La responsabilidad de AMLO, sobre el uso del cubrebocas.

Una vez más, la necedad no descansa, no se cansa. En columna pasada establecí que al regresar a la actividad una vez recuperado del Covid, el presidente tendría que asumir su responsabilidad, corregir un error y utilizar el cubrebocas como ejemplo del líder con millones de seguidores; la mayoría de ellos incondicionales, y que harán lo que él así sea equivocado. Regreso al punto porque dentro de mi perspectiva de “apoyo crítico y crítico apoyo” al actual proceso de cambio, no puedo traicionar lo ya establecido: López Obrador, como presidente responsable, tendría que utilizar la mascarilla; cuando menos como ejemplo, si es que duda de lo razonable.

Pues ha regresado y ha dicho, incluso de manera retadora, que no lo usará. Y argumenta en contra de la oposición, el porqué de sus ataques y su crítica, que no quieren el cambio ni la cuarta transformación de la vida pública de México. Pero se equivoca López Obrador, “mete en el mismo saco” a la oposición dañina, “mala leche” y a sus votantes y simpatizantes críticos, que son millones.

México no uso el cubrebocas a tiempo

Todo empezó con vaguedad en febrero-marzo de 2020. Se escuchaban alarmantes pero lejanos los ecos asiáticos de la pandemia que después fueron intensamente europeos. Las medidas tomadas en México, aparte de la preocupación por ampliar la capacidad hospitalaria, fueron tibias en un principio; entre ellas, se desdeñó la mascarilla como un elemento importante. Así, la pregunta crítica en este punto es: ¿quién convenció a quién de no usar el cubrebocas en México como un auxiliar en el combate al contagio, López Gatell a López Obrador o al revés? Tengo para mí ahora que ha sido el político quien se ha impuesto al médico aunque en un principio hayan estado básicamente de acuerdo.

Y es así porque bajo presión de los medios y, sobre todo, a causa del comunicado de la primera semana de junio de 2020 de la Organización Mundial de la Salud, que recomendaba el uso de la mascarilla como un auxiliar importante para el combate del contagio junto con los otros cuidados ya conocidos (lavado de manos, distancia física, cancelación de reuniones masivas, etcétera), que reducía incluso hasta un 20% el nivel de propagación (que considerando las cifras de cientos de miles y millones es importantísimo), López Gatell tuvo que modificar su discurso, primero de manera ambigua, después un poco más seriamente. Pero no así López Obrador, que continuó empecinado en su decisión carente de una razón radical en su certeza: no la usaría.

Y no lo usó antes de su enfermedad ni lo usará. Y no pocos de sus seguidores están molestos con él (de los opositores se entiende por descontado), pues además de hacer gala de necedad exhibe una actitud infantil e irresponsable a final de cuentas.

La segunda ola de Covid-19

Continuando la suma en abono al cubrebocas, la OMS promovió, a las puertas de la “segunda ola del Covid”, una campaña en favor del adminículo como una acción solidaria: “si lo usamos, yo te cuido y tú me cuidas”. En relación a este instrumento, en México la población se ha comportado de acuerdo al pulso ambiguo en un caso, errático en el otro, y pues ahí tenemos que fácilmente se superarán en los próximos meses los 200 mil muertos. Por supuesto, no dejaremos de considerar los otros factores en juego: comorbilidades, estructura hospitalaria heredada insuficiente, insuficiencia médica, nulo desarrollo científico, conducta social relajada, etcétera.

Entonces, ¿qué queda para los simpatizantes de AMLO indecisos ante el uso o no del cubrebocas? Afianzar en lo personal y lo colectivo si se puede, la necesidad de usar el adminículo y dar ellos el ejemplo al presidente y a todo el equipo cercano que desvergonzadamente tampoco lo usa. Resulta extralógico, cuando el equipo del gobierno federal va de gira a los Estados, ver cómo todos portan la protección menos ellos. Siquiera por mínimo respeto y empatía tendrían que usarlo si es que no lo harán como ejemplo a la población.

Y no se justifica ese argumento de López Gatell y otros políticos, ese sí “ramplón”, de que el “cubrebocas da una sensación de falsa seguridad”, porque entonces estamos ante el trato de idiotas a los mexicanos.

Ha sido un error no integrar el cubrebocas como un elemento de alta seguridad en la propagación del virus; en un país con tantos millones, es indispensable. Los países asiáticos han dado el ejemplo incluso desde mucho antes de la primera pandemia del siglo XXI. 

Habría que aprender de ellos de manera urgente y permanente.

Mi videocolumna sobre el tema: