Dos acontecimientos de la semana pasada tuvieron la elocuente presencia del banquero y empresario (así lo identifican los medios) Roberto Hernández Ramírez. Uno, la 20 Reunión Plenaria de Consejeros de Banamex. Otro, un homenaje a su persona en el Teatro del Palacio de Bellas Artes. Sin embargo, el mismo personaje tuvo comportamiento diferenciado en cada uno de ellos.

 

El primer evento recibió a los tres candidatos presidenciales. Los consejeros escucharon sus propuestas y realizaron preguntas. El único en hacer público su discurso, de acuerdo al columnista del Milenio Jesús Rangel, fue López Obrador. Según registra el periodista, Hernández, presidente del consejo de administración de Banamex y Citigroup, se ausentó durante la presentación del candidato de la izquierda.

 

En un segundo evento, relata Judith Amador de Proceso, Hernández recibió un homenaje por parte del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y de los institutos nacionales de Antropología e Historia y de Bellas Artes por “el apoyo que ha dado al rescate, difusión y conservación del patrimonio cultural mexicano”.

 

Atípica conducta tanto la del “mecenas” como la de los órganos culturales oficiales, el ser coparticipes de un homenaje de semejante naturaleza. Usualmente, el mecenas franco tiende a la discreción, no busca las luces, con el dinero le basta y sobra para vivir una vida llena de halagos y satisfacciones por su labor altruista sincera en el propósito de impulsar talentos y de contribuir a la edificación cultural de la sociedad. Esto es algo muy común a nivel internacional y de allí que hayan proliferado las dichosas fundaciones de todo orden. También usualmente, las instituciones culturales honran a los artistas de genio o respeto por una trayectoria destacada o por la obra, no a los patronos del arte y la cultura.

 

Por ello sorprende el homenaje a Hernández. Halago no desprovisto de sospecha. (Habría que verificar si el supuesto mecenazgo no es una vacilada, porque Carlos Slim, –a quien continúo pagando puntualmente mi alta cuota telefónica-, cuando menos ha inaugurado un museo y sostiene su fundación). Conociendo al personaje, Proceso describe una serie de irregularidades en el mecanismo de acumulación y deformación de bienes culturales de la nación para la explotación personal  y privada ( http://www.proceso.com.mx/?p=299014 ). Se trata de un hombre sospechoso también de contribuir al fraude electoral en 2006 y de participar en la guerra de estiércol de entonces. En fin, no es de fiar. Excepto que el fiador sea el gobierno panista encargado actual de la desdichada cultura nacional y que ahora retribuye con reconocimientos absurdos la cuenta pendiente.

 

Sí, se entiende absolutamente que Hernández se ausentara del discurso de AMLO con los banqueros. El político ha sido tal vez el principal crítico de aquél. Lo ha acusado en tiempos pre-amorosos de ser uno de los miembros de la “mafia” mexicana. Y esto no es mera ideología o arranque dolido de la víctima del fraude en 2006. Es absolutamente público que Hernández, un beneficiario del infame FOBAPROA y amigo de Vicente Fox, fue irregularmente favorecido cuando vendiera Banamex a Citigroup en 2001 (poniendo también en riesgo el patrimonio del Fondo Cultural del banco), y su acción fuera clasificada como transacción libre de impuestos autorizada por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público; es decir, por Francisco Gil Díaz, su ex empleado: http://bit.ly/ACukfg .

 

Pero Roberto Hernández tiene su corazoncito campirano y por ello no dejó de aspirar, como cualquier cancionero popular, a ser homenajeado en el recinto considerado durante mucho tiempo como el máximo foro cultural del país. Las autoridades panistas le han mimado con escandaloso espectáculo clásico-ranchero abierto por Carlos Prieto, el chelista de los escupitajos chinos, y concluido en un carnaval veracruzano a cargo del ballet folclórico de Amalia Hernández. Tal vez evocando a Tuxpan Veracruz, la “patria chica” del banquero-empresario beneficiario del FOBAPROA y la exención del pago de impuestos calculados en 3 mil quinientos millones de dólares. Así cualquiera es mecenas. Y sin la necesitad ni la rural necedad de sentidos homenajes charros.