Un poco de historia
En realidad fue El Norte, de Monterrey el que llegó a la Ciudad de México —con el nombre de Reforma, como todos sabemos— cuando los lectores de la capital más lo exigían porque estaban absolutamente desesperados por la falta de una prensa libre en esta metrópoli.
Ocurrió en noviembre de 1993, cuando el salinismo se acababa. Así que, en realidad, Reforma dio sus primeros pasos importantes, los del niño que aprende a caminar, en el sexenio de Ernesto Zedillo.
Aquella prensa capitalina, daba pena
Había medios honestamente críticos y muy profesionales, sin duda —Proceso, La Jornada, El Financiero cuando lo dirigía el anterior propietario, Rogelio Cárdenas—, pero eran diarios o revistas de nicho, por así decirlo: dirigidos a una minoría intelectual o económica; para colmo, los tres de izquierda, lo que reducía todavía más el universo de su público.
No tenían tales medios críticos la penetración de los grandes diarios de información general que eran líderes en el mercado —El Universal, Excélsior, Novedades, el anterior Heraldo de México—, que la gente veía tan vendidos o más que los canales de televisión o las estaciones de radio.
El Norte, gran periódico
Sé de lo que hablo, creo que Andrés Manuel no lo ignora. Colaboré en El Norte, de Monterrey buena parte del sexenio de Miguel de la Madrid y prácticamente todo el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. No tenía ningún cargo: solo enviaba cada día mis artículos, pero hice cierta amistad con los jefes del periódico, al menos me invitaban a recorridos en bicicleta de ruta los fines de semana y con frecuencia platicaban conmigo en sus oficinas y hasta en restaurantes, el director editorial, un hombre joven y entonces realmente creativo, Ramón Alberto Garza; el comercial, Ricardo Junco, un vendedor extraordinario; el de recursos humanos, Lázaro Ríos, excelente persona que tomó el mando periodístico cuando Ramón Alberto renunció, y los dueños y directores generales, Rodolfo y Alejandro Junco de la Vega.
El Norte era una empresa que estaba a la vanguardia en tecnología, perfectamente organizada en lo administrativo, innovadora siempre y que realizaba un periodismo de calidad, crítico, objetivo, cercano a los lectores. Su línea era empresarial, pero a pesar de ello mucho muy crítica de los grandes hombres de negocios de la Sultana del Norte, que en mi tierra son vistos como sagrados sacerdotes.
Si a los señores del dinero se les cuestionaba, imaginemos la forma en que se criticaba a los políticos. El hecho es que, en El Norte, el único compromiso era con los lectores, con nadie más. Creo que fue Alejandro Junco el que un día me dijo que su periódico se podía pelear con cualquiera, político o empresario, por poderoso que fuera, pero nunca con la gente que leía el diario.
Periodismo del mejor en México
Las primeras encuestas electorales que se publicaron en México las hizo El Norte. Actualmente, ya con la marca Reforma, siguen siendo las más confiables, nos gusten o no.
En las elecciones de Chihuahua de 1986, las del gran fraude patriótico de Miguel de la Madrid —fraude operado por un destacado colaborador de la 4T, Manuel Bartlett—, en aquellos mitines de dos políticos que ayunaban como protesta, Pancho Barrio, en Ciudad Juárez, y Luis H.Alvarez, en la capital del estado, la gente cuestionaba durísimo a la prensa vendida local y, sobre todo, a la nacional, pero hacía dos excepciones: se elogiaba en público a la revista Proceso y a El Norte, de Monterrey, únicos medios que los chihuahuenses percibían que difundían la verdad.
El fraude de 1988 contra Cuauhtémoc Cárdenas y a favor de Carlos Salinas fue cubierto con el mayor profesionalismo por El Norte, que no dudó en señalar al responsable de aquel vulgar robo al pueblo de México, sí, el entonces secretario de Gobernación y hoy colaborador de la 4T, Manuel Bartlett.
¿Salinstas en la 4T?
No es Manuel Bartlett el único salinista que apoya a López Obrador. Otro, Marcelo Ebrard, en aquella época era un obediente priista, joven y brillante, incapaz de llevarle la contra a Carlos Salinas. Si no hubiera muerto, estaría en el gabinete de AMLO otro salinista, Manuel Camacho, maestro de Ebrard y por mucho el mejor amigo de Salinas. Y no son los únicos salinistas que han participado en el movimiento de Andrés Manuel. ¿Hay más? El senador Ricardo Monreal, el secretario de Seguridad Pública, mi amigo Alfonso Durazo.
Si no descalifica a nadie el hecho de haber trabajado tan disciplinadamente con Salinas, menos aún haber hecho un negocio mediático, no con este hombre como padrino, sino inclusive teniéndolo en contra, al final de su periodo de gobierno.
El Norte llegó a la Ciudad de México porque la gente, que es sabia (AMLO dixit), lo exigió
¿Por qué que El Norte, con el nombre de Reforma debutó al final del salinismo en la Ciudad de México? Porque los lectores capitalinos lo exigieron. Querían un periódico de información general, no de izquierda —este mercado estaba bien atendido—, más bien de derecha, dirigido a todo público y no solo a los grillos —con secciones importantes para toda la familia: deportes, espectáculos, sociales, tiempo libre, tecnología, negocios, moda, automóviles, infantil, etcétera—, que además se imprimiera en alta calidad y a colores con excelentes fotografías, pero al mismo tiempo que fuera un diario con una historia de méritos logrados durante varios sexenios y heridas de batalla sufridas por el ejercicio de la dura crítica periodística al autoritario Carlos Salinas, al gris Miguel de la Madrid, al frívolo López Portillo y al no del todo equilibrado Echeverría.
Ya tenía El Norte, antes del nacimiento de Reforma, miles de suscripciones en hogares capitalinos. Llegaban los periódicos en avión y había todo un operativo para repartirlos casa por casa, pero la gente pagaba el elevado costo. De ese tamaño era la necesidad de contar con un gran diario muy crítico del poder, pero a la vez amigable en relación a todos los lectores.
Si El Norte hubiera sido complaciente con Salinas —de ninguna manera lo fue, nunca—, no habría sido Reforma un éxito inmediato. Rápidamente el periódico de Alejandro Junco se convirtió en el líder en el entonces llamado Distrito Federal. Tuve el privilegio de estar ahí durante los primeros meses de vida de Reforma. Siempre estaré agradecido con Alejandro por aquella experiencia.
¿Me gusta el actual periodismo de Reforma?
Sí y no. Me agrada que siga siendo el diario en el que colaboré, el que marca la agenda diaria, el que presenta la información más fuerte, el que da más notas exclusivas. No me gusta el perfil de activista extrema derecha de su actual director editorial, Juan Pardinas.
Si el periódico de la familia Junco eliminara cierto tono de activismo, a veces casi de golpismo, mejoraría mucho. Un ejemplo. Su columna institucional, por así llamarla, Templo Mayor —copia de la de M.A.Kiavelo, de El Norte— la recuerdo muy informativa, es decir, difundía trascendidos o chismes políticos; no era, por supuesto que no, un espacio de opinión. Ahora, Templo Mayor es una columna de pocos trascendidos y muchísima opinión, con frecuencia cargada de resentimiento respecto de Andrés Manuel López Obrador. Es el tono de todo Reforma.
#CursoDeEstadísticaElementalParaGatell
Hace muy bien Andrés Manuel al cuestionar a Reforma cuando este diario miente o inclusive opina con ganas de hacer daño. Resulta maravilloso que todos en México, hasta el presidente del país, seamos capaces de expresarnos con entera libertad.
Desde luego, igualmente considero muy adecuado que el presidente AMLO defienda al subsecretario López-Gatell. Pero no estoy de acuerdo en llevar la defensa al extremo de decir que el rock star de la epidemiología es perfecto en todo lo que hace.
En el caso de sus estadísticas, digamos la verdad, la razón la tiene Reforma y no el médico posdoctorado en la Johns Hopkins Bloomberg School of Public Health. El doctor López-Gatell podrá ser una estrella en el tema de la salud pública, pero en cualquier carrera de economía, de actuaría o de ingeniería industrial lo reprobarían en la clase de estadística elemental. Si no quiere que le critiquen sus números, entonces que busque la asesoría de alguien que sepa trabajarlos con propiedad y, particularmente, capaz de presentarlos sin inconsistencias. No es demasiado pedir.
AMLO, López-Gatell y la aprobación presidencial
Por lo demás, qué bueno que el presidente López Obrador tenga al carismático epidemiólogo a su lado en la crisis provocada por la pandemia del coronavirus. Sus estadísticas no tienen pies ni cabeza, pero eso es algo que a la mayoría de la gente no le importa. La sociedad mexicana agradece a López-Gatell la forma en que se expresa y, diga lo que diga —a veces en la conferencia vespertina contradice sus tesis de la mañanera—, el hecho a destacar es que los mexicanos, las mexicanas le creen y se tranquilizan al escucharlo.
La personalidad del subsecretario, combinada con los mensajes de optimismo que no ha dejado de difundir Andrés Manuel, han hecho que la aprobación presidencial haya crecido, en abril, entre ocho y diez puntos en algunas encuestas, como las difundidas este lunes por Alejandro Moreno, en El Financiero, y la de Carlos Campos, de Massive Caller; en algún estudio reciente de Buendía & Laredo también habían sido muy altos los números positivos de AMLO.
La medición de SDP Noticias... y el pecado de Mientofsky
El próximo fin de semana, en SDP Noticias, presentaremos encuestas de aprobación del presidente de México y de la jefa de gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum.
Por cierto, hay gente preguntando por qué la diferencia tan grande entre la aprobación creciente de AMLO en El Financiero, Buendía, etcétera, y la caída en aprobación que presenta el estudio de Roy Campos en El Economista. La diferencia técnica es que Roy no hace una encuesta, sino un estudio de internet que a mí me parece, de plano, una estafa metodológica. Otra diferencia, de orden ético, radica en la sospecha de que el señor Campos presiona cuchareando cifras para que el gobierno federal vuelva a contratarle sus carísimos servicios. Luis Miguel González, director editorial de El Economista, tendrá que plantear a su consejo eso que me parece una innegable falta del encuestador cuya empresa es conocida como Mientofsky.
¿Qué números de aprobación de AMLO dará a conocer Reforma?
Cuando le toque publicar su encuesta —no estoy seguro de la fecha— el diario de Alejandro Junco de la Vega difundirá exactamente la cifra a la que llegue su experta, Lorena Becerra. Ni una cifra menor ni una cifra mayor, sino exactamente la que surja de su análisis. Es lo que pienso.