¿Violación de tratados internacionales?

Hace un par de días, en el marco de la reunión bilateral virtual entre Joe Biden y Justin Trudeau, el presidente de los Estados Unidos llamó a Canadá “el amigo más cercano de su país”. La declaración ha puesto de manifiesto la relevancia de las relaciones entre las dos potencias de América del Norte. Así fue la primera conferencia de Joe Biden con un jefe de Estado o de Gobierno desde su inauguración como cuadragésimo sexto presidente de E.E.U.U.

El mensaje de Joe Biden debe haber resonado fuertemente en la embajada de México en Washington y en la Cancillería. No así en Palacio Nacional, pues el presidente López Obrador ha brindado reiterados indicios de la escasa importancia que él, en tanto que jefe de Estado, considera en las relaciones internacionales para los intereses de México.

En este contexto, el lector recordará la pifia diplomática de no reconocer inicialmente el triunfo de Joe Biden, y el afán del presidente mexicano de navegar contra los consensos internacionales en materias cruciales de la agenda pública. Por ello, el nuevo gobierno en Washington debe ver en sus homólogos mexicanos como un puñado de ideólogos nacionalistas revolucionarios que poco abonarán a los intereses de los Estados Unidos.

La cancelación del aeropuerto de Texcoco, y más recientemente, la aprobación en lo general en la Cámara de Diputados de una nueva ley en materia energética, contravienen a todas luces las prioridades internacionales y los acuerdos multilaterales. Esta iniciativa legislativa vaticina un vendaval de querellas legales, tanto ante la Suprema Corte de Justicia como frente el derecho internacional, derivado de la posible violación de tratados internacionales.

Algunos podrán esgrimir que las relaciones entre Estados Unidos y Canadá son naturalmente menos complejas que las de México con nuestro vecino del norte; ello derivado de una afinidad lingüística, la inexistencia de una crisis de seguridad y migratoria, y, en general, un nivel de desarrollo más equivalente en comparación con nuestro país. Esto podría resultar medianamente cierto.

Sin embargo, bien vale recordar las tensiones existentes entre Washington y Ottawa durante la presidencia de Donald Trump: otro nacionalista que dio la espalda a las consensos internacionales y a las alianza globales. Por lo anterior, tras la salida del republicano y el arribo de Joe Biden, las relaciones norteamericanas se normalizaron.

Otros podrán argumentar que Canadá no ha sufrido históricamente las vejaciones por parte de Estados Unidos como lo ha hecho México, y que no existe un sentimiento anti yanqui cuasi generalizado en la sociedad canadiense. Cierto. Si bien Canadá no sufrió materialmente la embestida de la expansión estadounidense durante el siglo XIX – a diferencia de México- ello derivó de la protección diplomática y militar que Canadá gozaba como dominio del Imperio británico. De otra forma, regiones como Ontario y Alberta podrían haber sufrido el mismo destino que los territorios mexicanos.

En suma, las buenas relaciones entre Estados Unidos y Canadá responden a ciertas afinidades económicas, lo que ha hecho su interacción menos compleja en comparación con México. Sin embargo, sí que ha contribuido la presencia de Justin Trudeau, un político joven y moderno, comprometido con la democracia canadiense, y quien ha sido capaz de granjearse la simpatía internacional tras su apoyo incondicional a los acuerdos internacionales, sea en materia migratoria, de salud o de cambio climático.

En contraste, en México, el nacionalismo revolucionario - y desfasado- de López Obrador, aunado al desdén del presidente por el Acuerdo de París o los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, ha distanciado a nuestro país de sus principales socios comerciales, y ha disminuido el papel que jugamos en América del Norte y en el concierto de las naciones.