El día lunes se dio la noticia que el famoso portal de videos YouTube modificó los criterios el pago por la realización de videos por parte de personas que se han convertido en socios del canal.

Para realizar pagos a los creadores de videos, YouTube habilita anuncios en el clip, y al obtener una cierta cantidad de reproducciones al socio se le otorga dinero. Así, entre más reproducciones, más dinero.

Esta forma de hacer negocios dio como origen a los denominados youtubers. Un Youtuber es aquel que comparte vídeos atractivos para el usuario en los que se le ve haciendo algún tipo de actividad concreta. Existen tres categorías con mayores casos de éxito en esta red: Videojuegos (games), humor y videotutoriales: maquillaje, peluquería, recetas de cocina, etc.

El problema es que la mayor parte de este tipo de “influencers” (como también se les denomina), tienen un nivel deplorable en su lenguaje y actitudes, por lo que se les ve haciendo un sinnúmero de cosas absurdas y manejando palabras que un carretonero se sonrojaría de escuchar semejante retahíla de vulgaridades.

Ahora, con las nuevas políticas de Youtube se consideran como contenido inadecuado la exposición de escenas con desnudos parciales, "humor verde" (con contenido sexual), violencia, lenguaje inapropiado, incitación al consumo de drogas, así como tratar hechos delicados como conflictos bélicos o políticos, desastres naturales y tragedias, por lo que este tipo de videos ya no serán aptos para que les pague a través de la publicidad.

Tras las nuevas medidas, los jóvenes youtubers de México se quejaron con videos y mostraron preocupación con mensajes vía Twitter.

Alejandro Montiel, a través de su personaje "Escorpión Dorado", calificó como "políticas retrógradas" las nuevas reglas del sitio. Cabe recordar que su canal se caracteriza justo por emitir un alto contenido de palabras altisonantes en sus videos.

Pero lo que me inquieta, no es que existan este tipo de personas, sino que nuestros jóvenes los hayan encumbrado, hecho famosos y en algunos casos los han convertido en millonarios.

¿Qué le está pasando a nuestra juventud, que prioriza ahora la utilización de teléfonos inteligentes, que prefiere observar a unos bárbaros en internet y ha dejado de lado a la cultura?

Nuestros jóvenes no se preocupan por encontrar en las librerías el nuevo libro de Federico Reyes Heroles o David Toscana sino cuál app acaba de salir o bien dónde pueden atrapar pokémones. Si bien hay aplicaciones que son benéficas para facilitar la vida cotidiana hay algunas, por no decir la mayoría, que son grandes distractores de conocimiento y movimiento.

En la actualidad hay más niños obesos en México y la tendencia no podemos dirigirla únicamente a la alimentación sino también a la dinámica familiar y la omisión de los padres. En la época del Homo Videns los chicos veían mucha televisión y salían a jugar con sus amigos, eso no sólo promovía la sana convivencia sino también la actividad física.

En estos nuevos tiempos los padres tienen dos niñeras dañinas, la televisión y los gadgets, ya no tienen que preocuparse por llevarlos con los amiguitos pues están en contacto por medio de las redes y ahí mismo juegan, sin moverse de la cama o el sillón.

El uso desmedido y descuidado de las tabletas o los teléfonos celulares provoca que los infantes pierdan habilidades cognitivas y psicomotrices además de afectar su vista y en algunos casos el peso, por la falta de movimiento.

La pregunta para quienes estamos frente a grupo y vemos cómo decae la iniciativa de los jóvenes por el conocimiento es ¿las aplicaciones desarrollan habilidades cognitivas positivas? Pues con la ley del menor esfuerzo el homo app ya no memoriza, realiza operaciones matemáticas mentales, trepa árboles, lee contenidos de calidad científica, es auténtico y desarrolla contenidos propios, un ejemplo de ello no sólo sería nuestro presidente de la República sino los youtubers, quienes se copian unos a otros sin poder encontrar al creador original del contenido entre los plagiarios.

Las conversaciones que podemos escuchar en nuestro hábitat cotidiano refieren a la compra de aplicaciones para jugar, tomar fotografías más pocos son los lectores que descargan libros electrónicos y disfrutan la lectura en digital.

¿Cómo podemos comprobar que la población no lee? Es muy sencillo sólo tenemos que analizar el contenido de lo escrito en las redes sociales para darnos cuenta de la carencia de buena ortografía, secuencia y coherencia, lógica entre otros aspectos relevantes sin embargo, se esfuerzan por lucir el mejor selfie.

Ya no es una prioridad para nuestros jóvenes el cultivarse sino el ser reconocidos por la imagen, una percepción vacía de sí mismos que les otorga pertenencia en su círculo.

Para dejar de ser una sociedad ensambladora necesitamos construir, producir conocimiento, no únicamente científico sino también artístico, social.

Nuestros gobernantes necesitan incurrir en el conocimiento para cambiar el rumbo y la historia, es urgente una reforma intelectual donde la formación docente sea verdaderamente de calidad y permita a las futuras generaciones no ser parte del embrutecimiento producido por las apps y la posmodernidad sino creadores y promulgadores de conocimiento y cultura.

No existen más pretextos para formar con faltas de ortoepía (la mal llamada “ortografía” al hablar) y de ortografía, sin hábitos de lecturas, cultura deportiva, ecológica e interés por el arte, tampoco es posible que se deje todo a cargo de las reformas cuando la deformación es tal que el conocimiento está en coma y apunto de fallecer en el intento por sobrevivir.

¿De quién es la verdadera responsabilidad de la educación? ¿Quiénes son los más afectados de las reformas y la omisión intelectual? ¿Hacia dónde va México? ¿Qué queremos como sociedad? ¿Qué tipo de ciudadanos somos?

Esta y muchas más preguntas podemos plantear sin encontrar respuesta, lo único que nos queda como individuos es luchar porque el conocimiento no se vea opacado por el mal uso de la tecnología, el abaratamiento de la educación y el embrutecimiento del homo app.

En esta ocasión en mi comentario histórico, quiero hacer mención de la prisionera de guerra que obtuvo su libertad a través de un extraño intercambio.

Estamos acostumbrados a que los protagonistas de las historias de guerra sean héroes que sacrificaron su vida, brillantes estrategas, miserables sin escrúpulos, pero en esta historia los protagonistas lo fueron por su caballerosidad. Uno de ellos, el coronel Hans von Luck, llegó a decir “hacíamos una guerra despiadada pero decente“.

Hans von Luck era coronel de un regimiento de panzer (Panzerwaffe) durante la II Guerra Mundial. Después de luchar en el frente europeo fue enviado Afrika Korps donde Rommel, con el que trabó una estrecha amistad, le puso al mando del 3 Batallón Panzer de Reconocimiento. Tras recibir el alta después de ser herido en la batalla de Galaza (Libia) se le encargó proteger el flanco sur del Afrika Korps, enfrentándose al Long Range Desert Group (LRDG), unidad del ejército de tierra británico especializado en reconocimiento motorizado.

El comandante al mando del LRDG debía ser también un caballero y partidario de una guerra civilizada. Llegaron a un acuerdo por el que a partir de las 17:00 horas cesarían las hostilidades e intercambiarían impresiones, y cartas de los prisioneros.

 Hubo algún que otro problemilla con el horario, como aquella ocasión en la que los alemanes capturaron un camión de provisiones británicos pasada la hora convenida y Hans von Luck preparó un plan para que los británicos capturasen su propio camión.

Pero el caso que nos ocupa se llevó la palma.

Los alemanes se enteraron de que sus enemigos había recibido suministros de cigarrillos como para cubrir las necesidades de todo el regimiento durante más de un mes. Siendo el tabaco un artículo de lujo en estos lares, los alemanes ofrecieron intercambiar un oficial británico capturado a cambio de un millón de cigarrillos. Los británicos sopesaron la oferta y decidieron que un millón era mucho y que su contraoferta eran 600.000 cigarrillos.

Cuando el oficial británico se enteró casi echó por tierra el negocio por considerar que la oferta de sus paisanos era insuficiente, igual que Julio César cuando fue capturado por los piratas y se ofendió porque sólo había pedido como rescate 20 talentos. El caso es que, al final, se hizo el intercambio.

Y lo más curioso de todo, el oficial británico era el heredero de John Player & Sons, fabricante de Nottingham (Reino Unido)