La verdad es tan solo una ventana a través de la cual un observador establece una relación con lo que ve, incluso aun cuando una colectividad se asome a través de ella, cada quien verá lo que quiera ver. A mí me ha tocado ver esta historia desde diversas perspectivas y una de ellas la que se guarda la piel, la que modifica un camino que habías calculado. Al final he de enunciar una vez más que no todo es lo que parece y que el relato que Noroña hace en este libro, sumado a mi propia experiencia, me hace mucho más sentido que la verdad oficial que se manejó, que es más un cuento de hadas, donde la justicia existe y es la voz de la contraparte la que festeja la victoria.

A un poco más de un año de la detención de los 11 presos políticos del 20 de noviembre, llega a mis manos este libro, es raro, me siento en este momento desasociada completamente de mi personaje ahí, y con el que debería identificarme, es cierto, es una herida fresca, suma de distancia y cercanía: ominoso (como diría Eloísa Mora Ojeda). Pero comienzo a leerlo, como un suceso, al que es menester mirar desde diversas perspectivas de forma objetiva, entonces me despojo de la historia que me vincula con mi querido amigo Moro —uno de los personajes centrales de la historia y por la que llego a formar parte de los personajes del libro— y juego entonces con todas las conexiones que me vinculan con la historia, ¡que son más de las que yo pensaba!, hasta que por fin caigo en cuenta de una realidad que sobrepasa la historias de las subjetividades y que se teje a un plan cuya dimensión me asusta contemplar, sobre todo porque es casi imposible pensar que existan tantos seres humanos haciendo cálculos tan macabros, para el futuro de México, y de cada uno de nosotros como sujetos. Aun con todo el dolor de mi corazón, porque cierto es que me duele todo lo que acontece en este país — más allá de lo que expreso— he leído hasta la última línea, además de la gran admiración que ya tenía hacia Gerardo, (compañero de mi entrañable amiga Emma Ocampo, quien por cierto lo acompañó letra por letra en la escritura de esta historia), se suma mi respeto por continuar levantando la voz, aun en auditorios repletos de sordos, creo entonces en que quizá sea más cómodo ser sordo, ciego, mudo; para todos los demás este es un registro que hay que leer, porque la realidad en este país, supera a la ficción, por mucho y no, no podemos callarnos.