Ricardo Anaya, precandidato a la Presidencia de México por el Partido Acción Nacional, promueve una muy relevante medida que bien podría conducir a millones de ciudadanos en nuestro país a un nivel superior en su dinámica económica. Se trata del Ingreso Básico Universal (IBU), y consiste, dicho a grosso modo, en que un gobierno entregue una cierta cantidad de dinero en efectivo a cada mexicano, sin condiciones, para proporcionarle un piso estable, una plataforma sobre la cual edificar su libertad económica, su presente y futuro, y para combatir la pobreza, de forma radical, pero sobre todo, definitiva.

Los más informados han sabido valorar este concepto en su correcta dimensión. Otros han imaginado que es una propuesta imposible de ser aplicada. Nos daremos entonces a la tarea de ir ahondando en este tema, para desgranarlo y entenderlo lo mejor posible. Los argumentos de Ricardo Anaya al proponer el IBU están bien fundamentados. De entrada, esta medida ha sido avalada e impulsada por varios premios Nobel de Economía, como Milton Friedman, Cristóbal Antoníu Pissarides y Angus Deaton, y también por otros importantes académicos de talla internacional. El IBU recibe en otras latitudes otros nombres, tales como “Renta Básica Universal”, “Ingreso Ciudadano”, “Universal Demogrant”, o “Basic Income” y su entrega ya ha sido puesta en práctica -parcial o plenamente- en varios países, tanto en desarrollo, como Brasil o Argentina, como desarrollados, como Finlandia o Canadá.

Uno de los principales teóricos impulsores del Ingreso Básico es el reconocido filósofo y economista político -oriundo de Bélgica- Philippe Van Parijs, quien ha trabajado el tema en varios de sus libros, planteando que una auténtica libertad para los ciudadanos pasa necesariamente por contar con recursos económicos para poder tomar decisiones que sustentan el desarrollo integral del ser humano. Los gobiernos, enfocados en ofrecer soluciones serias, pueden entregar el Ingreso Básico, usando para ello los impuestos como una forma de redistribución justa y democrática de los ingresos.

Van Parijs, junto con Yannick Vanderborght, escribió un libro de reciente publicación, titulado Ingreso Básico (Ed. Grano de Sal, México, 2017), en cuyas páginas, el IBU es definido como un ingreso regular en efectivo que se pague a todos de forma individual, y que no dependa de sus recursos ni vaya en relación a su situación laboral.

El objetivo fundamental del IBU es construir una verdadera libertad, ya que como el propio teórico belga escribe, parafraseando a Rousseau, “el dinero que uno tiene es el instrumento de la libertad; el que uno persigue es el de la servidumbre”. Dicho de otra manera, necesitamos dinero para ser realmente libres. Sin dinero siempre hay muchas limitaciones. Por eso es necesario remar en esta dirección.

El ingreso básico, afirman Van Parijs y Vanderborght en la obra arriba citada, no es nada más “una medida ingeniosa que pueda ayudar a paliar problemas urgentes: es un pilar fundamental de una sociedad libre… Es un elemento primordial de una alternativa radical tanto al viejo socialismo, como al neoliberalismo…”. De ahí que pueda ser una de las principales ofertas de la coalición de partidos PAN-PRD-MC, #PorMéxicoAlFrente.

¿Por qué podemos considerar al IBU como un instrumento de la libertad, de acuerdo con el filósofo y economista político belga? Para empezar, porque existe la idea de que el crecimiento económico de un país es por sí mismo el remedio de todos los males, pero no es así.

Según el doctor honoris causa por la Universidad Católica de Louvain, Eduardo Suplicy -brasileño que ha sido el principal impulsor del IBU en su país, y autor de la frase: “La salida es por la puerta”, en referencia a esta solución-, no hay mejor manera de combatir a la pobreza que este ingreso. El IBU es sin duda la solución más adecuada y óptima para lograr la libertad de todos, ya que se otorga sin condiciones, y no es una forma de seguridad social, sino de asistencia social.

¿A quiénes se les podría dar el IBU? Siempre según Van Parijs y Vanderborght, los beneficiarios serían los miembros de una comunidad particular, en un territorio, que tengan residencia fiscal. Esto deja fuera a turistas y viajeros, así como a inmigrantes sin documentos. También quedan excluidos de este beneficio los que cumplen una condena en prisión. Pero todos los demás, recibirían este beneficio.

En cuanto al monto a ser entregado, no necesariamente tendría que ser uniforme para todos. Pero ciertamente este ingreso debe ser regular y su monto debe ser estable e inmune a cambios inesperados. Tampoco podría hipotecarse este ingreso: no debe ponerse como garantía para obtener préstamos. El IBU no sería un “complemento” de otros ingresos, sino la “capa inferior” de los ingresos de todo ciudadano. El ingreso llevo como “apellido” la palabra “básico”, y con ello se quiere significar que se trata de un piso, sobre el que el ciudadano puede ponerse de pie, ya que es una entrada incondicional.

Van Parijs y Vanderborght recomiendan tener en mente una cuarta parte del PIB per capita, para cualquier país, para ser asignada para cubrir el Ingreso Básico. En Estados Unidos la cantidad sugerida estaría cerca de los 1,163 dólares mensuales; en Suiza 1,670 dólares; 910 dólares en Reino Unido; 33 dólares en la India; 9.50 dólares en la República Democrática del Congo. Con un ajuste a la paridad del poder adquisitivo, las cifras serían las siguientes: 1,260 dólares para Suiza; 860 para Reino Unido; 320 para Brasil; 130 dólares para la India; 16 dólares para el Congo. Con esto, no se afirma que un ingreso básico personal de un cuarto del PIB sea suficiente para sacar a las familias de la pobreza.

En relación a la forma de pago, los autores proponen que sea en efectivo. Con ello se combate la burocracia, y también, las presiones clientelares. Asimismo, cuando lo que es distribuido se da en efectivo y no en comida, por ejemplo, “se crea poder adquisitivo en zonas donde vive gente pobre, con lo que se potencian las economías locales en vez de deprimirse”.

En la acertada visión de Ricardo Anaya hay al menos 10 razones por las que es importante para todos los mexicanos implementar en el próximo gobierno, frentista,  la entrega del IBU: Reduce la pobreza, reduce la desigualdad, se elimina la trampa de la pobreza, se eliminan costos burocráticos, desaparece esquema clientelar, permite a la gente arriesgarse a emprender nuevos proyectos, convierte a todos en sujetos de crédito, estimula el mercado interno, permite hacer frente al problema del desempleo por automatización y por robotización, y por último, que el IBU valora trabajos que normalmente no se pagan.

Es la hora de luchar.