Llevamos días escuchando la exagerada propuesta de Donald Trump, algo que al principio no me llamó la atención e incluso interpreté como una exageración de los medios. El discurso que tanto se publicitó tenía el agregado atribuido a Trump "asumo que hay algunos que son buenos". Es claro que para él, el mexicano promedio es el malo y no al revés pero de cualquier manera parecía un absurdo. Ahora resulta que ese absurdo comentario le ha dado el éxito político.

Quizá sea algo que pasa en todos lados. En México, muchas personas  que ven en las campañas políticas la oportunidad de hacerse de algo (láminas, cemento, dinero, etc.) tienen la firme convicción que "es mejor quitarles un poco porque de todos modos van a robar".

Por otro lado, también existen políticos miserables que actúan convencidos de que "entrar a la política es igual a batirse de lodo y es hora de que nos toque algo".  Pero aunque esto sucede, no es la regla; pero parece que sí demuestra que es la regla en el contexto electoral. ¿Qué quiere decir? Que las campañas se hacen para el que vota, el que vota quiere algo y y el que quiere el voto tiene que hacer algo por ese voto. Eso no significa que todo el entramado político sea igual porque hay políticos de quienes pocos sabemos o lo que  sabemos de ellos lleva el estigma del Partido Político al que pertenecen pero su trabajo supera mucho la expectativa.

Lamentablemente, lo que permea, lo que llama la atención siempre es lo más evidente y no el fondo o, en términos platónicos, la "esencia" aunque uso este término no en sentido metafísico sino para designar un origen no visible pero significativo.

Es decir, lo que está detrás del "odio" de Trump es un interés personal por lograr una candidatura y, como buen mercader, está satisfaciendo las necesidades ideológicas de los "votantes" que, dicho sea de paso, temen mostrar su odio, son cobardes, son odiadores hibernando en su guarida y en él han encontrado la expresión de su "alma" (leáse "complejos").

Por otra parte, no se trata sólo de mexicanos y mucho menos sólo de violadores y narcotraficantes. Pero, más allá, no se trata sólo de inmigración sino de globalización y es ésta la verdadera causante de todo, y el propio Donald Trump es artífice de ésta ¿se lo imaginan diciendo que "la globalización es la causa de todo lo peor que hay en el mundo"? Nadie escupe hacia arriba.

La globalización, y no otra cosa, es la causante de que el consumo determine las formas de vida. Donde se concentra la riqueza, se concentran los bienes, mientras que en países como México y en otros en situaciones mucho peores como los del continente africano, la pobreza y la marginación es el pan de todos los días. Ante todo esto no queda más que la supervivencia y ella depende de las oportunidades.

Estados Unidos es el país de las oportunidades pero también el país de la concentración, del consumo desmedido, del egoísmo nacional más grande del mundo y bien camuflado. Estados Unidos para muchos es símbolo de paz pero es paz a costa de una mayoría desterrada en su propio país. Desterrada del fruto de su suelo, desposeída del fruto de su trabajo, desprendida del fruto de su vientre. Sí, porque serán sus hijos quienes culparán a sus madres y a sus padres del mal futuro que en realidad es causa de la globalización.

Y la globalización la tenemos encima, es esencia de nuestros días y será la causa de nuestra muerte y de un futuro probablemente más miserable de lo que debería.

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