“Humano”. Palabra de moda a partir de los hechos de Culiacán. Como casi siempre desde hace tanto tiempo, quien la ha impuesto como imprescindible en el debate es el presidente López Obrador. Después de que el Ejército mexicano y la Guardia Nacional dejaran escapar al hijo del Chapo Guzmán para no provocar una catástrofe enorme, Andrés Manuel dijo —o así se interpretaron sus palabras— que se actuó con sentido humano. Hoy, en Reforma, el columnista Sergio Sarmiento sugiere que el presidente de México no fue “humano”, sino “débil”. El pasado domingo, en el mismo diario, el monero Calderón llamó “sacatón” a AMLO. No conozco a un hombre más valiente que Andrés, dirigente social que ha enfrentado a los poderosos toda su vida, y ahora debe soportar semejantes insultos.

La prensa está enloquecida en contra del primer mandatario. ¿Qué les duele a todos esos articulistas? ¿Por qué Raymundo Riva Palacio, de El Financiero, se atreve a difundir la mentira de que en la capital de Sinaloa “humillaron” a López Obrador? ¿Por qué lo calumnia calificando de “ilegal” lo que hizo el presidente de todos los mexicanos, que si se ve con objetividad fue una acción de estadista que salvó muchas vidas? ¿Por qué Pablo Hiriart, también en ese periódico, elogia la eficiencia de los operativos de Felipe Calderón, que como todos sabemos ensangrentaron a México y nos llevaron a la actual crisis de seguridad pública?

La expresión “humano" me llevó a buscar —y lo encontré— un viejo ejemplar de Humano, demasiado humano, de Nietzsche. Abrí el libro, di vuelta a sus páginas y me llamó la atención lo que el autor decía acerca de que, en una polémica, cuando el agredido calla, “el agresor interpreta ordinariamente el silencio como desprecio”. Hará lo correcto Andrés Manuel si sigue ignorando a sus críticos, cuyas motivaciones tienen que ver, en la mayoría de los casos, con los cambios en la política de comunicación social. Es decir, el dinero del erario destinado a la publicidad y a la promoción, que es bastante menor que en el pasado, es el motor de tantos ataques vulgares. Así lo pienso.

En el libro de Nietzsche leí hace rato otra cosa: “La función del cerebro que más se altera con el sueño es la memoria”. Amodorrados por la promesa que se hacen a sí mismos —y que actúa como un fuerte sedante— de que si son suficientemente insultantes en sus textos la relación prensa-gobierno volverá a los viejos tiempos en que los columnistas eran tan felices, estos olvidan el pasado reciente.

El que hizo de México un cementerio es el político que hoy elogian, sí, el señor Calderón. La crueldad con la que atacó no solo a los capos del narco, sino a cualquier jovencito que por imprudencia, necesidad o ignorancia caía en las redes de las mafias —sin duda fue un genocidia el segundo gobernante panista de México— solo me lleva a pensar en una tercera expresión del Humano, demasiado humano de Nietzsche: “Hombres crueles, hombres atrasados”. Un mal gobierno, el que se formó después del fraude electoral de 2006, hizo retorcer a México a la peor barbarie. Hoy que se busca salir del laberinto de horror y sangre creado en el calderonato, sobran influyentes opinares o comentócratas decididos a mantener a nuestra sociedad en una situación de salvajismo. Estamos obligados a exhibirlos y refutarlos.