Elena Poniatowska es una santona de la izquierda que vive en la prosperidad burgesa que critica, como lo expresó certeramente un maestro y querido amigo. Esto lo repito a propósito del silencio que los intelectuales izquierdistas han hecho -salvo contadas excepciones, como Edilberto Aldán, de La Jornada Aguascalientes: http://tinyurl.com/8wvha5a- sobre el papelón realizado por doña Elenita en las chuscas justificaciones, fallas de memoria y demás tonterías que ha argumentado en torno al rechazo tajante y duro de María Kodama sobre que Jorge Luis Borges sea el autor del poema “Instantes”. Este silencio me ha llevado a algunas reflexiones que me parecen relevantes y que deseo compartir. A continuación escribo tres de ellas:
1.- Muchos de los intelectuales, escritores, periodistas, columnistas, conductores de medios masivos de comunicación y activistas de izquierda, todos ellos líderes de opinión de una u otra forma, son acríticos hasta la obscenidad con sus allegados y camaradas, e hipercríticos hasta el ridículo con sus contrarios. Elena Poniatowska es una beneficiaria del clasismo y de la desigualdad económica imperantes en el país. ¿Por qué no señalar su error incansable y constantemente como suele hacerse con Vicente Fox o con Enrique Peña Nieto? Es imposible explicarlo sin obviar su condición de icono izquierdista.
2.- El resentimiento y el encono populares encuentran abono en estas conductas: estos convenientemente silenciosos líderes de opinión avalan, tácitamente, que en tanto una supuesta intelectual de izquierda se equivoque no hay problema en hacer la vista a otro lado, precisamente porque ella es de izquierda. Pero que tenga cuidado alguien que no es afín a la ideología: ante el menor desliz se le fustigará con la rapidez, la implacabilidad, la pretendida higiene moral y la imbecilidad propias del Directorio de Robespierre, asegurando el continuado y lamentable espectáculo que cosecha aplausos de seguidores acríticos que sólo están ávidos de estridencia y escándalo. Avidez que necesariamente viene de oscuros e inconfesables complejos.
3.- Estos mismos charlatanes propugnan cotidianamente por ideales que provienen de un biempensantismo ramplón arrastrado desde el S. XIX. Sin embargo, cuando ellos reciben críticas dan muestra de una susceptibilidad que se hiere con el pétalo de una rosa. Autoestimas poco robustas que se nutren de dos alimentos fáciles de obtener, pero muy pobres: acriticidad con los errores propios y loores de la turba enardecida para las persecuciones intelectualoides que realizan de manera más o menos cotidiana.
Quizás con esta breve participación pueden lastimarse algunas de esas susceptibilidades.