Hay que decirlo y resaltarlo con letra mayúscula antes de comenzar con esta columna: el presidente Obrador no tuvo nada que ver en las designaciones; le creo porque lo ha repetido una y otra vez; en lo personal confío en él. Asimismo, sigo confiado y motivado en la agenda de la 4T. Su esquema reformista es óptimo e integral. México en su gestión activa, avanza a pasos agigantados.

Desde diferentes ámbitos señalaron a Gabriel García Hernández, coordinador de los programas federales del gobierno del presidente Obrador, como uno de los actores principales que metió presión en la voluntad y la participación “democrática” de un sondeo que jugó con árbitros simulados a través de la Comisión Nacional de Encuestas para designar a los precandidatos de Morena en distintas entidades.

El poder de Palacio Nacional tuvo consecuencias inmediatas por el cargo que ostentan desde la administración pública federal. Es penoso y socavó la supuesta autonomía de un órgano colegiado incapaz de incumplir con la voluntad de las mayorías.

Y es que de pronto todas las direcciones apuntan a Gabriel García Hernández como uno de los padrinos políticos de muchos delegados de los programas federales para que fuesen los perfiles seleccionados en el ejercicio democrático que vivirá nuestro país en el mes de junio. No es la primera vez que sucede; a partir del seno de Morena miembros activos divulgaron que, desde a dentro y fuera del partido, el funcionario estaba decidido a jugar una especie de juez a fin de palomear o proponer candidatos bajo el flujo de la presión,

Ello implicó que fuese señalado en distintos espacios de la prensa nacional y por especialistas en las columnas de opinión, como uno de los orquestadores que influyeron en la toma de decisiones. Asimismo, se agudizó el señalamiento luego de que muchos actores que se registraron en sus entidades, habían mostrado interés, pero sobre todo, capacidad para ganar la encuesta de Mario Delgado. Sin embargo, no mostró vocación y honestidad, y todo apunta a que los vicios del pasado transitan por la dirigencia nacional del partido guinda.

A consecuencia de eso, Morena enfrenta una división que parece intensificarse por el descontento y la decepción de una estructura que, en teoría, dijo salvaguardar siempre los derechos democráticos del colectivo. En muchas entidades existe un desangelado momento lleno de tristeza por las imposiciones que se efectuaron; más allá de esas cuestiones lo hemos dicho una y otra vez: muchos perfiles tienen bien merecido su nombramiento oficial, se lo ganaron con determinación.

Otros gozaron del beneplácito que les brindó la injerencia de personajes que manosearon el proceso desde Palacio Nacional, al menos eso es lo que han señalado. Se optó por no mostrar cifras palpables y el fundamento que existe a priori de causas que con antelación divulgaban un resultado contundente en favor de los posibles ganadores, refuta los resolutivos que fueron únicamente nombrados de viva voz de Mario Delgado. Constancias no hay, resultados físicos menos, la palabra del presidente nacional está en tela de juicio.

En fin, se han definido ya los precandidatos en medio de la incertidumbre y la disyuntiva, no obstante, queda el sabor amargo de la descomposición que predominó a través de las esferas del poder público; creo que, aquí, realmente el presidente no tiene nada que ver, el papel determinante salió desde otros pasillos y bajo el protectorado de funcionarios de primer nivel que tejieron una operación minuciosa pero al final decisiva para inclinar la balanza.

A partir de ese proceso, muchos siguen apuntando a Gabriel García Hernández como el funcionario me meció la cuna en Morena. ¿Será? Dicen que cuando el rio suena es porque lleva agua; él sostiene que no, habrá que dejar que poco a poco se destape los vínculos y las pruebas del asalto que tuvo la decisión a través de una dirigencia endeble y blandengue que favoreció inmerecidamente a algunos perfiles, no todos, aclaro.

Pruebas, los únicos testimonios que pudiesen respaldar eso, es un sinfín de estudios que se efectuaron de casas encuestadoras de renombre y prestigio que están, incluso, registradas en el Instituto Nacional Electoral. Justamente muchos de ahí han sostenido la hipótesis irrefutable de la imposición; es inverosímil que de la noche a la mañana hubiesen rebasado los pronósticos.

No cabe duda que Porfirio Muñoz Ledo tenía razón: estamos en una elección de Estado y en medio de una ofensiva orquestada no por el presidente, sino por sus funcionarios que ya cortejan al partido con miras al 2024.

El presidente es ajeno a estas decisiones. Le creo. Es honesto y lo ha demostrado.

En este momento las decisiones erróneas salen de una cúpula con signos de autoritarismo e influyentismo al más puro estilo del viejo régimen priista.

NOTAS FINALES

Me dio mucho gusto que una generación de jóvenes talentosos se registrará en Morena para contender por puestos de elección popular; tocó el turno de los espacios legislativos para conformar una nueva legislatura en 2021. Entre ellos, Antonio Attolini y Andrea Chávez que estoy seguro triunfarán. Son activos, aguerridos y tienen elocuencia, asimismo, sostienen ideas novedosas y claras sobre la verdadera 4T que encabeza el presidente Obrador: personaje intachable y honesto de México.