Leo Zuckermann dedicó ayer su columna de Excélsior a reflexionar sobre el futuro de las monarquías, principalmente en Europa y Asia. El politólogo llamó un “anacronismo insostenible” y una “aberración” la existencia de dinastías que conserven —en pleno siglo XXI— dignidades y privilegios de una jefatura de Estado. El escándalo reciente relacionado con los posibles actos ilícitos cometidos por el rey Juan Carlos han encandilado el debate en torno al futuro de las monarquías y la justificación de su existencia.
La opinión de Zuckerman está justificada, desde un país como México que ha fusilado a sus dos emperadores en su historia como nación independiente (uno de ellos, mexicano) y su pensamiento es compartido por millones de personas alrededor del mundo. Sin embargo, el futuro de la monarquía debe ser analizada a la luz de los procesos histórico-políticos de cada sociedad.
En el caso de la monarquía española, esta se encuentra cimentada en la Constitución de 1978, la cual fue aprobada por las Cortes post-franquistas y ratificada por el pueblo español. Sin embargo, vale reconocer, que el rey de España no goza de una legitimidad popular, pues los 40 años de dictadura franquista, el espíritu rebelde de la juventud española y la pujanza de nuevos partidos políticos antimonárquicos parecen inclinar paulatinamente la balanza hacia verdaderas posibilidades de abolir la monarquía.
Felipe VI, por su parte, ha comprendido bien la realidad de la política española y de la debilidad de su posición como Jefe de Estado. Es por ello que el monarca, desde el inicio de su reinado, ocupa los titulares de los principales diarios, viaja constantemente a lo largo de la península, visita enfermos, rinde homenajes, y muestra a la bella princesa Leonor como una heredera comprometida con el pueblo español y con la diversidad lingüística de todas las regiones españolas. La princesa de Asturias se ha expresado en catalán en eventos públicos en Cataluña, en una señal de respeto y en un afán de ganar la legitimidad del pueblo catalán hacia la Corona española.
En España, el partido de izquierda Podemos, quien ha alcanzado la vicepresidencia del Gobierno español, encabeza la lista de agrupaciones políticas que pugnan por un referendo en torno a la continuidad de la monarquía. Sin embargo, las presentes conformaciones partidistas en las Cortes Generales no permiten prever —en el mediano plazo— cualquier acción del gobierno de Madrid en favor de la convocatoria de dicho plebiscito. Vale recordar que el gobierno central es la única autoridad facultada para convocar un referendo de dicha naturaleza, tal y como fue demostrado ante la ilegalidad cometida por la Generalitat catalana en el contexto del plebiscito sobre la independencia de Cataluña. Felipe VI, en un mensaje televisivo, defendió la Constitución y respaldó las acciones del gobierno central durante esas jornadas en Barcelona.
Zuckermann erra en llamar aberración a un sistema político legítimamente constituido en un país que no estaba preparado —tras el franqusimo— para una vuelta a la fracasada república, con un catolicismo bien enraizado y con un ejército poderoso y vigilante de los aconteceres del país. Sin embargo, hemos de conceder la posibilidad de un cambio ante las transformaciones del pensamiento político español. Si ha de desaparecer la monarquía, Podemos y los otros grupos de izquierda deberán redoblar esfuerzas con miras a obtener las mayorías necesarias para reformar la Constitución. Si Felipe VI continúa o no en La Zarzuela dependerá del pueblo español.