¿Qué dirían los Vasconcelos, los Caso, los Reyes, lo Torres Bodet, los Paz, entre muchos otros talentos, si leyeran la nota de que “académicos” de la UNAM (el gremio de la AAPAUNAM), recibieron y despidieron con “goyas” e invistieron de una camiseta con el escudo de la Universidad a un alguien tan distante del espíritu universitario como el candidato del PRI a la presidencia?
Se volverían a morir de inmediato al atestiguar la degradación del país (si tan solo como en Las Ranas de Aristófanes fuera posible enviar al hades a un excelente espíritu vivo en busca de retornar a la vida a un excelente espíritu de los idos quien pudiera volver las cosas a su lugar). Porque de los pasados presidentes del PRI podría decirse que eran corruptos, violentos, autoritarios, y muchas otras lindezas, pero no que además fueran ignorantes. Y un personaje que no puede de ninguna manera mencionar tres libros que le hayan marcado la existencia y como sucedáneo angustiado señala la biblia, está, en términos de la cultura y la inteligencia, perdido.
Cualquier persona, cualquier ignorante o sabio, puede portar el bello símbolo de la UNAM; no se trata de un sello de exclusividad para quienes han estudiado allí. Pero que lo haga un aspirante a la presidencia tan inculto como Peña, resulta en vergüenza. Que lo haga a instancias de un grupo de grillos seudoacadémicos bajo el acrónimo del AAPAUNAM, acaba en insulto.
Y a más de insulto y vergüenza objetiva, hubiera aun de investigarse si las autoridades, empezando por el rector Narro Robles, estuvieron involucradas en este acontecimiento que aparentemente pasó desapercibido la semana pasada y fuera realizado en secreto, furtivamente, como queriendo sustraer en la oscuridad un gajo al espíritu universitario en beneficio de acuerdos típicamente priistas entre este sindicato “académico” y el ignaro candidato del PRI. Bertha Guadalupe Rodríguez, dirigente de esa agrupación, bien pudiera aclarar el porqué de un apoyo de semejante naturaleza utilizando el prestigio de la Universidad.
Ya Carlos Fuentes ha expresado su opinión sobre el oscurantismo de Peña negándole, desde su punto de vista, el derecho a ser presidente de México a partir de la ignorancia. Pero parece que se vive hoy más que nunca en el país de la degradación; el priista tuvo aun la gracia de esbozar un lugar común: la Universidad es la “conciencia crítica del país”. Como están las cosas y si desafortunadamente para el país el priista llegara a la presidencia, no habría de dudar la posibilidad de ver la foto de Narro y los “académicos” en cuestión entregando el doctorado Honoris Causa al Peña entre “goyas” y rostros arrobados y sonrientes.
Si no fuera porque el cinismo de las partes involucradas en este acontecimiento mueve a incredulidad y carcajada, hubiera de decirse que “Por mi raza hablará el espíritu”, es el lema y el sentido vasconceliano que ahora, como nunca, ha sido puesto por los suelos.