¿Se pueden generar cambios en el mundo utilizando los modernos medios electrónicos de comunicación? ¿Es posible? En mi opinión, sí.

La influencia de los medios de comunicación –en general- sobre la cultura, sobre la sociedad, es notoria. La radio, la televisión, los periódicos, los libros, el cine, han generado cambios en la forma de pensar de la gente en el mundo entero; y no lo digo yo, lo dicen multitud de estudios sobre este tema.

Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre estos medios tradicionales de comunicación y los modernos, más exactamente los electrónicos? Pues, que a través de la internet, de los teléfonos celulares, de los iPads, de los iPods, de las tablets, y en general, de todos estos artilugios que hoy en día invaden nuestro mundo, la gente común y corriente puede comunicarse con muchas personas en poco tiempo, y utilizando pocos recursos.

Los comunicadores llaman a esto “la democratización de los medios”, como si antes solo existiera una tiranía o una dictadura. Uno de estos ejemplos de “democratización de la información” son los blogs; las páginas webs personales que utilizan las personas para hablar sobre diferentes temas: política, arte, cine, literatura, farándula, cocina, etc. En estos blogs otras personas intervienen con sus opiniones, generando una conversación o intercambio de posiciones.

Antiguamente los medios de comunicación estaban en manos de emporios, empresas, grupos económicos o simplemente eran monopolios informativos. Hoy en día las cosas han cambiado; cualquiera puede abrir un blog, una página web, un canal de videos, una emisora o simplemente dar su opinión en redes sociales como Twitter o Facebook.

Los medios tradicionales compiten con los medios alternativos. Obviamente, muchos de estos medios de comunicación masivos todavía siguen en manos de poca gente, y gran parte de la información todavía está en poder de esas pocas personas. Sin embargo, la opinión pública mundial está haciendo uso masivo de esos nuevos artilugios electrónicos y está creando nuevos contenidos.

Dentro de esos nuevos contenidos está el del ciberactivismo; el de promover causas políticas, ecológicas, filantrópicas, culturales, filosóficas, etc., a través de estos nuevos medios de comunicación que utilizan las nuevas tecnologías.

Algunos, como el escritor Paulo Coelho, piensan que esto no es tan impactante, tan preponderante. ¿Dar un click en un “me gusta” de una foto de Facebook puede provocar una consecuencia masiva? ¿Retwittear un mensaje puede generar un efecto colectivo? Eso depende; en gran medida como todo medio de comunicación el alcance del mensaje está relacionado con el radio de influencia de ese medio de comunicación; no es lo mismo un tweet de Lady Gaga y un tweet mío, porque mientras a la famosa cantante la siguen millones de personas, a mí solo me siguen miles. De otro lado, hay tópicos más populares que otros; por ejemplo, el tema político genera más controversia que el filosófico o el ecológico.

Pero creo que sí; el ciberactivismo llegó para quedarse, la gente se está pronunciando a través de los blogs, de Facebook, de Twitter, de Youtube, etc. Incluso, movimientos políticos como el de la “primavera árabe”, donde varios países sufrieron estremecimientos de masas populares en las calles -que llamaban a un cambio de régimen de poder- se convocaron en gran medida gracias al Twitter y al Facebook.

Hoy en día hay miles de campañas de todos los tópicos en internet. Las hay políticas, ecológicas, culturales, filantrópicas, etc.; creo que estas generan una opinión sobre ciertos temas, y creo que esas opiniones terminan produciendo efectos en la vida real a través de marchas, protestas, donaciones de dinero, votos a tal o cual candidato, ayudas, o iniciativas legislativas y gubernamentales.

El ciberactivismo puede ser manipulado por los grandes poderes políticos, económicos y sociales. Sin embargo, esa es una muestra de que sí ejerce una influencia. Las personas comunes y corrientes pueden iniciar campañas sobre X o Y tema de manera libre –aunque en ciertos países ya se está restringiendo el uso del internet-, y de cierta forma generar conductas en otros individuos para modificar un hecho social.

Obviamente, el ciberactivismo no basta. Yo no puedo pensar que únicamente el mundo va a cambiar porque hay cierta campaña en Facebook o en Twitter; ya que esas campañas deben estar acompañadas de actividades y hechos en la vida real. Si la campaña se queda en el mundo virtual no hay eficacia verdadera. Sin embargo, aún así, podemos pensar que el ciberactivismo va dirigido a la mente del hombre, del individuo; y también podemos pensar que allí, en su cerebro (en su psiquis), estamos produciendo unos efectos que tendrán tarde o temprano consecuencias en el mundo real.

Sin embargo, soy testigo personal que este tipo de campañas son efectivas y en verdad funcionan, toda vez que en fechas recientes fui víctima de los desatinos de la nueva administración de la Facultad de Derecho de la UNAM, y se me privó de la cátedra que he venido impartiendo desde hace 25 años, de la cual soy inamovible por haber resultado vencedor en el Concurso de Oposición.

Al enterarme de esta situación, de la cual no se me avisó por escrito, tal como lo señala la Legislación Universitaria, publiqué en redes sociales lo que estaba aconteciendo y la respuesta, ante mi sorpresa, fue tremenda. Cientos de mis alumnos se manifestaron en contra de lo que se me estaba haciendo y la presión fue tan grande para la administración de Contreras Bustamante, que tuvieron que dar marcha atrás y se me asignó grupo. No soy el único que he sido víctima de estos desatinos, y varios maestros sumamente reconocidos y que cuentan también con la definitividad, han padecido del mismo mal trato propio de trogloditas y no de universitarios.

Pero como lo señalo, este caso particular  no se va a quedar en lo acontecido en las redes, sino que ante las múltiples arbitrariedades que se están cometiendo, se ha convocado por profesores y alumnos a una Asamblea en las instalaciones de la propia Facultad, en donde se exigirá a Contreras Bustamante que explique por qué, a tan solo tres meses de inicio de su mandato, se están presentando tantas irregularidades y porqué en la Facultad de Derecho se está violando la ley. Evidentemente estaré presente.

Una vez más se encuentra en la palestra de la opinión pública la propuesta del Presidente de la República referente a los matrimonios igualitarios, y con mucha pena he observado que los cristianos de diversas iglesias se han manifestado violentamente en contra, violando los propios principios que se supone que enarbolan. Pues bien, en esta ocasión quisiera referirme en mi participación histórica a este tema.

En muchas ocasiones la historia nos da un baño de realidad cuando creemos que la sociedad actual es la responsable del reconocimiento de algunos derechos o pionera de ciertos logros sociales, cuando la realidad es que se recuperan derechos ya adquiridos en el pasado y que el paso del tiempo los ha hecho caer en el olvido o, peor aún, han sido debidamente “olvidados” por el interés de algunos. Los matrimonios civiles entre personas del mismo sexo, en este caso hombres, ya se presentaban durante la Edad Media.

Durante la Edad Media se acuñó el término affrèrement, en Francia, y brotherment, en Inglaterra, para hacer referencia a la unión civil de dos hombres. Mediante un contrato legal, dos hombres se comprometían a vivir juntos y compartir “el pan, el vino y el dinero“. Y aunque el modelo de esta nueva “unidad familiar” era el de dos hermanos que heredaban las propiedades de sus padres y que decidían seguir viviendo juntos, tal y como habían hecho desde niños, compartiendo sus posesiones, el affrèrement/brotherment también fue utilizado por hombres sin ninguna relación de parentesco. Al igual que cualquier otro tipo de contrato legal, debía ser jurado y ratificado ante un “notario” y era necesaria la presencia de testigos, normalmente amigos de las partes contratantes. Bajo dicha figura jurídica, las posesiones de ambos pasaban a ser de propiedad conjunta y, en caso de fallecimiento de una de las partes, el sobreviviente se convertía en su heredero legal.

Parece lógico pensar que los hermanos solteros, y sin intención de contraer matrimonio, utilizasen esta unión civil, pero también que las parejas de homosexuales se sirviesen de esta especie de matrimonio civil para “legalizar” su situación y casi normalizar una relación otrora platónica o furtiva. Lamentablemente, y como ha ocurrido en demasiadas ocasiones a lo largo de la historia, no existen contratos de este tipo que hagan relación a la unión de dos mujeres.

Otros, como el historiador de la Universidad de Yale John Boswell en su libro Uniones del mismo sexo en la Europa premoderna, van más allá y documentan registros de ceremonias de la Iglesia donde se unieron a dos hombres mediante los mismos rituales que los matrimonios heterosexuales.

Durante la investigación para la documentación del libro, Boswell consiguió recopilar más de 60 textos, datados entre los siglos VIII y XVI y repartidos por todo el mundo, de ceremonias cristianas para “la unión entre personas del mismo sexo“. Según Boswell, la Iglesia replanteó la idea del matrimonio en el siglo XIII como una institución cuyo fin era la procreación. De esta forma, se cerró la puerta a los matrimonios homosexuales y los eruditos de la Iglesia y los funcionarios pusieron a trabajar la maquinaria del olvido para justificar este nuevo enfoque… y hacer desaparecer de la historia este tipo de matrimonios.