Según la definición que encontramos en el Diccionario de la Real Academia Española, el vocablo autismo proviene del lat. cient. autismus, y este del gr. αὐτός autós 'uno mismo' e -ισμός -ismós '-ismo'[1] y es el “trastorno del desarrollo que afecta a la comunicación y a la interacción social, caracterizado por patrones de comportamiento restringidos, repetitivos y estereotipados”.

De acuerdo con la definición que nos proporciona la Organización Mundial de la Salud, los llamados “trastornos del espectro autista, (TEA)” son “un grupo de complejos trastornos del desarrollo cerebral”. Este término abarca no solo una condición de autismo, sino una serie de aspectos entre los que se encuentra el autismo de “alto funcionamiento” conocido como “síndrome de Asperger”.

Hablar de autismo es hablar de personas que se caracterizan por tener dificultades para comunicarse con los demás y para interactuar con otras personas.

El autismo es una condición que puede alterar no solo la coordinación, sino la sincronización e integración entre las diferentes áreas del cerebro, es decir, las personas con cualquier condición de autismo pueden presentar restricción de intereses y comportamientos estereotipados y repetitivos; perciben de manera selectiva determinados sonidos, y pueden ser hiper o hipo sensibles a determinados sonidos, olores, texturas, sabores, etc.

Ahora bien, el autismo no es una enfermedad, porque no es una alteración de la salud, ni es un síndrome, porque no es un conjunto de síntomas o signos conocidos que pueden aparecer juntos, el autismo es al final de cuentas una forma diferente de interacción social, que puede impactar en las competencias comunicativas y lingüísticas de las personas.

El Asperger, como condición del espectro autista, determina el tipo y la forma en que una persona con esa condición se desarrolla e interactúa con los demás.

Sin embargo, su diagnóstico es complejo debido a que sus características no son fácilmente reconocibles, ni por la persona, ni por la sociedad. Esta condición “invisible”, hace más difícil el manejo y tolerancia de estímulos externos, que van desde una llamada telefónica, una conversación larga o no deseada, que pueden generar agotamiento por una mayor dificultad para procesar dichos estímulos.

Flor de loto: Lo que viene, sin duda será mejor.

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[1] http://dle.rae.es/#/?id=4QrvrKS