En el purgatorio
Imaginemos a Enrique Alfaro, ya como gobernador electo de Jalisco, escribiéndole una carta a Andrés Manuel desde las escaleras del purgatorio.
Los mismos pelaños descritos por Dante en su Divina Comedia, evocando el canto XXVI, donde se menciona a los conductores y políticos que no actuaron con las armas o con el coraje personal y prefirieron la agudeza de la inteligencia.
Infortunio para aquellos que usaron la “astucia con alevosía” y, con ello, abusaron de su inteligencia en contra de sus gobernados.
Alfaro es quien escribe, porque no se entendería esta epístola pronunciada por un gobernador de Morena, así como tampoco de los otros tres que ganaron de la oposición.
Los razonamientos
Señor presidente electo, salimos los dos vencedores de una de las elecciones más concurridas y votadas de la historia de México.
La verdad es que Usted no enfrentó gran competencia, pero este humilde político —también de izquierdas— tuvo que remontar alianzas fallidas y un largo número de adversidades para poder ganar.
Ya siendo gobernador electo de Jalisco, me permito dirigirme a usted para sugerirle que no me ponga a mí y a los demás gobernadores a su delegado especial.
Es cierto, Usted podrá aducir que eso de los delegados no es una figura nueva (es producto de un hoy desahuciado Revolucionario Institucional) y que reducirá, a uno solo, el gasto de 30 o más delegados federales (entre secretarías y otros organismos) que hoy tenemos en cada entidad federativa. Además, podrá decir que con eso se abrirá un canal directo de interlocución entre los gobiernos estatales y la federación.
Yo le podría contestar que esa figura no está prevista en la Constitución (no se aceptan figuras intermedias entre gobierno federal y entidades federativas) y que vulnera el pacto de federalismo que defendemos en esta república aún laica.
Y es que los coordinadores del gobierno federal en los estados se asemejan a un jefe político. Parafraseando a Isaac Katz, “se convertirán en comisarios políticos que violentarán el pacto federal, particularmente en lo correspondiente al acuerdo fiscal”.
De hecho, lo mismo me puede Usted decir de las representaciones que mantenemos los estados en la Ciudad de México y que significan un gasto superfluo e innecesario. Sí, yo mismo me pregunto qué podríamos hacer con la representación de Jalisco que está tan [súper recontra] bien ubicada en Polanco. ¿Venderla, hacerla museo, aún mejor, poner una degustación de tequila permanente (algunos les llaman cantinas)?
No lo sé. Pero, tanto el comisionado único como los delegados estatales en la capital, son una burla del pacto federal que encauza esta República.
Así es como me permito, señor presidente, invitarlo a que no ponga de forma arbitraria a estos virreyes alternos y que nosotros no pongamos a estos seudo representantes.
Sí, sé que desde Fox, los gobernadores se han ganado a pulso el término de “virreyes” y, no, tampoco es una buena opción que continúe esa figura... Sin embargo, con aquellos coordinadores, solo se pasaría de tener un gobernador virrey al coordinador virrey. Lo que es peor, sería una desgaste constante entre dicha figura y cualquier gobernador, pues el primero tendría el apoyo irrestricto de la federación y se volvería como un gobernador real en términos fiscales, económicos y de apoyo federal...
La propuesta
Sé que Usted no quiere pleito. La verdad es que yo tampoco. Por lo mismo, aquí le paso una propuesta: retiremos todas las casas de representación estatal en la CDMX y quite Usted a los delegados del gobierno federal que hoy existen en las entidades. A la figura de futuro coordinador (que tienen ya hasta nombre en todos los estados), no la quite si Ud. así lo considera, pero sugiero sea nombrado de forma conjunta.
Esto es, designar a una persona con la cual podamos realmente trabajar de ambos lados. Quien entienda que no debe usurpar funciones descritas en nuestra Carta Magna y pueda dimensionar que su encargo no es posicionarse para ser un próximo gobernador. ¿Casos? Delfina en el Estado de México, Abdalá en Puebla y, así, una larga lista.
Sí, es necesario y hoy imprescindible trabajar de forma conjunta y ordenada, pero sin continuar violentando la misma esencia de la Federación y deshaciéndonos de toda la burocracia que —en el mayor de los casos— se ha convertido sólo en lapas del estado mexicano.
Es momento, señor Presidente electo, de que trabajemos por este país, que le urgen estrategas que construyan futuros, y no más futuras candidaturas. Que disminuyamos la dieta gubernamental, pero no las facultades y responsabilidades de las entidades federativas y de la Federación en su conjunto. Sólo así, podremos utilizar la inteligencia para construir y no para avanzar sobre el contrario.
Sin ficciones, dejarnos de ofurrencias y que la simplificación burocrática se dé realmente para mejorar la gestión y la coordinación gubernamentales:
Solo así, al llamarnos respetuosos del Federalismo, podremos lograrlo. Solo esta será la mejor manera.
Sin más, me despido atentamente.