incendiarios que pongan en peligro la estabilidad política, y como sucedió en el Capitolio hace un par de días, la vida de los ciudadanos, como fue el caso de Ashli Babbitt, la mujer fallecida tras la respuesta de las fuerzas del orden en el Congreso.
Desafortunadamente para la democracia mexicana, López Obrador y Trump comparten elementos ligados a la manipulación del discurso de la libertad de prensa cuando ésta quiere censurarles y cuestionarles. Lo positivo es que Trump se marcha dentro de algunos días… México votará el próximo 6 de junio.