Por una situación de emergencia, entré ayer al consultorio de un dentista. No había olvidado un compromiso: participar en la grabación de un programa de Capital 21 para analizar el proceso electoral de 2012 con Jonathan Pérez, Jorge Gómez Naredo y Fabrizio Mejía. Así que en serio me angustiaba la posibilidad de no poder cumplir.

Afortunadamente, la asistente del odontólogo me dijo que todavía iba a pasar una hora antes de que el especialista me atendiera. Es decir, iba a tener tiempo suficiente para dialogar con las mencionados periodistas.

Entonces, me puse a recordar rápidamente lo que había pasado en las elecciones presidenciales que llevaron al poder a Enrique Peña Nieto, como el activismo del movimiento #YoSoy132, la encuesta diaria de GEA/ISA difundida por Milenio TV que daba una enorme —y falsa— ventaja al candidato del PRI, etcétera...

Tal ejercicio de la memoria de inmediato me llevó a pensar en el papel del entonces IFE en el 2012 y, también, en el 2006. Aquel Instituto Federal Electoral, sin duda, era un mal árbitro y hasta un árbitro vendido. Particularmente grotesco fue el papel de un pobre diablo, Luis Carlos Ugalde, quien llegó a la presidencia de ese instituto gracias a las maniobras de Elba Esther Gordillo.

Pero ni siquiera el mediocre Ugalde, quien permitió todas las trampas de Felipe Calderón, tuvo una actuación tan lamentable como el presidente del actual INE, Lorenzo Córdova.

En eso estaba cuando Sigrid Moctezuma me envió un mensaje para decirme que había llegado el momento de conectarme por internet para iniciar el programa. Lo hice con la única idea de aprovechar cualquier momento de la plática para comparar al anterior IFE con el INE de hoy.

La oportunidad de hacerlo llegó cuando me preguntaron qué debía hacerse para cambiar o mejorar al Instituto Nacional Electoral. Dije que no tengo la menor idea acerca de cómo reformar a la autoridad que conduce las elecciones, pero quise simplemente destacar que si el IFE del 2012 y del 2006 podía ser acusado de ser un árbitro vendido, al menos era un árbitro, injusto, sin ética, pero árbitro al fin. El INE de este sexenio, particularmente su presidente, Lorenzo Córdova, no es un árbitro: es un jugador del equipo que se opone a AMLO y a la 4T.

No tengo ninguna duda acerca de que el señor Córdova está utilizando su cargo actual en el INE como una preparación personal para presentarse, en el 2024, como uno de los aspirantes de oposición que intentarán arrebatar el poder a Morena. Quien lo dude que analice el reciente anuncio de la Comisión de Fiscalización del Instituto Nacional Electoral, que pretende cancelar la candidatura de la aspirante de Morena a gobernadora de San Luis Potosí, Mónica Rangel.

Sería la tercera candidatura que el INE le quita al partido del presidente López Obrador. ¿Es eso democrático? A mí me parece una enorme perversidad política, golpismo sin lugar a dudas.

Terrible que el supuesto árbitro aproveche las ventajas de su posición en la cancha como entrenamiento para entrar a jugar contra el equipo líder. Esto es algo que, realmente, solo puede ser considerado como golpismo.

Por lo demás, el de Lorenzo Córdova es un proyecto golpista al que se han sumado ya otros actores políticos absolutamente impresentables, como Roberto Madrazo y Claudio X. González.

Quien piense que exagero debe ver la entrevista que le ha hecho René Delgado al señor Madrazo. Periodísticamente es excelente el trabajo de Delgado en Reforma, ya que lleva al ex dirigente del PRI a calificar —más bien, a calumniar— al presidente López Obrador como agitador social. Madrazo, quien ha sido uno de los grandes tramposos de la política, compara a un demócrata genuino como Andrés Manuel con el dictador Pinochet y acusa al presidente de México de dinamitar al Estado.

Ya habrá tiempo de hablar de lo que hace Claudio X., quien parece ser el director de todo el proyecto contra AMLO.

Malos tiempos estamos viviendo. Muy malos. Ojalá el presidente López Obrador conserve la calma y no responda a las agresiones. La gente muy pronto se expresará en las urnas y los votos marcaran el rumbo de una democracia hoy en peligro por el activismo golpista de algunos políticos sin moral.