Estábamos mejor como colonia española que bajo el Imperio de los Estados Unidos, así que podríamos solicitar a sus graciosas majestades que seamos re-aceptados como país dependiente.

Para empezar, todos hablamos español, lo cual facilita el diálogo entre soberanos y vasallos. El idioma en común es una ventaja, pues la mayoría de nuestros delincuentes prófugos, podemos atraparlos en España: Lozoya, Moreira, Alonso Ancira, el “Porky” Diego Cruz Alonso, el narco Juan Manuel “Mono” Muñoz, etc., quienes, por no haber pasado el nivel básico de Inglés, se les puede apañar fácilmente en un chiringuito, tomando manzanilla.

Tomemos en cuenta de que los españoles no nos discriminan (pues ellos mismos son discriminados por los europeos más rubios, altos y portentados, quienes consideran que África comienza en los pirineos), y si quisieran impedirnos la entrada, estaría muy difícil que pusieran un muro en las costas de Portugal.

Donald Trump le impide el paso a los mexicanos y musulmanes que quieran trabajar allí o visitar Disneylandia. Los musulmanes conquistaron España durante ocho siglos, por lo que sería imposible que no estuvieran mezclados con la población; además, la migración de los árabes por toda Europa no se ha detenido, de manera que, mexicanos y musulmanes, podríamos unirnos para tomar la Casa Blanca.

Los Estados Unidos son tan gandallas que se apropiaron del nombre de todo nuestro continente para bautizar a su país: América (como escribió Julio Camba: “Estados Unidos no es el nombre de un país, es la ausencia del nombre de un país; es como llamarse una región arriba a la derecha”). España no se hace llamar Europa.

Los Estados Unidos, a la vanguardia de la tecnología y las modas populares, no es un país de mentalidad abierta y moderna, sino que la mayoría de sus habitantes son tan conservadores como las de cualquier habitante de un municipio del Bajío; lo mismo que España, con la diferencia de que nuestra Madre Patria no es hipócrita ni oculta su conservadurismo, sino que orgullosamente tiene costumbres medievales, como las corridas de toros y una monarquía sacada de un cuento de hadas (que alternan con lo mejor que tienen los Millennials: las tocadas de música electrónica, afamadas en Ibiza).

Como colonia española no pagaríamos la entrada para ingresar al Museo del Prado o al Reina Sofía, y perteneceríamos a la Unión Europea, que ganara el Premio Nobel de la Paz en el 2012, a diferencia de los Estados Unidos, que gobierna con odio, pensando en invadir países y vender armas.

Un país cuya gastronomía consiste en hot-dogs y hamburguesas es proclive a la psico-patología, a diferencia de una cultura culinaria sibarita y refinada que se agasaja con paellas, jamones y vinos.

Por ello, ¡hagamos que la Corona sea grande otra vez! (evidentemente, no la corona-virus).