Escribo estas líneas estrujado por hechos que me enfrían el ánimo y la razón. Busco las causas de lo que circula por mi mente y solo encuentro polvos de sucesos que no puedo aplaudir a pesar de que su causa también es mi causa. El 14 de febrero fue por muchos años una fecha que inoculó a la sociedad el argumento de que ese día estaba dedicado al “amor y a la amistad” El romanticismo lo vistieron con argumentos falaces en los que predominaban los intereses del mercado. El sentido humanista y hasta poético fue burlado por la vendimia. Pero hoy, esta fecha fue el día de las violentas, de las malandrinas, de las incendiarias, de las que se niegan a descubrirse la cara para dialogar y encontrar soluciones a los problemas de todos.

¿Por qué sus vandálicas actitudes si el gobierno y el pueblo tienen abiertas las puertas para el diálogo y la razón? Hay que preguntarse por qué actúan así estos grupos de feministas encapuchadas. De cara a los hechos, hay evidentes cambios en el ejercicio de la política que mira por el bienestar y los intereses de todos. Entre otras muchas acciones de gobierno se han devuelto los derechos a los ciudadanos. Muchos hasta se dan el lujo de ofender al presidente de la República sin que pase nada. Se viven todas las libertades, hay esfuerzos para atender a los sectores vulnerables, se ha devuelto a los trabajadores el derecho a ejercer la democracia sindical, se está atendiendo a los jóvenes, hay libertad de expresión y manifestación, y, sin embargo, la violencia sigue estando presente.

Los feminicidios, los homicidios dolosos, los delitos comunes, la violencia del crimen organizado, la crítica sesgada de los grupos de poder, todos, están lanzados contra las políticas del presidente de la República, pero no dicen ni violentan nada contra los gobiernos inútiles y corruptos del Estado de México, Guanajuato, Tamaulipas o Jalisco. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Qué es lo que está detrás de estos actos vandálicos que sólo desacreditan las legítimas protestas de aquellos sectores cuyas demandas no han sido resueltas? ¿Es una fiscalía como exige la vocera de las encapuchadas lo que va a resolver el problema? Una fiscalía investiga y sanciona a los que cometen los delitos, pero no los prevé, ni los impide. Tampoco el Estado está en condiciones de cuidar a 130 millones de ciudadanos de manera individual. Se trata de acabar con las causas que generó el neoliberalismo al enfermar a toda la sociedad.

Yo quería escribir sobre lo que para muchos están significando los logros que ya se observan en la situación económica y social de la gente, hablar de esa alegría que empieza a estar presente en los jóvenes, en los adultos mayores, en los pueblos indígenas. Quería hablar del pundonor, del trabajo y del contacto del presidente con su pueblo, quería hablar de cómo juntos podríamos resolver las legítimas demandas que levantan las sin rostro. ¿Pero cómo hacerlo si estos grupos no dan la cara ni sus nombres y sólo pasean su indignación destruyendo y lastimando espacios y monumentos llenos de historia? Lo legítimo lo convirtieron en conductas violentas e irracionales. La izquierda histórica, los obreros y los estudiantes enfrentamos a los gobiernos represores del prianismo dando la cara, sin violencia y sin destrozar el mobiliario urbano. Hicimos huelgas, tomamos las calles, las plazas, nos masacraron, metieron a la cárcel a nuestros líderes y a muchos los mataron o los desaparecieron. En el 2006 cuando el PRI, el PAN y sus compinches le arrebataron el triunfo electoral a AMLO, millones de personas tomamos el Zócalo y Reforma sin haber quebrado un solo vidrio. Con honor miramos a los ojos de nuestros adversarios y con la frente en alto defendimos dignamente nuestro derecho al disfrute de la libertad y la justicia. Hoy estas feministas se esconden tras las máscaras.

¿Con quién hay que construir el camino que nos lleve al logro de soluciones si las demandantes esconden su rostro y solo se identifican como incendiarias, destructoras de edificios públicos y bienes privados? ¿Cómo hacer posible que este torrente de injurias se convierta en capacidad política para sentarse con los actores que tienen en sus manos estos asuntos y generar las condiciones que nos conduzcan a la solución de las demandas sociales? Muchos de los que no compartimos estas formas de hacer política hemos sufrido cárcel y muerte defendiendo las mismas demandas. Lo hicimos sabiendo quién era nuestro adversario principal. El gobierno de AMLO no es con quien tenemos que enfrentarnos. Los adversarios del pueblo los tenemos ubicados, sabemos quiénes son y lo que están tramando. ¡No se equivoquen, no somos ingenuos!