No es por dar ideas. De ninguna manera creo que mi ocurrencia esté en los planes del presidente López Obrador. Pero me pregunto si le habrá pasado por la cabeza la posibilidad de hacerlo. Creo que probablemente sí. Tiene riesgos enormes una acción de esa naturaleza, pero también ofrece ventajas nada despreciables. En política, no lo olvidamos, los caminos más largos a veces son los más cortos, y viceversa.
¿De qué estoy hablando? De que Andrés Manuel tomara mañana un vuelo comercial a la ciudad de Reynosa, fronteriza con McAllen, con el único propósito de despedir personalmente —desde luego con educación y amabilidad— al todavía presidente de Estados Unidos. Y es que, como ha trascendido, Donald Trump aterrizará este martes en Álamo, Texas, localidad ubicada a pocos kilómetros de algunos puentes internacionales en los que ambos mandatarios podrían darse la mano —o saludarse a sana distancia rozando sus codos—.
La foto daría la vuelta al mundo. Especulaciones sobrarían, particularmente la de que AMLO prepara asilo político para Trump, una tesis absurda que ya difunde mucha gente sin información, pero con gran imaginación.
Aunque no me gustaría ver a Donald Trump tomando la copa como cualquier vecino en los bares de Polanco, paseando por la playa en Los Cabos o jugando golf en el Club Campestre de San Pedro Garza García con los meros meros de la ultraderecha regia, no dejo de pensar en lo gracioso que sería tener asilados al mismo tiempo en nuestro país al magnate que nunca debió haber llegado al gobierno de Estados Unidos y a la otra persona a la que Andrés Manuel ya ofreció protección, Julian Assange, el periodista ejemplar que Joe Biden indebidamente considera un terrorista de alta tecnología.
Tendría desventajas un saludo de última hora entre AMLO y Trump. Claro que sí. Complicaría muchísimo el arranque de la relación con el próximo presidente estadounidense, Biden. Pero, al mismo tiempo, sería una demostración de brutal independencia de parte del presidente mexicano. Ya lo fue el hecho de haber ofrecido refugio a Assange, algo que no gustó a los expertos en diplomacia y análisis internacional. Pero un saludo fronterizo sería otra cosa. Y es que por fuerte que sea el desprecio de Biden a Assange, debe ser nada comparado con el que siente por Trump.
Los testículos del toro bravo
Podría Biden, en efecto, tomar nota del doble agravio —en realidad triple: (i) ofrecer asilo a Assange, (ii) condenar a Facebook y Twitter por bloquear las cuentas del anaranjado personaje y (iii) posiblemente saludar a Trump en alguno de los puentes internacionales de la zona de Reynosa— ; y, después de tomar nota de lo anterior, el presidente Biden podría inclusive considerar ejercer algún tipo de represalia contra México. Es lo que ha dicho en Nexos mi amigo Jorge El Güero Castañeda, excanciller: que no conviene a nuestro gobierno “jalarle casi diario los testículos al toro” porque el presidente electo de Estados Unidos “tiene fama de mecha corta”.
Tener la mecha corta significa ser enojón, impulsivo, malhumorado, temperamental, gritón o berrinchudo. No dudo que el presidente Joe Biden, como ser humano, sea todo eso y más. Pero nadie gobierna con el hígado o las vísceras, menos aún un hombre como Joe Biden quien tiene como principal activo personal su larguísima experticia en el sector público de su país. Castañeda tal vez no lo entienda porque él mismo es irascible y su única participación en un gabinete presidencial fue con Vicente Fox, quien era puro capricho y, además, hacía exactamente lo que le ordenaba su absolutamente inestable esposa, Marta Sahagún.
No se va a dar —no creo que Andrés Manuel lo haga, claro que no, aunque seguramente lo ha pensado—, pero una foto en el puente internacional de Reynosa con AMLO y Trump sonrientes sería nota mundial. Y, por supuesto, sería vista por millones de personas de origen mexicano que viven en Estados Unidos, quienes seguramente detestan al loco que buscó un golpe de Estado al llamar a atacar el Capitolio, pero que confían en Andrés Manuel y entienden que a veces el gobernante de México debe demostrarle al de Estados Unidos que actuará con independencia. Es decir, no sería tan sencillo para Biden ponerse berrinchudo con un presidente vecino al que tanto respetan millones de mexicanos —o de padres mexicanos— que trabajan, residen y aun nacieron en el vecino país.
Mi posición
√ ¿Estoy de acuerdo con ofrecer asilo a Julian Assange? Sí, por supuesto. Es un héroe de la libertad de expresión, no un villano.
√ ¿Estoy de acuerdo en cuestionar a los directivos y propietarios de Facebook y Twitter por bloquear las cuentas de Donald Trump? Pienso que Andrés Manuel no debió meterse con ellos porque nada más administran empresas privadas que fijan reglas a sus usuarios, y el todavía presidente de Estados Unidos las violó.
√ ¿Veo probable que AMLO alcance a Trump en el puente internacional de Reynosa o en algún otro? Lo veo bastante improbable.
√ ¿Por qué especulo con un saludo de última hora AMLO/Trump? Porque me ha parecido una idea interesante que invita a la reflexión y también porque, naturalmente, no rompo ninguna ley al hacerlo.
√ ¿Cómo juzgaría yo al presidente López Obrador si mañana saludara al presidente Trump en la frontera tamaulipeca? Muy positivamente. Pensaría que Andrés llegó a una conclusión razonable: la de que, para verdaderamente hacerse amigo de Biden, lo más conveniente sea optar por el camino más corto, que bien visto es la muy larga y complicada ruta de la independencia política, esto es, la de empezar una relación con alguien tan fuerte marcando claramente la raya que divide a la amistad de la sumisión.
A veces las mejores y más duraderas amistades se construyen cimentadas en gestos iniciales de cierta agresividad, como enseñar los dientes al otro. Frente a alguien tan poderoso conviene invariablemente montarse en los principios y hacer lo que uno considere conveniente, moleste o no al dueño del mundo.