Kleenex dejó de ser una marca para convertirse en un término genérico. Con este la gente de numerosos lugares identifica algunos productos de limpieza: pañuelos desechables, papel higiénico, toallas de papel y pañales.

En política todo el mundo es un kleenex. Inclusive lo ha sido el hombre más poderoso del mundo, Donald Trump.

Perdió las elecciones y hoy lo tira a la basura el sistema de Estados Unidos que en más de un sentido lo usó para limpiar sus miserias.

Ayer miércoles 5 de noviembre de 2020 debió haber sido el peor día en la vida de Donald Trump.

Tres importantes cadenas de televisión interrumpieron su discurso. Es decir, lo desecharon como kleenex, papel higiénico o pañal.

El anaranjado personaje, superado por Joe Biden en los comicios, quiso difundir a nivel nacional un mensaje para convencer a la sociedad norteamericana de que hubo fraude en las elecciones presidenciales estadounidenses del pasado martes .

Las televisoras MSNBC, NBC News, ABC News y Univisión cortaron a Trump porque los directivos editoriales de tales empresas mediáticas consideraron que mentía.

Hasta Fox News, compañía tan cercana a Trump, calificó de mentiroso al todavía presidente de Estados Unidos.

Protestará Donald Trump —el derecho al pataleo es sagrado—, pero ya tendría que darse cuenta de que perdió, que no es útil, que se ensució de más y que la sociedad que lo encumbró ya lo está desechando.

Desde luego, en su momento, cuando deje de ser funcional, Estados Unidos desechará al señor Biden. No hay político, por poderoso que sea, que se salve de correr esa suerte.

Más tarde o más temprano todas las personas de poder lo pierden y es entonces que empiezan a pagar impresionantes facturas cuya existencia ignoraban.

Donald Trump no pensó que ese día llegaría. No leyó correctamente la letra pequeña del contrato que todos los políticos firman: “Vas a ser el que mande y harás lo que se te pegue la gana, pero cuando tu tiempo pase, pagarás muy caro todos tus excesos”.

De ese contrato me habló por primera vez Liébano Sáenz. No tiene salida: los políticos terminan pagando lo que hacen.

Calderón y su guerra sucia contra Beatriz

Cobarde y misógino tuit de Felipe Calderón escrito con la obvia intención de manchar el prestigio de una académica honesta, Beatriz Gutiérrez Müller, esposa del presidente de México, Andres Manuel López Obrador:

No es la única persona que está intentando lastimar a Beatriz por haber recibido una distinción, merecida, que el Conacyt entrega a la gente dedicada a la investigación académica.

Quisieran los críticos de mala leche que a la señora Gutiérrez Müller se le castigara por el delito de “portación de esposo prohibido”.

No es justo que los éxitos de Beatriz en su profesión se minimicen con el argumento de que los obtuvo gracias a que su marido es presidente de México. Su carrera académica, hay que decirlo con toda claridad, empezó bastante tiempo antes de que Andrés Manuel ganara las elecciones de 2018.

Quizá, para evitar el golpeteo, Beatriz debe estar analizando renunciar al estímulo económico y quedarse solo con la distinción de ser considerada investigadora de primer nivel por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. En mi opinión, no tendría por qué hacerlo.

No hay ninguna razón para que Beatriz cambie su conducta, seria y responsable. En el caso que nos ocupa, tiene derecho a trabajar en lo suyo recibiendo las compensaciones —que no son excesivas— otorgadas a quienes destacan en la investigación académica.

Quienes sí deben cambiar son algunos críticos, como Calderón. No entiende este tipo que con ataques tan vulgares como el que lanzó a Beatriz no daña a esta mujer. Se daña a sí mismo, ya que reafirma la verdadera esencia de su naturaleza: la perversidad, el odio y la envidia.