Un genio de 20 años, estudiante de Economía y Matemáticas en la UNAM (cursaba ambas carreras al mismo tiempo), de súbito fue herido en la cabeza por un policía cuyo lanzagranadas impactó al joven. Gracias a que la zona se encontraba cercada por militares y policías del Estado de México, la ayuda médica nunca llegó (los “guardianes del orden” impedían el acceso a paramédicos y ambulancias). Se llamaba Alexis Ollin Benhumea y murió durante la defensa popular contra la invasión empresarial al pueblo de San Salvador Atenco en 2006.

Javier Cortés Santiago murió el 3 de mayo de 2006 en el mismo enfrentamiento. ¿Edad? 14 años. Posiblemente un policía lo encontró sumamente peligroso ya que el disparo que terminó con su vida fue hecho a 70 centímetros de distancia.

De entre 200 personas detenidas el 3 y 4 de mayo de 2006, al menos 20 mujeres fueron violadas y torturadas. El relato de estas mujeres valientes, quienes denunciaron, resulta estremecedor, imposible pensar que tanta maldad quepa en humanos de nuestro tiempo. Golpes, amenazas de muerte, violaciones, humillaciones y ni una sola disculpa. No hay detenidos aunque algunos  culpables recibieron medidas disciplinarias (no castigos, simples llamadas de atención).  Fueron minimizados los daños y olvidado el dolor, todo con fines propagandísticos y electorales.

El responsable de este daño es Enrique Peña Nieto, el autor intelectual de tal inmundicia. Nosotros podemos caer en complicidad social con este crimen si olvidamos todo el daño que se ocasionó por la defensa de nuestra tierra, de nuestro medio de subsistencia. Es increíble que un hombre, con tanta sangre en su historial, tenga posibilidades de llegar al cargo máximo de nuestro País. Repugna la burocracia que pretende enterrar en la amnesia nacional los más grandes crímenes. La historia oficial tiene por finalidad hacernos valorar a los revolucionarios e insurrectos de antaño, ¿por qué no ensalzar las figuras de la actual disidencia? Por el peligro que supone reflexionar sobre el actuar totalitario de nuestros gobernantes.

La persona que usa la ley como pretexto para aterrorizar a la población (que juró defender de cualquier adversidad) es un delincuente y en ese sentido las autoridades responsables tienen que comparecer y espero lo hagan algún día frente a un tribunal internacional. Al menos el juicio de la historia está hecho: son culpables, de esas muertes, detenciones y ultrajes.

De nosotros depende que esa sentencia no se olvide en las urnas, porque entonces no habrá ya solución para detenerlos; el duopolio de la violencia busca legitimar sus atroces actos bajo el pretexto de “superar lo que detiene el progreso”.

Bajo esos lemas también podrá desaparecer la libertad de expresión, tan limitada en el periodismo gracias a la fallida estrategia de seguridad nacional. Hay que levantar la voz y denunciar, luchar mientras podamos, por la libertad que nos queda. Hagamos un acto de dignidad en nombre de los caídos, de los olvidados y de los que nos han hecho olvidar (convenientemente para las élites).