Yo personalmente trabajé en el Centro Histórico de la Ciudad de México de 1976 a 1986, durante los sexenios de José López Portillo y Miguel de la Madrid, en la calle República de Brasil número 41 casi esquina con República de Colombia en las zapaterías de mi padre que heredó de mi abuelo inmigrante de Siria; en la siguiente esquina hacia el Zócalo se encuentra la Escuela de Medicina donde fue el Palacio de la Inquisición, se cuenta que ahí estuvo Don José María Morelos y Pavón preso y los mismos españoles lo ayudaron a escapar por un túnel subterráneo hacia la Plaza de Santo Domingo, enfrente de la calle, para que continuara con uno de los sucesos sociales más revolucionarios de la Historia, el Movimiento Insurgente, el propio Napoleón Bonaparte dijo en esa época: “Denme 3 Morelos y conquistó al Mundo”.

Gente de toda la República Mexicana venía a hacer sus compras al Centro Histórico en esos años que yo iba a trabajar con mi padre, una época de gran plusvalía económica a pesar de la Nacionalización bancaria y de la devaluación del dólar de 1982,  las zapaterías de mi padre eran muy reconocidas, dirigentes de la Policía venían a comprar zapatos de charol y tacón de madera de León Guanajuato de la marca Paseo, también nos visitaban los luchadores de la Arena Coliseo que se encontraba a 2 calles en República de Perú para comprar sobre todo botas Loredano y zapatos Fon-Vic y Gecesa, que se exponían cada año en León, Guanajuato, en la Feria Sapica, zapatillas de mujer Cony se vendían por cientos todos los días y zapatos escolares de suela de crepé se agotaban en épocas de inicio de clases.

Era un México envidiable para todo el Mundo, el Centro Histórico era visitado por millones de turistas de todos los países, y todos, me atrevo a asegurar, se quedaban impresionados con la Ciudad de los Palacios, donde, como decía el Maestro Jesús Kumate, cada edificio tiene su Historia.

Ese Centro Histórico de la Ciudad de México, que se vino abajo moralmente después del temblor del 19 de Septiembre de 1985, que es tan impactante histórica y turísticamente y donde llegaba la gente con manos vacías y regresaba con bolsas y paquetes de compras que no podían ni cargar, pude revivir.

Se puede proponer al respecto un sistema PSI: Promoción-Seguridad-Inversión.

Promoción no es necesaria, todo el Mundo lo sabe, el Centro Histórico de la Ciudad de México desde el Monumento al Caballito hasta La Merced y Garibaldi pasando por Bellas Artes e incluyendo todas sus obras arquitectónicas, museos y calles, es grandioso, en el año 2006 nos visitó el premio Nobel de Medicina 2008 Luc Montagnier quien dio una plática en un Hotel de Avenida Juárez y también, como todos los visitantes, se quedó impactado del Centro Histórico y de visitar la Casa de los Azulejos más adelante; Seguridad también ya está resuelta, yo he ido al Centro Histórico últimamente varias veces y si se respira esa seguridad necesaria para caminar libremente, lo único que hace falta, es, Inversión..

NOTA CULTURAL: Cuentan que en el Centro, en la calle de República de Perú, afuera del Coliseo, una señora vendía todos los domingos temprano un té que ella preparaba a 8 centavos para curar la cruda del sábado anterior, a los que se formaban para comprar ese té les llamaban: los teporochos.