Estados Unidos se suman a la lista de países que han dado la espalda a Ankara.

El reconocimiento por parte de los Estados del genocidio armenio perpetrado por el Imperio otomano no es un asunto menor en las relaciones internacionales. Hace unos días Joe Biden, presidente de los Estados Unidos, finalmente reconoció que el Estado turco fue el responsable de la muerte de más de un millón y medio de armenios en el periodo comprendido entre 1915 y 1923.

El “asunto armenio” ha perseguido a Turquía desde finales de la primera guerra mundial y le ha abonado al desprestigio internacional del país, y aun más, frente a sus pretensiones de integrarse a la Unión Europea. Armenia, un pequeño país localizado en la región del Caúcaso entre Europa y Asia, con una amplia mayoría cristiana, ha reiterado que los turcos otomanos pusieron en marcha una política de Estado dirigida a exterminar a las minorías armenias. Así ha sido confirmado por la mayor parte de los historiadores del periodo.

Con ello, los Estados Unidos se suman a la lista de países que han dado la espalda a Ankara, y que han repudiado los actos cometidos hace más de cien años. Turquía, por su parte, niega que los hechos hayan sido el resultado de una voluntad del Estado otomano, sino que simplemente el número de muertos y desplazados respondió en aquel momento a la coyuntura de la guerra en el contexto del desembramiento del Imperio otomano.

Las reticencias de los anteriores presidentes estadounidenses derivaban de la necesidad de alimentar la relación diplomática con Turquía, pues este país, no obstante su régimen autocrático, representa una clave fundamental para Washington en el seno de la OTAN, a saber, la alianza militar creada durante la Guerra Fría destinada a servir de defensa colectiva contra una agresión de la Unión Soviética.

El gobierno de AMLO deberían realizar un gesto de solidaridad hacia los mexicanos de origen armenio.

Ahora se podrá especular en torno a futuras tensiones bilaterales entre Biden y Recep Erdogan, lo que confirma el viraje en la conducción de las relaciones internacionales del actual presidente estadounidense con respecto a su antecesor, Donald Trump, quien no titubeó en hacer pública su admiración al régimen tiránico que gobierna en Ankara.

Si bien el asunto armenio no figura en la lista de prioridades de México, pues ni siquiera el país es miembro de la OTAN, sí que el presidente AMLO y el canciller Ebrard deberían realizar un gesto de solidaridad hacia los mexicanos de origen armenio. Con ello, me refiero a destacados personajes como José Sarukhán, ex rector de la UNAM, y desde luego, a su hijo, Arturo Sarukhán, ex embajador de México en Washington, entre otros.

En este tenor, México bien podría replicar el ejemplo de Biden. Ello enviaría un mensaje de solidaridad internacional hacia un pueblo que sufrió horrores inconmensurables en el contexto de una guerra sangrienta y cruel. El presidente López Obrador se ha autodefinido como un defensor de los derechos de las minorías, y bien podría actuar en consecuencia, a menos, desde luego, de que tenga otras prioridades en su relación con Erdogan.