La Navidad nunca me ha gustado. Como ateo me molesta un poco tener que festejar el nacimiento del inexistente hijo de un —también inexistente— dios.

El hecho es que sí celebro la Navidad, sobre todo por los regalos. De niño no recibí tantos como hubiera querido, pero he disfrutado los muchos que Santa Clos trajo a mis hijos y los —todavía más numerosas y muchísimo más sofisticados— que ahora entrega a mis nietos.

Planeé pasar buena parte de la mañana con mis cuatro nietos mayores, hombres todos. Hay un quinto, pero es bebé. Pronto llegará una niña a la familia: ya era hora.

Pero a los pequeños había quedado de verlos a las once AM... Despierto desde antes de las cinco de la madrugada, mientras llegaba el momento estelar del día, me entretuve leyendo a la gente que opina en redes sociales.

Dos comentarios llamaron mi atención: el primero, de admiración a Isaac Newton; el segundo, una fea calumnia para dañar a Beatriz Gutiérrez Müller.

Desde la noche del 24 de diciembre había visto en Twitter que Isaac Newton era tendencia. No pocos usuarios ateos de esta red social celebraban el cumpleaños de alguien, desde el punto de vista de ellos, más importante para la humanidad que Jesús.

Confieso que eso me alegró: las manifestaciones ateas siempre me generan placer. Pero debo admitir que se trataba de una tontería producto de una especie de confusión irrelevante.

Se supone que Newton nació el 25 de diciembre de 1642 del calendario juliano, que corresponde al 4 de enero de 1643 del calendario gregoriano. ¿Y qué con eso?

Newton realizó extraordinarias aportaciones al conocimiento, pero lo mismo hicieron otros científicos de su estatura: Galileo, Einstein, Tesla, Copérnico, Arquímedes, Galois y algunos más. Ninguno debe ser adorado como divinidad.

La calumnia contra Beatriz tenía que ver con la blusa que vistió para pronunciar al lado de su marido —el presidente Andrés Manuel López Obrador— un mensaje al pueblo de México por la Navidad.

Alguna persona dijo que la prenda de la señora Gutiérrez Müller era de la marca Gucci y costaba casi 40 mil pesos.

De inmediato pensé que esa era una información falsa, no porque sea especialista en los precios de las blusas de mujer, sino porque sé que Beatriz jamás compraría algo tan caro.

Más tarde este 25 de diciembre Beatriz Gutiérrez probó que pagó por la blusa nada más 1 mil 300 pesos, es decir, el 3% de lo que aseguraba la calumnia.

La blusa

Beatriz es muy buena persona, me consta. En su vida privada, lo mismo que como figura pública, guía todo lo que hace en principios éticos que no traiciona. Además, es una mujer preparada e inteligente que ha sido fundamental en el éxito de su esposo en la política. ¿Por qué la atacan tanto y con tanta saña en las redes sociales?

La pregunta anterior tiene solo una respuesta: como AMLO parece indestructible —las excesivas críticas y los cada día más numerosos y fuertes insultos que recibe, no disminuyen su aprobación, sino que la aumentan—, entonces los enemigos del actual gobierno buscan golpear al presidente de México por la vía de tratar con crueldad desmedida a su familia, particularmente a su compañera.

Creo que esa es una mala estrategia. Las mentiras y las ofensas tan burdas contra Beatriz la fortalecen. Los opositores a la 4T están logrando con las campañas de Twitter diseñadas para destruir a la esposa de Andrés Manuel, exactamente lo contrario de lo que pretenden.

En fin, lo mejor de este viernes 25 de diciembre fue que pasé algunas horas con mis cuatro nietos mayores. Hay un quinto, de menos de un año —también hombre— que por su edad no está en condiciones de correr como los otros.

La pasamos bien, pero descubrí que el día de Navidad, al menos durante el tiempo que pasaron conmigo, ellos ni siquiera se acordaron de los tecnificados juguetes que les trajo Santa. Durante casi tres horas solo recurrieron a unas cajas de cartón para deslizarse, ¡numerosísimas veces!, por la pendiente de un pequeño jardín. Las cajas eran naves espaciales que competían en algo así como la Fórmula 1 de las galaxias. Mi única función era la de vigilar que no golpearan al más chico, pero en realidad él sabía cuidarse a sí mismo bastante bien.

Cuando ya no pude más, los obligué a dejar esa actividad, recogí los cartones —para no dejar basura abandonada—, los llevé a sus casas y ya en la mía volví a ver Twitter; Beatriz ya era tendencia, pero de Newton ya no se hablaba.

Le faltó fuerza tuitera al gran científico, quien por cierto vivió también en una época golpeada por la pandemia, otra pandemia: los virus, por lo visto, son el único y verdadero infierno.

Antes de que terminara por convencerme de que Twitter es el reino de la calumnia —en serio, se pasan al atacar a Beatriz— vi una tendencia útil para todos en el México de hoy, la de #LadyCubrebocas, por dos mujeres majaderas y arrogantes que respondieron con obscenidades cuando se les pidió usar la mascarilla; a la primera en el Parque la Mexicana, para que no regara por los andadores su saliva posiblemente contaminada; a la otra en unos cajeros automáticos, que ojalá alguien haya desinfectado. Vale la pena exhibir a quienes nomás no saben comportarse. Una buena para Twitter.