Nunca había visto un esquema abierto, plural, democrático y sin línea. El diálogo que ha estructurado Andrés Manuel López Obrador ha transcurrido en un tono directo, sin censura, donde hay libertad de expresión y respuesta. Asimismo, más bien parece que se está librando esa barrera de la comentocracia que gozaba el beneplácito del sistema para envanecer, minimizar y controlar un bosquejo propagandístico que aminoraba los efectos de los procesos sociopolíticos del país. (Inestabilidad, desigualdad, injusticias, violaciones, pobreza) Algunos desinformaban, maquillaban y disfrazaban una realidad que pudiera llegar a deslizar una configuración de ingobernabilidad.
Durante décadas un ejército de periodistas y medios de comunicación, han servido para contener la desgracia mediante una atmósfera distractora que apartara los temas dominantes de la agenda pública, a través de la disolución sistemática que influía por la televisión.
La figura de López Obrador ha provocado por años, una obsesión que suele descalificar, denigrar, y debilitar al ahora presidente (camarilla de periodistas); empero, estamos aprendiendo más bien, que el programa de comunicación con este gobierno no tiene tanta rentabilidad, porque básicamente Andrés Manuel, facilita la interlocución donde se pronuncia el trabajo que se ha establecido en los temas de interés social. Lejos de aquella manipulación periodística, el mandatario ha encontrado una dinámica impecable para que algunos periodistas, encuentren la fórmula perfecta a fin de descarrilar una imagen que ha soportado eso y más. (Guerra sucia, montajes, fabricación)
Si hay alguien que sepa de ofensivas mediáticas es el mismo presidente. Además de que por años sufrió una ofensiva que no acallaba las críticas a mansalva; recuerdo numerosos episodios donde Carlos Marín, Adela Micha entre otros, aprovechaban el escenario perfecto para explotar toda la irracionalidad; era un bloque empoderado y con coincidencia de inclinación al viejo sistema conservador y neoliberal. Esos privilegios del poder alimentaban eficientemente aquel presidencialismo que fungía como el aparato o mecanismo más ominoso y, que históricamente ha representado el fracaso poco convencional de figuras como Carlos Salinas de Gortari, Vicente Fox, Felipe Calderón, y el propio Enrique Peña Nieto, que benefició a una camarilla que amortiguaba y contenían el monopolio periodístico a censurar la coerción y legitimar a los mandatarios.
El clima evidentemente ha dado un giro. Se ha desvanecido el paradigma periodístico que autocensuraba y ejercía directamente un control de la sociedad. Se acabaron los tiempos donde se silenciaba los temas sustanciales. El presidente ha sostenido desencuentros en más de una ocasión con periodistas; al menos esa ha sido la lectura y los prejuicios que se combinan por la fijación existente que les produce aún el mandatario.
He constatado y hay que decirlo claramente, que el esquema democratizador de los conductos de comunicación ha sido y seguirá siendo más flexible con López Obrador. Evidentemente hay tensiones con algunos medios que desde años han plasmado la animadversión por Andrés Manuel. De eso no existe ninguna duda; pero de ahí, a que el presidente esté censurando la libertad de expresión como bien lo hicieron otros mandatarios, me parece un total disparate porque no ha existido persecución por hablar o criticar al mandatario, como alguna vez lo perpetraron con Carmen Aristegui. (Excelente periodista a quien admiro mucho).
Realmente así esperaba la relación con los medios: trasparente, sin privilegios, sin sesgos, sin inclinación. ¿Acaso pensábamos que López Obrador iba ser envanecido con el enorme poder de propaganda que utilizaban los anteriores gobiernos? No, hay quienes tratan de aplastarlo a como dé lugar. Sin embargo, el control de popularidad: radica en la amalgama de más de 30 millones de mexicanos que confiaron en él; asimismo, diversos sectores sociales que han descifrado perfectamente la ética y el profesionalismo de los periodistas, igualmente, una aceptación cuantitativamente a la que denominaría impresionante.
Aquel concepto tradicional de “sentarse relajadamente a charlar con el presidente”, por medio preguntas cómodas y a modo se ha erradicado; empeñados con la ventaja de tener un periodista servil y sin cuestionamientos críticos, van adquiriendo desvanecido, al menos en la administración Lopezobradorista. Este proceso abierto de la “mañaneras”, me parece un escenario idóneo donde un comunicador refleja su profesionalismo y su ética, sin necesidad de sesgar y polarizar la información. Lo ha hecho, y resulta interesante porque históricamente López Obrador, fue, es, y continuará siendo una imagen transparente, honesta, intachable y estricto en su ideología doctrinal.
El afán seguirá. La guerra propagandística irá escalando cada vez más. Sin embargo, históricamente el presidente ha encontrado una barrera de contención ante el fomento que acompaña la irracionalidad de algunos personajes. ¡No son Bots!, sino es la resistencia que debilitó al antiguo régimen y, ha sembrado la esperanza que ha florecido dominantemente con Andrés Manuel López Obrador. Quizá de aquí AMLO recuperó fragmentos que han ido esbozando un plan golpista que debilite al gobierno. La derecha es capaz de todo, pero de eso hablaremos mañana.