Anoche estuve en el programa de debate de Maximiliano Espejel en El Heraldo TV. Durante media hora discutí con Javier Lozano sobre la 4T. En su última intervención, el señor Lozano —a quien aprecio, admiro y respeto— dijo una gran mentira: que él no quiere que le vaya mal al presidente López Obrador.

Aunque ya no había tiempo para que yo refutara ese comentario y Espejel me lo hizo saber, me vi obligado a intervenir. Le quité la palabra al moderador —tal vez fui majadero, ni hablar; así es el futbol: abundan las faltas—, tenía que hacerlo para decirle a Javier que no fuera hipócrita. Conste, no lo insulté, simplemente utilicé una expresión precisa que en el contexto de un debate hasta puede ser, cuando se miente con maestría, un elogio.

Hablé de hipocresía para hacerle entender a mi amigo Lozano que no hay necesidad de que se esfuerce o que quizá necesita echarle más ganas. Lo que pasa es que, de plano, no engaña a nadie. No es ético ponerse la máscara de ciudadano preocupado por el bienestar del presidente de la República como una estrategia para que los golpes al actual gobierno hagan más daño. Recordemos que  “hipocresía” es una palabra que surge en el teatro de la Grecia antigua. Tiene que ver con actuar, con fingir. A Javier se le da mal la actuación.

Lozano se defendió casi jurando que él de ninguna manera quiere perjudicar a Andrés Manuel, que simple y sencillamente ejerce su libertad de expresión. Es falso. Funcionario y político desde los tiempos de Zedillo, don Javier estuvo en el gabinete de Calderón y creo que también en la campaña electoral de este tipo —por lo tanto, participó en el fraude electoral de 2006—, y recientemente fue vocero de José Antonio Meade en el pasado proceso electoral presidencial. No es un analista puro. Es un político —con intereses políticos— que opina en los medios. Lo hace muy bien, pero obviamente siempre pensando en perjudicar a su rival, hoy por hoy el presidente López Obrador.

Es el mismo caso de Jorge Castañeda, de Luis Carlos Ugalde, etcétera. Están en su derecho de ejercer la crítica no como un ejercicio estrictamente intelectual, sino con el obvio propósito de buscar que le vaya mal a Andrés Manuel. En la democracia se vale eso y mucho más. Pero, por favor, ya no sigan con el cuento de que quieren que le vaya bien al presidente López Obrador. Mienten: quieren que le vaya mal al actual gobernante de México. Deberían aceptarlo.

Después del debate, Javier Lozano y yo cenamos en un restaurante argentino de la avenida Insurgentes. Él pagó, así que los alimentos y el vino me cayeron de maravilla. Seguimos discutiendo hasta tarde sin estar de acuerdo casi en nada. El casi fueron dos temas: (i) coincidimos en elogiar la excelencia y la seriedad con la que El Heraldo está armando un grupo mediático poderoso, y (ii) coincidimos también en que el PAN hizo candidato a gobernador en Puebla a un bueno para nada, Enrique Cárdenas.