Si se pone bravo…

Lo ideal sería que el presidente López Obrador no se reuniera con el presidente Trump en Washington. Este impresentable gobernante pretende usar, con propósitos electorales, la buena imagen de AMLO ante la comunidad de origen mexicano en Estados Unidos. Pero quizá Andrés Manuel no tiene opción y debe reunirse con su homólogo.

Creo que Andrés sabrá torear a Trump si este, como es su costumbre, se pone bravo.

El Ave de las Tempestades

No me gusta el espectáculo de los toros. Conozco algunas anécdotas de toreros porque me las contó un maestro cervecero de Monterrey, el ingeniero Arnulfo Canales, que del toreo sabía bastante.

El ingeniero Canales, comiendo en el viejo restaurante El Tío, me contó algunas historias de Lorenzo Garza, El Ave de las Tempestades.

Lorenzo era tan valiente que solía caer en el extremo de verse temerario. Una vez, en la plaza de toros de Puebla, Garza le brindó un toro al poderoso Maximino Ávila Camacho, a quien pocos retaban: “General, va por usted y por la mujer que lo acompaña, que antes de ser suya, fue primeramente mía”.

El Ave de las Tempestades no le tenía miedo a nada ni a nadie y le entraba feliz a cualquier bronca. Le gustaba jugar dominó en una cantina de Monterrey con sus amigos, tan osados y pendencieros como él. Una vez, solo llegaron dos de sus compañeros, por lo que necesitaban un cuarto participante en la mesa. Invitaron a un jovencito más bien modesto que se había asomado al establecimiento. El muchacho no era diestro con las fichas y Lorenzo cayó en la tentación de intentar burlarse de él. El joven no se dejó y quiso pelear con el matador y  los otros dos valentones, seguramente armados. Esa vez Garza, en vez de reaccionar según su costumbre, es decir, entrándole con todo al combate, simplemente pidió dejar ahí las cosas y hasta se disculpó con el ofendido.

Los amigos de Lorenzo Garza le preguntaron sorprendidos por qué no le habían dado una lección al insolente jovencito. El matador les respondió: “Él tiene los ojos de los animales que me han cornado; eso lo respeto, me equivoqué al provocarlo”.

Trump y sus cornadas

Todos, en la vida, hemos sufrido heridas por asta de toro bravo. La gente que más alto llega es la que tiene en su cuerpo y en su ánimo más cicatrices de batalla. Donald Trump sabe de éxitos, pero también de fracasos. El presidente de Estados Unidos ha sido un golpeador, pero también ha sido golpeado. El señor tan bravucón del pelo anaranjado ha ganado muchas de sus peleas, pero ha perdido algunas. Conoce la mirada de quienes sí lo han lastimado y prefiere rehuir la reyerta frente a los que tienen ojos que le recuerdan las cornadas recibidas.

Creo que Trump ha visto, en fotos y videos, la mirada de López Obrador y sabe que por poderoso que sea –y nadie tiene más poder que el gobernante de Estados Unidos–, con tipos como Andrés Manuel, impredecibles ante el ataque, lo mejor es no jugar, esto es, llevar la fiesta en paz.

Así ha actuado Donald Trump en relación al actual presidente de México. Es verdad, acostumbrado a humillar a mandatarios de países que son potencias, pero no tan grandes como la estadounidense, si hay alguien a quien Donald Trump ni siquiera ha intentado avergonzar en el discurso público y ante los ojos de los votantes mayoritarios de ambas naciones, es a AMLO. Trump ha pedido favores, y López Obrador los ha concedido. Lo contario también es cierto: Andrés Manuel ha pedido apoyo y el anaranjado lo ha brindado.

Torear al toro más bravo y más grande

Probablemente no exista en el mundo ningún otro líder político, que como el tabasqueño, haciendo uso de un estilo y carácter que le son exclusivamente propios, pueda lidiar las embestidas de Trump e incluso sacarles provecho.

Una plaza de toros como la de Washington en temporada electoral es terreno muy incierto y peligroso. Podría Andrés Manuel recibir una fuerte cornada. Pero también, si se mantiene fiel a lo que ha aprendido durante tantos años toreando animales de todo tamaño, podría lograr un gran triunfo.

Veamos, por ejemplo, una pregunta que todo el mundo se hace: ¿qué ocurrirá si, una vez en territorio estadounidense, el presidente de aquel país decide, en conferencia de prensa, anunciar que México pagará el famoso muro? Creo que Andrés Manuel, con paciencia y sin aceptar el desafío, burlará al gigantesco y bravísimo toro que busca la reelección simplemente bromeando, argumentando que eso ya se verá, que no se mete en política interna, dando a conocer otros datos o de plano cambiando de tema. Recursos le sobran a AMLO para convertir esa evidente ofensa en un elogio.

¿Ofenderá Andrés Manuel a Joe Biden, favorito para ganar las elecciones presidenciales de Estados Unidos, por no reunirse con él?

Ya sabrá López Obrador aplicar la receta de las relaciones públicas que me enseñó Rogelio Gasca Neri: el desfile de un circo en Washington, es un evento; que un elefante se escape y corra por las calles de esa ciudad, es un acontecimiento; que el elefante se meta a la Casa Blanca, destruya el jardín de la primera dama y cague encima del perrito de ella, esa es una nota digna de ser publicada en todos los diarios del mundo; el dueño del circo sentado en el Despacho Oval haciendo reír al presidente de Estados Unidos, esas son relaciones públicas. Sin duda AMLO sabrá en su momento cómo venderle a Biden y a los demócratas que su visita a territorio estadounidense ayudó indirectamente a lograr que ellos ganaran.

Lost in translation

Es decir, un problema a la vez. Lo que procede ahora, si no puede evitar la visita a Washington, es torear a Donald Trump, que quizá no embestirá con la fiereza que acostumbra porque en realidad no sabe a qué atenerse con Andrés Manuel. Ya después, cuando sea necesario, le tocará buscar que el señor Biden se ría de alguna broma de Tabasco. El demócrata es otro toro que debe ser lidiado con otro estilo.

¿Y si resultase que Donald Trump y su equipo desean imponerle una agenda política o de carácter electoral? Estoy seguro que AMLO encontrará la manera de no verse arrinconado, empezando por aprovechar el hecho de que no habla inglés y lograr que la ponzoña o la mala intención del mandatario estadounidense se diluya en el proceso de traducción. Lost in translation ya le podremos llamar más adelante a la jugada de nuestro presidente. Y no sería descabellado esperar que López Obrador también llevara bajo el brazo su propia lista de peticiones, formuladas de tal manera que quien terminase comprometido fuese el mandatario norteamericano.

Y es que hay algo que muchos analistas y expertos en relaciones internacionales pasan por alto: entre gitanos no se leen las manos. Esto es, la realidad de la relación bilateral, por lo que se refiere a lo que resulta de la relación entre las dos cabezas de Estado mencionadas, nada tiene que ver con los parámetros a los que hemos estado acostumbrados. Pero los articulistas y académicos insistimos –me incluyo, desde luego– en construir posibles escenarios para ese futuro encuentro que se basan en variables tradicionales.

Solo dos, solos en la plaza, sin el banderillero, sin la banderillera

La verdad es que solo hay dos personas que pueden imaginarse realmente cómo se desarrollará la reunión, y son López Obrador y Trump. El canciller Marcelo Ebrard debe tener mil escenarios preparados, pero no son en los que piensa Andrés Manuel. La talentosa embajadora en Washington, Martha Bácrcena, debe haber visitado muchas veces el terreno del encuentro para asesorar al presidente de México: este le dará las gracias, pero ya a la hora de la lidia se dejará llevar por su instinto para torear al enorme animal que dirige Estados Unidos.

Por lo demás...

La oposición y la comentocracia mexicanas, que es lo que debiera ocuparnos, no estarán satisfechas de no darse dicha reunión lo mismo que si esta sí tiene lugar. El presidente AMLO lo sabe y naturalmente no opera ni operará en función de notas periodísticas ni columnas políticas, que sí lee y a veces le molestan, pero nada más. Así que, a pesar de los riesgos, Andrés Manuel le apuesta a demostrar que con su estilo puede hacerle frente al gran bully del orbe y en su propia tierra. De hecho, eso es lo que prometió a sus seguidores y electores en campaña y es muy posible que lo consiga.

No hay nada que desconcierte más a un bribón como lo es Trump que un posible adversario no se dé por aludido a sus desplantes; vaya, que no se inmute, altere o muestre enojado. Si alguien puede lograr eso es AMLO, echando mano de su buen olfato político conseguido a ras de suelo y su muy particular estilo campechano, es decir, tabasqueño.

Insisto, pienso que lo mejor es no ir a ver si el toro más bravo y grande del mundo embiste o no. Pero ya en aquel terreno, sostengo que hay razones para esperar que Andrés Manuel sabrá, diría José Bergamín sobre el arte de lidiar al poderoso animal, “desengañar al toro, no engañarlo. Burlarlo, que no es burlarse de Trump”.