Resulta absolutamente ilógico todo lo que ha pasado desde que el pasado 14 de octubre el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo, informó que habían disminuido los homicidios dolosos. Hechos que hace un mes habríamos considerado de imposible aparición uno detrás de otro —en poco más de veinte días, hay que subrayarlo— han enloquecido a un sector de la opinión pública que, impaciente, exige respuestas rápidas a acontecimientos que, por separado, tardarían meses y aun años en aclararse satisfactoriamente.
¿Están ligadas la matanza de 13 policías en Aguililla, Michoacán; la traición a las fuerzas armadas que impidió en Culiacán, Sinaloa, la captura de Ovidio Guzmán, el ya muy famoso hijo de El Chapo; la inconformidad de generales en retiro, y la tragedia de ayer de la familia LeBarón en los límites de Sonora y Chihuahua?
A tres de esos hechos, los de sangre, los unen un hombre y su responsabilidad. El hombre, Alfonso Durazo; su responsabilidad, corregir el desastre en materia de seguridad pública que el actual gobierno heredó del de Peña Nieto, pero que inició en el sexenio de Felipe Calderón.
La emboscada a los policías en Aguililla se dio prácticamente en el mismo momento en el que Durazo anunciaba que ya había resultados positivos en el combate al crimen. Ese fue un ataque a las fuerzas del orden claramente diseñado y ejecutado para exhibir al secretario de Seguridad y Protección Ciudadana como alguien que no daba cifras reales. Dos días más tarde, la crisis de Culiacán, en la que murieron soldados y sicarios. Después de estos hechos —que solo pudieron darse porque alguien informó al Cártel de Sinaloa del operativo contra el hijo de El Chapo—, lo más notorio y escandaloso fue la puesta en marcha de una campaña de linchamiento en medios tradicionales y en redes sociales de internet para exigir el cese o la renuncia de Durazo. Algo bastante injusto porque este funcionario ni siquiera estaba al tanto del operativo, y no tenía por qué estarlo —tienen autonomía los encargados de perseguir a los capos más peligrosos. Y ahora, antes de que se cumpla el mes de los hechos de Aguililla y de Culiacán, la muerte de una familia estadounidense —mujeres y niños incluidos— que había iniciado un viaje en la sierra saliendo del municipio, Babispe, en el que nació Durazo. ¿Ganó algo la mafia matando a los LeBarón? Nada excepto complicar las cosas al secretario de Seguridad y, desde luego, a su jefe, el presidente Andrés Manuel López Obrador.
¿Cómo explicar todo eso? ¡Elemental, mi querido Watson!, diría Sherlock Holmes. Un momento, el legendario detective británico nunca dijo tal cosa, al menos no en las novelas de sir Arthur Conan Doyle. Alguna vez dijo “elemental” y también “mi querido Watson”, pero como leí en el diario 20 Minutos de España, tales expresiones las pronunció “por separado y en contextos diferentes, nunca juntas”.
Lo que sí creo que dijo Sherlock Holmes fue lo siguiente, que viene al caso para entender lo que hoy sucede en México:
√ “Cuando todo aquello que es imposible ha sido eliminado, lo que quede, por muy improbable que parezca, es la verdad”.
√ “Cuando eliminas toda solución lógica a un problema, lo ilógico, aunque imposible, es invariablemente lo cierto”.
Andrés Manuel dijo en la mañanera de este martes que no hay relación entre la muerte de los LeBarón y los hechos de Culiacán. El presidente de México subrayó que eso, en la normalidad de la delincuencia, sería imposible. Pero no vivimos tiempos normales.
Así que, diría Holmes, eliminada la imposibilidad de que que varias crisis se presentaran prácticamente al mismo tiempo sin que estuvieran ligadas, lo que queda —son piezas del mismo proyecto: desestabilizar a la 4T—, por improbable que parezca, es la verdad. Y es que no hay lógica en matar policías solo por el gusto de hacerlo, y menos lógico resulta acabar con la vida de menores de edad y mujeres de una familia que no le hacían daño a nadie. Tampoco fue lógica —porque no beneficia al narco en su relación con la población civil, sino todo lo contrario— la respuesta abiertamente terrorista del Cártel de Sinaloa ante el operativo que pretendía arrestar a Ovidio Guzmán.
Tantas masacres juntas, en el contexto de ciertas palabras escandalosos de militares en retiro, justifican que Andrés Manuel advierta a quienes pudieran tener intenciones desestabilizadoras que en el México actual un golpe de Estado no prosperaría.
En fin, debemos cerrar filas con los responsables de combatir a la delincuencia. Durazo y AMLO no pueden bajar la guardia ni la bajarán porque, dijo también Sherlock Holmes, “no hay nada más estimulante que un caso donde todo esta en tu contra».