En el marco de la actual contienda electoral, han surgido comentarios muy interesantes respecto a uno de los personajes que, sin ser oficialmente candidato para un cargo de elección, sabe cómo atraer los reflectores para sí y se mantiene, a querer o no, en boca del resto de los actores públicos y la ciudadanía en general: Andrés Manuel López Obrador.

Desde inicios de 2015, analistas como Jorge G. Castañeda y Luis Carlos Ugalde, no sólo han anticipado que AMLO será el único candidato de izquierda en la contienda presidencial del 2018, sino que, desde ahora, vaticinan su triunfo.

En pleno inicio de las actuales campañas electorales, columnistas políticos y recién periodistas como Ciro Gómez Leyva, se han sumado a estas observaciones, apuntando que mientras el PAN ataca en sus spots al PRI y viceversa, Andrés Manuel y las izquierdas avanzan ante el electorado sin ser vapuleados por sus adversarios, logrando posicionar su mensaje ante una ciudadanía más bien escéptica frente a los fallos de los partidos políticos en general.

En tanto, el PVEM, el PRI, analistas electorales y el dirigente del PRD, Carlos Navarrete, acusan con razón legal que Andrés Manuel lleva a cabo ?actos anticipados de campaña?, dada su repetida presencia en los spots de Morena, en una estrategia que tendría la mira puesta en el 2018 y no necesariamente en los comicios intermedios que transcurren ahora. Y en el mismo tenor, el diputado federal perredista Fernando Belaunzarán también criticó el actual activismo del tabasqueño, dada su abierta campaña proyectándose como el principal activo del morenaje.

Así pues, estaríamos presenciando el inicio de la nueva campaña presidencial del ex jefe de gobierno del Distrito Federal, donde la inexorable ruta lo llevaría a cumplir el viejo adagio de ?la tercera es la vencida?.

Pero, ¿esto es así realmente? No del todo. Por el contrario, la lectura alternativa a lo que están proponiendo los grandes analistas, es que, hábil como es, López Obrador estaría ?mintiendo con la verdad? y considerando otras variables para dar continuidad a su personal proyecto político, que, no nos confundamos, no pasa necesariamente por arribar él mismo a la presidencia de la república. Veamos:

Variable 1.- Al hacer una revisión de su trayectoria política desde su natal Tabasco, se observa una constante en su actuar político: le es más cómoda y funcional la presencia desde la oposición, enarbolando un liderazgo moral, que detentando el poder desde la función pública. Es decir, más cómodo para Andrés Manuel es ser el Gran Opositor, pero no el gobernante. Cierto es que arribó al gobierno del Distrito Federal y en el 2006 pudo haber ganado la Presidencia de la República, pero cercanos colaboradores, muchos de ellos actuales detractores, han afirmado que prefirió la bandera del liderazgo social desde la Oposición a la de una presidencia incapaz de cumplir las altas expectativas que él mismo generó como candidato. Esa es la ruta de MORENA: no la conquista del Poder presidencial, sí a ganar posiciones que les permita mantenerse el equilibrio de oposición sin responsabilidad de gobierno.

Variable 2.- A diferencia de sus entusiastas promotores, es posible pensar que López Obrador y su staff sí tienen presentes sus condiciones de salud. Si es cierto que a finales de 2013 sufrió problemas cardíacos, entonces sería sensato pensar que por su cabeza ronde aquello de que ?nadie tiene la vida comprada? y de aquí al 2018 el trecho aún es largo e imprevisible.

Variable 3.- La actual crisis de representatividad de los partidos políticos es una realidad de la que no escapa ni siquiera el morenaje. De ahí que el tabasqueño se promueve a sí mismo, no a su partido ni a sus actuales candidatos. Sólo él. Y ha tenido buenos resultados, en virtud de que los liderazgos mesiánicos también tienen su público.

Mantenerse en la comodidad de la Oposición, los problemas de salud y la crisis de los partidos tradicionales, (que podría acrecentarse en los próximos años, alimentados por fenómenos como Jaime Rodríguez, ?El Bronco?, en Nuevo León o incluso de Enrique Alfaro en Jalisco), son variables que permiten plantear, como hipótesis de trabajo, que López Obrador estaría recurriendo a lo que decía el viejo líder Fidel Velázquez: ?Engordando la mazorca? no para sí mismo, sino para, en su momento, trasladar su formidable capital político a otro liderazgo carismático como el suyo, en aras de preservar su propio legado y tratar de solventar las variables descritas.

Y para cubrir estos requisitos, qué mejor que una figura cuyo ejercicio profesional le ha merecido posicionarse positivamente en el ánimo público; que cuenta con una amplia red de seguidores y que sin duda, ha tenido la audacia para dar a conocer informaciones que han puesto a temblar a varios políticos tradicionales: la periodista Carmen Aristegui. 

¿Descabellado? Quizá. Pero el actual descrédito de los partidos  políticos en general y la situación personal de López Obrador para los siguientes tres años en particular, permiten pensar que el ?Plan B? pudiera ser la destacada periodista, quien podría concitar respaldos importantes y triunfar ahí donde su antecesor, el fallecido Miguel Ángel Granados Chapa, no logró hacerlo. Carmen tiene, sobre todo, credibilidad. Y López Obrador lo sabe muy bien.

Y con trinchera o no desde la radio, el paso de la prestigiada periodista de los medios de comunicación a la arena política sería breve y con un gran respaldo de una ciudadanía ávida de respuestas y de figuras a las cuales brindar su confianza. Y eso también lo tiene presente Andrés Manuel. Y mucho.