En cualquier otra ciudad acostumbrada a la violencia, pudiera parecer exagerada la consternación que desde el lunes por la tarde ocasionó en Chetumal el presunto secuestro de la esposa de un conocido ex funcionario local, en lo que para muchos habitantes es un claro signo de que el crimen organizado ha llegado a la otrora pacífica capital quintanarroense.
El hecho delictivo rompió con la cotidiana tranquilidad de la ciudad capital, más aún por tratarse de una conocida familia de la localidad, por lo que las redes sociales se inundaron con todo tipo de expresiones solidarias y de asombro, se ofreció una misa e incluso se llegó a contemplar una marcha de protesta que al final no se concretó.
Por fortuna, el desenlace fue favorable pues la ciudadana plagiada fue rescatada sana y salva por la policía.
Pero detrás de este hecho delictivo por sí mismo lamentable, destaca la preocupación y la inquietud de una sociedad que ve amenazada la habitual calma de su ciudad, porque ciertamente la seguridad pública de Chetumal ha sido legendaria, en comparación con la creciente violencia que afecta a otras ciudades quintanarroenses, en especial Cancún y Playa del Carmen.
Aunque se tiene que señalar que este sonado secuestro no sería el primer delito perpetrado por la delincuencia organizada en la capital del estado, en donde las drogas circulan y se venden como en cualquier otra urbe del país, ya que de acuerdo a los reportes policiales dados a conocer en diferentes épocas, en Chetumal han llegado a funcionar más de 50 “narcotienditas” plenamente identificadas.
Por razones obvias, no han trascendido los casos de extorsión o amenazas del crimen organizado a conocidos empresarios locales, algunos de los cuales tuvieron que alterar, cuando menos por un tiempo, sus actividades empresariales y personales.
Sin ánimo sensacionalista, debemos recordar también que en los últimos años han ocurrido algunas ejecuciones en Chetumal y en otras partes del sur de la entidad, relacionadas principalmente con el tráfico y venta de drogas controladas por la célula delictiva de “Los Pelones”, que tiene su origen en los cárteles de Sinaloa y de los Beltrán Leyva.
Pero todo ello ha sucedido en un ambiente de relativo bajo perfil, con pocas manifestaciones de violencia, porque de entrada se supone que el sur de Quintana Roo no está bajó la cruenta disputa de los cárteles, como acontece en Cancún y Playa del Carmen.
Sin embargo, con justificada preocupación se argumenta que todo tiene un principio, y para muchos este sonado secuestro podría ser el inicio de una etapa que ojalá no comience jamás, porque ya bastantes problemas han agobiado a los habitantes de Chetumal en los últimos años, como los despidos masivos de empleados, el desplome del comercio local y, en general, el estancamiento económico de la ciudad.
Deseamos por lo anterior que no se repitan lamentables sucesos como este, que perturban con mucha razón a la población chetumaleña, porque la tranquilidad es uno de los pocos y muy preciados atractivos de los que aún gozamos los habitantes de la capital del estado.
“Revientan” al transporte urbano
En otro problema doméstico de la capital quintanarroense, desde el lunes la ciudad se quedó sin el servicio urbano de camiones, que era otorgado por la empresa cancunense Investicora.
La explicación del Ayuntamiento de Othón P. Blanco es que el Sindicato Único de Choferes de Automóviles de Alquiler (SUCHAA) “reventó” este servicio, al saturar deliberadamente con sus “combis” las rutas que cubrían los camiones de Investicora.
De acuerdo al secretario general del ayuntamiento de Othón P. Blanco, Roger Peraza Tamayo, las “combis” del SUCHAA saturaron las rutas de manera desleal e ilegal, y hubo incluso hostigamiento de los choferes de combis y taxis, alentados por los propios dirigentes del SUCHAA, aseguró.
Peraza Tamayo aseveró que esta estrategia del SUCHAA de “reventar” las rutas es una práctica recurrente cada vez que llega una empresa a ofrecer el servicio de camiones urbanos, por lo que la autoridad competente, en este caso la Dirección de Comunicaciones y Transporte del gobierno estatal, debe tomar cartas en el asunto.
El problema es que el SUCHAA y los sindicatos de taxistas de todo Quintana Roo siguen representando un gran activo económico y electoral para la autoridad estatal, y poco o nada se ha hecho para modificar su desempeño monopólico en el transporte público urbano en la entidad.
Si no, que le pregunten a Uber en la zona norte, en donde los ataques de taxistas a las unidades de esa empresa ya llegaron al extremo de agredir salvajemente a los pasajeros que contratan los servicios de esa empresa.
Hace unos días, en Cancún al pasajero de Uber Yafith Abdiel Montalvo Pérez fue víctima de uno de esos furiosos ataques de los taxistas de Cancún. Lo golpearon y le fracturaron un brazo, sin deberla ni temerla.
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