A. El origen.
El libro que hoy presentamos se fraguó acaso hace 700 años, con la conformación de México Tenochtitlán y de sus aliados, como en el caso del señorío de Tlacopan a partir de la Triple Alianza en 1427 (más Tetzcoco), cuando derrotaran al señorío por entonces predominante de Azcapotzalco.
Acaso hace 500 años, con la caída de México Tenochtitlan y la fundación de la capital de la Nueva España, hoy Ciudad de México, sobre sus ruinas. El 27 de junio de 1526, a Isabel Moctezuma -Tecuichpo Ixcaxochitzin- hija del antepenúltimo tloatoani mexica, le fue otorgada la encomienda de Tlacopan, iniciándose el proceso de mestizaje en esa geografía (entiendo ahora porque hay tanta mujer empoderada, como se dice ahora, por estos rumbos). Leonor Cortés Moctezuma -hija tenida entre Cortés e Isabel, acaso una de las primeras tlacopanenses mestizas-, fue una mujer que devino muy rica. Una de sus hijas, nieta de Cortés, se casó con Juan de Oñate, fundador y primer gobernador de la provincia de Santa Fe, Nuevo México; hoy parte de Estados Unidos.
O acaso, La bella Tacuba se fraguó hace poco menos de tres decenios, cuando en este sitio naciera el autor del libro que hoy se presenta al público.
Acaso se gestó en esos tres momentos históricos y durante el tiempo transcurrido. Como en un proceso de condensación social, humana.
B. La obra.
Hay dos elementos que dan sentido a este libro, el concepto a partir de la filosofía y la historia, y su ubicuidad contemporánea. De allí la introducción a manera de presentación que cuestiona sobre la identidad del ser de la persona, de las personas que han sido Tlacopan y que hoy son Tacuba. El bagaje del pasado, la rica conformación e integración del mestizaje, la práctica de la vida cotidiana, la geografía, la arquitectura, los símbolos, incluso el lenguaje que pueda diferenciar al tlacopanense del tlalpanense o el xochimilca; si es que tomamos por curiosidad y como referencia simplemente una línea del metro, la 2 y su extensión, el tren ligero, de un extremo a otro de la ciudad.
En La bella Tacuba, tras plantear, cuestionar y definir para sí y acaso para los demás coterráneos el asunto de la identidad, Oscar Alfredo Castro Contla procede a retratar el universo contemporáneo de Tacuba y su pasado inmediato. El subtítulo, Crónicas de ayer y hoy, sirve de instrumento al escritor para recrear a Tacuba y su gente, a la familia, los amigos y los amores a la vez de mostrar la geografía y los sitios icónicos o simbólicos donde transcurre la vida, la humanidad. Tales como la Iglesia de San Gabriel Arcángel, la Calzada México Tacuba, el cine porno de Tacuba, hoteles, antros, comederos, el mercado; distintos personajes precisamente de ayer y hoy. Y sin olvidar, por supuesto, la indispensable y ya legendaria cantina del Chin Chun Chan; (hay que ir siempre allí, ¿no?). Olvidaba, por cierto, el Árbol de la Noche Triste; esa noche del 30 de junio al 1º de julio de 1520. Pero me entero que no es singular sino plural porque, con el oficial de Popotla, son tres los ahuehuetes existentes hoy como los posible huéspedes de las lágrimas de Cortés (noche alegre en realidad para los mexicas). Por cierto, ¿recuerdan las exposiciones que durante el gobierno de Marcelo Ebrard se hicieron sobre Avenida Reforma, en particular al paso de la acera junto al Bosque de Chapultepec? Veía una tarde las magníficas copias del México antiguo. Frente a una de ellas, una chica de acento chileno preguntaba a su acompañante por qué al árbol retratado le llamaban el de la Noche Triste. Vacilante, contestó, “aunque se querían mucho, creo que esa noche la Malinche y Cortés se pelearon y éste se puso a llorar”. Quise intervenir como orgulloso conocedor de la historia nacional, pero me contuve. Era mejor no romper el hechizo de la chica, que acaso no me creería o me miraría con desdén por haber desencantado su ya imaginado ideal amoroso. Continué mis pasos.
El libro presenta relatos conmovedores y nostálgicos. Me ha llamado mucho la atención identificar los que he considerado incluso autobiográficos. No quiero citar los títulos para no evidenciar al autor aquí presente, mejor que cada lector los identifique. Lo que sí quiero expresar es que me ha sorprendido gratamente la capacidad de Oscar Alfredo, en estos relatos autobiográficos, para la franqueza, la ternura, el amor fraternal a la familia y aun a las mascotas; a los perros que muchos, por su nobleza y amor sin condiciones, aman más incluso que a las personas. Esta capacidad del franco amor fraternal es algo que se le dificulta a muchos; a mí en lo personal. Y aquí quiero pedir que alguien lea por favor “Posdata”, la última narración del libro, para dar cuenta de esta singular característica del autor. (Lectura de “Posdata”).
No obstante, Oscar no desampara del todo a quienes son reacios a estas emociones sutiles y también aborda el amor sentimental, la sensualidad y aun el erotismo. ¡Y cómo no hacerlo, si también está en el bagaje del mexicano desde tiempos antiguos! Miguel León Portilla, el sabio mexicano, nos legó antes de morir recientemente el libro Erótica nahua. Ahí presenta la extraordinaria historia del Tohuenyo, un vendedor de chiles huasteco que va desnudo al mercado, lo ve la hija del señor Huémac y queda de inmediato prendada. Se tensa, enferma de amor, se le hincha el cuerpo, pues vio a aquel hombre que traía “la cosa colgando”. Cayó en cama “como sintiéndose pobre del pájaro -miembro viril- del Tohuenyo”. Al saberlo Huémac, manda a capturar al hombre pero no lo encuentran. Un día reaparece desnudo en el mercado, lo conducen ante el señor y este le dice que ha enfermado a su hija, que le ha despertado el ansia y él mismo tendrá que curarla; se lo exige.
Y cuando lo habían traído ante él, inmediatamente Huémac lo había interrogado:
-“¿Dónde es tu casa?”
El otro respondió:
-“Yo soy un Tohuenyo,
ando vendiendo chilito”.
Y el Señor Huémac le dijo:
-“¿Pues qué vida es la tuya, Tohuenyo?
Ponte el maxtle, tápate.”
A lo cual respondió el Tohuenyo:
-“Pues nosotros así somos”.
Antecedente sin duda de la frase contemporánea, “¿Si ya saben cómo soy, pa’ qué me invitan?”.
Y pues el pobre hombre se tuvo que sacrificar. Lo ungieron, yació con la chica y la sanó para siempre. Y aquí los que quieran ir a vender chilitos, ya saben dónde queda el mercado de Tacuba… (Ojo, que los tiempos han cambiado).
Aunque no lo crean, esta historia me vino a la cabeza al momento de leer el pasaje de una de las historias amorosas de La bella Tacuba. Cito:
“Todavía recuerdo aquel primer viernes, donde abrazado a ti busqué llegar al final de tu espalda con mis dedos pervertidos y soñadores y lo que me encontré abajo simplemente me decía que bien había valido la pena mi indiscreta inspección”. Y yo todavía continúo preguntándome hasta hoy qué es lo que encontró el galán. A ver si nos lo revela el autor, aquí presente.
Pero no todo es amor y sufrimiento y recreación artística. Como bien escribió Friedrich Nietzsche, el sueño y la embriaguez nos retrotraen de la crueldad de la existencia. Así que volvamos al Chin Chun Chan –al 3Ch, como le hemos bautizado B. Sayas y yo-. Y quiero leer, para concluir, el texto que abre el libro después de la introducción. “Chin Chun Chan” (De cuyo posible origen en la exitosa revista musical de 1904 del mismo nombre –José Francisco Elizondo y Luis G. Jordá-, no hablaremos hoy). Lo he elegido por la cercanía con los personajes involucrados. Y porque muy bien puedo interpretar al narrador; recrear el acento “che” de Martín Fierro, Don Segundo Sombra, Borges, Maradona y Alcia B. Sayas. ¿Y por qué no?, puedo también intentar la voce de Don Alfredo, esa que parece que cada vez que abre la boca va a entonar, “a echarse” una de José Alfredo en voz de Javier Solís en el karaoke del 3Ch.
(Lectura del “Chin Chun Chan”).
Brindemos pues por La bella Tacuba, el primer libro de su autor, Oscar Alfredo Castro Contla; con el augurio de que pronto le siga un segundo. Todos al 3Ch, pues. Y como dijera otro buscador de identidades citadinas recién fallecido, el cantor de Tepito, Armando Ramírez el “¡uy, uy, uy!”, el “¡ay, ojitos pajaritos!”: “total, ¡qué tanto es tantito!”. ¡Salud!
La bella Tacuba. Crónicas de ayer y hoy. Castro Contla, Oscar Alfredo. 2019. Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. (Texto base para la presentación del libro el 25 y 30 de octubre de 2019; Sala de Arte, Cultura y Ciencia Tlacopan y el Chin Chun Chan).