Ciro

Dijo Ciro Gómez Leyva, en El Universal, que “ha sido exitosa la estrategia de intimidación de AMLO a la prensa”, y que por esa razón “los medios de comunicación son benévolos con el presidente López Obrador, pues ha sido el mandatario menos criticado desde Carlos Salinas”.

Respeto y aprecio a Ciro, uno de los mejores periodistas de México. De los mejores y más honestos, sin duda, pero de ninguna manera infalible. En el tema de la relación de Andrés Manuel López Obrador con la prensa se equivoca, ya que, por mucho, el tabasqueño ha sido el presidente más cuestionado en los medios —pocas veces con justicia y objetividad, en la inmensa mayoría de los casos con saña, mentiras e insultos—.

Este viernes en la conferencia de prensa mañanera Andrés Manuel probó lo anterior con el análisis de las columnas de los diarios impresos de un día antes: el 90% contra la 4T y su dirigente. Si se eliminara a La Jornada del estudio, las opiniones hostiles a AMLO serían de más del 95%.

Ciro, tan profesional siempre, debería realizar su propia estadística y aceptar que falló en la entrevista que dio a El Universal. Estoy seguro de que lo hará y lo difundirá en sus exitosos noticieros en Imagen TV y Radio Fórmula.

Raymundo

Hoy en El Financiero, Raymundo Riva Palacio, un columnista que ha sido particularmente majadero con el presidente López Obrador, dijo una gran verdad para justificar una enorme calumnia: “López Obrador lleva 22 meses en la presidencia, y los señalamientos de corrupción en su entorno han aparecido de manera prematura, en comparación con otros presidentes”.

La gran verdad que ha expresado Raymundo es la de que a AMLO lo critican los medios, con mucha fuerza, prácticamente desde el arranque de su gestión; a otros presidentes se les cuestionaba al final, cuando empezaban a ceder el poder a alguien del mismo o de otro grupo político.

La enorme calumnia que Riva Palacio pretende justificar con el anterior juicio es la de que hay corrupción en el gobierno de AMLO. Entendamos las cosas correctamente: lo que hay ahora mismo son acusaciones en tal sentido, de periodistas y aun de colaboradores del propio presidente de México que no han podido con el trabajo que se les pidió realizar, pero no existe nada mínimamente comparable con los escándalos de otros sexenios, como la fortuna acumulada por Raúl Salinas de Gortari, quien fue acusado en México y Suiza; los acuerdos económicos con el cartel de Sinaloa del principal estratega de Felipe Calderón, Genaro García Luna, lógicamente con el visto bueno del político que se robó las elecciones de 2006; las condonaciones de impuestos a los más grandes capitalistas en prácticamente todas las administraciones federales anteriores, o la basura de los gobiernos de Calderón y Peña Nieto relacionada con Pemex y Odebrecht que ha puesto al descubierto Emilio Lozoya.

Lo verdaderamente indebido en la 4T, y deberá corregirse, han sido deficiencias administrativas perfectamente superables si los funcionarios se aplican; como el cheque que la Fiscalía General de la República entregó al Instituto para Devolver al Pueblo lo Robado y que no cumplía con algunas formalidades. El cheque y el dinero ahí están, nadie los desvió a fines ilícitos. Si acaso, deberá regularizarse el proceso de entrega al INDEP, y en eso está el gobierno. Otro ejemplo de problemática estrictamente administrativa que se ha pretendido hacer pasar como corrupción —en realidad es todo lo contrario: un verdadero proceso de higienización del sistema de compras del sector público— es el desbasto de medicinas, que ha sido una situación indeseable, no en las magnitudes de las que habla la prensa, pero que obedece a que debía acabarse de una vez por todas con una de las mayores raterías de la historia.

El esposo de la señora Zavala

Según Felipe Calderón los columnistas critican a AMLO porque “no está haciendo bien las cosas”. Felipe sabe que jamás han sido así las cosas en el negocio mediático. El esposo de Margarita Zavala conoce a tales periodistas y entiende mejor que nadie sus motivaciones. Hablaban maravillas de él mientras tenía todo el poder no por lo correcto de su trabajo, que fue no solo deficiente, sino aun ilegal —metió a México en una guerra, su gobierno pactó con el narco, etcétera—, sino simple y sencillamente porque su gobierno financiaba una gigantesca nómina de colaboradores de periódicos, radiodifusoras y televisoras. Tanto gastó que sigue siendo el favorito de muchos comunicadores.

Andrés Manuel no ha acabado con el gasto publicitario del gobierno, pero lo ha reducido bastante, en dos vías: compra menos anuncios a cada empresa mediática y, sobre todo, nada entrega en lo individual a los periodistas, particularmente a los columnistas.

La innovación de Calderón en el tema del chayo fue no darlo en efectivo, como en gobiernos de otras épocas, sino en cheque o transferencia bancaria recibiendo a cambio facturas perfectamente autorizadas y auditables por la autoridad tributaria. No había delito fiscal ni seguramente de ningún otro tipo, pero lo cierto es que nada justificaba un gasto doble del gobierno: anuncios en los medios y compra de opinión periodística. No era para tanto.

En el fondo de su conciencia Calderón sabe que así fueron las cosas.

Las honrosas excepciones

Hay críticos de AMLO y del resto de los políticos a quienes no se puede acusar de actuar por intereses ajenos al periodismo. Tanto en Reforma como El Financiero; en El Universal como en El Heraldo; en SDP Noticias como en Excélsior; en La Jornada como en Proceso. Son la minoría, pero dignifican el oficio.