Muchas personas optan por evadirse de la realidad en vez de hacer frente a la misma, aunque algunos casos extremos puede resultar hasta chuscos.
Joe Chandler, de Brunswick, Georgia, tal vez sea la única persona en Estados Unidos que no sabe quién ganó las elecciones presidenciales de este año. A varias semanas de la votación, el poco convencional artista todavía trata duramente de permanecer ajeno al resultado.
Todo comenzó cuando Joe Chandler fue invitado a una fiesta en casa de un amigo en la noche electoral, en la que se imaginaba que todo el mundo estaría nervioso esperando ver quién sería el próximo presidente de Estados Unidos. “Me invitaron a una fiesta de elecciones para estar en la noche con todo el mundo mordiéndose las uñas, esperando el resultado, y pensé, oh, tiene que haber una mejor manera”, dijo a Fox News.
“Todo lo que quería hacer era darme 24 horas de feliz ignorancia.” Resulta que la ignorancia se sintió tan bien que al día siguiente no quiso renunciar a ella, así que ha estado haciendo todo lo posible para no averiguar quién es el presidente electo.
Pero es muy difícil de creer que alguien en Estados Unidos no sepa que Donald Trump es el nuevo presidente, a menos que haya estado viviendo en aislamiento total durante los últimos días.
Ese no es exactamente el caso de Chandler, pero el hombre ha tomado algunas precauciones importantes para asegurarse de no enterarse por accidente. Casi nunca sale de su hogar, lo que no es un gran inconveniente, ya que por lo general trabaja desde su casa, pero cuando lo hace, se pone un par de orejeras y lleva un cartel que dice “No sé quién ganó, y no quiero saberlo. POR FAVOR NO ME LO DIGAS” colgando alrededor de su cuello. También se asegura de desviar su mirada de los puestos de periódicos.
“Desvío la mirada de los puestos de periódicos… No salgo muy a menudo, y cuando lo hago, me pongo mis auriculares y mi cartel, y la gente ha sido muy respetuosa con mi decisión”, dijo Chandler.
Al día siguiente de la elección, la hija de Joe le dijo: “Sabes, es posible que seas la única persona en el país, con excepción de los que están en una cueva o algo así, que aún no lo sabe.” Desde entonces, ha estado enviándole versiones editadas de la prensa para que pueda mantenerse al día con las noticias del mundo, evitando al mismo tiempo averiguar el resultado de la elección.
Por extraña que su decisión pueda parecer para el resto del mundo, Joe Chandler afirma que el no tener idea sobre el resultado de la elección presidencial ha sido agradable y relajado. “Al haberme quedado fuera del tumulto político, y de todo el caos de los medios, de alguna forma me encontré en el centro del ciclón”, dijo. “Está todo muy tranquilo en mi burbuja de ignorancia.”
En cuanto a cuándo piensa que finalmente será capaz de averiguar quién es el próximo presidente, Chandler afirmó “Me gustaría llegar a 2020, pero sería muy afortunado si llego a mañana.”
Dentro de los sucesos extraños que pasan en el mundo todos los días y en todas las épocas, quisiera referirme a uno que tuvo lugar en uno de los hoteles más lujosos de Gran Bretaña, concretamente en Londres.
El Claridge’s es uno de esos hoteles de cinco estrellas que sólo los más pudientes pueden permitirse. Situado en el centro de Londres, cercano a Bond Street, ha sido utilizado como escenario de varias películas y celebridades como Alfred Hitchcock, Mick Jagger o Brad Pitt han pasado allí alguna que otra noche. Pero para los aficionados a las curiosidades, este hotel es relevante porque en éste se dio el menor y más breve enclave territorial de la historia.
Fundado en 1812, el hotel fue ampliado y reformado en diversas ocasiones y sufrió varios cambios de nombre. Tras la Primera Guerra Mundial el establecimiento ya era un lugar famoso entre los aristócratas que no podían permitirse la compra de una vivienda en Londres. La Segunda Guerra Mundial aceleró la llegada de éstos. La Alemania nazi de un lado y la Unión Soviética de Stalin del otro liquidaron a las monarquías de numerosos países de Europa del este y nórdicos, que buscaron refugio en Londres. Las familias reales de países como Rumania, Grecia, Bulgaria o Noruega se asentaron en la capital británica, en concreto en el Hotel Claridge’s, que se convirtió en el centro de reuniones para los exiliados.
Entre ellos se encontraba el rey Pedro II de Yugoslavia, que conoció en Londres a la que sería su mujer, Alejandra de Grecia, y con la que se casó en 1944. Poco después del matrimonio la princesa quedó embarazada, y ello planteaba problemas en el ámbito de la sucesión. Las leyes dinásticas yugoslavas sólo permitían que aquellos nacidos en territorio nacional yugoslavo pudieran ser herederos a la corona. Dado que el país se encontraba sumido en una guerra intestina, con combates entre ambos bloques y los partisanos de Tito, la vuelta allí era un suicidio seguro. Pero si la Familia Real no podía ir a Yugoslavia, quizás Yugoslavia podría venir a Londres.
Consciente del problema al que se enfrentaban, el rey Jorge VI y el primer ministro Winston Churchill se reunieron con el rey Pedro. La solución que encontraron fue tan rápida como sorprendente. Se acordó que por el plazo de 24 horas, hasta el nacimiento del príncipe Alejandro, la soberanía de la habitación 212 del hotel Claridge’s sería cedida a Yugoslavia y devuelta después al Reino Unido.
La estancia fue adornada con la bandera nacional del país eslavo, y se dice que los empleados del hotel echaron tierra especialmente traída de allí para que el futuro monarca naciera literalmente en suelo yugoslavo. De este modo el 17 de julio de 1945 nacía el príncipe Alejandro, en un territorio que estaba rodeado arriba, abajo y por todos los lados por el Imperio Británico, pero que oficialmente era Yugoslavia, aunque sólo fuera por un día.