“Todos los hombres son dioses para su perro. Por eso hay gente que ama más a sus perros que a los hombres”  

Aldous Huxley

 

 

Amo a los animales. Tengo y he tenido en la vida varias mascotas por las que he tenido un afecto especial y no tolero que les maltraten.

Sin embargo, en la actualidad se ha dado la tendencia de un excesivo amor hacia los animales que en ocasiones raya en lo inaudito.

Porque sí, hay que buscar las formas de que no se trate mal a los animales, pero nunca anteponiendo ello al bienestar de las personas.

En tiempos cuando los recursos públicos son limitados, llama la atención el destinar presupuesto, personal y equipos a algunas tareas.

En el gobierno de Nuevo León existe una Dirección de Bienestar Animal que desarrolló una aplicación para realizar un censo de mascotas y a través de ella denunciar si las maltratan o buscar que las adopten y hasta recomendaciones de profesionales en su atención.

Suena muy bien, pero estaría millones de veces mejor si ese tipo de esfuerzos, ese personal, equipo y materiales, se dedicasen primero a los niños, a los adultos mayores, a las personas con discapacidades, para los cuales no existe un trato similar.

Sí, es cierto, hay apoyos del DIF y otras instancias, pero no se promocionan con la vehemencia vista en los últimos días. Aquí hay hasta parques especiales para mascotas, pero no existen parques para niños con capacidades diferentes.

No hablo de desatender el tema, sino de ubicarlo en una dimensión en la que se establezca la escala de valores en su justo sitio.

Hablo de establecer prioridades y no es con una aplicación y una oficina burocrática entera como vamos a resolver el maltrato animal. Es necesario actuar como seres racionales, con inteligencia, diseñando estrategias para crear conciencia, porque un empleado detrás de un escritorio no acabará con las malas prácticas.

Ojalá un día nuestros políticos entendieran que hay que ser más humanos y menos animales.