Porque si no entregamos fuertes cantidades de dinero —en principio como anticipos—, nos vamos a quedar sin vacunas o llegarán a nuestro país mucho tiempo después de que beneficien a la gente de otras sociedades.

El Foro Económico Mundial difundió recientemente una lista acerca de qué países han pagado por adelantado dosis suficientes de vacunas contra el covid-19. México apareció en la posición número 18. Es decir, no hemos hecho la tarea.

Martha Delgado, subsecretaria para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la Secretaría de Relaciones Exteriores trató de desmentir al Foro Económico Mundial: dijo la funcionaria que en realidad México está en octavo lugar, ya que la SRE —comandada por Marcelo Ebrard— ya ha adquirido 163 millones de vacunas de Pfizer y AstraZeneca.

A mí me parece que la señora Delgado confunde las cosas: lo que ha hecho la SRE es firmar muy elogiables intenciones de compra sin verdaderamente meterle dinero a los contratos para obligar a todas las partes a cumplir con los mismos. 

Pero, la verdad de las cosas, eso es lo de menos. En el mejor de los casos para México, esto es, si las armas nacionales se cubren de gloria con una extraordinaria negociación que hagan Martha Delgado y Marcelo Ebrard, solo demostraremos —y está por verse— nuestra eficiencia como compradores de productos de la ciencia y la tecnología neoliberales, no como generadores de conocimiento.

No es culpa del actual gobierno —el atraso científico no se combatió en ninguna de las anteriores administraciones públicas—, pero lo cierto es que como sociedad no producimos ciencia ni tecnología de primer nivel: ni en el sector salud ni en ningún otro.

Nuestros sectores productivo y académico no han logrado hacer del conocimiento un negocio gigantesco, que eso es en los países que más ciencia y tecnología desarrollan.

En Técnica y civilización, el clásico de Lewis Mumford, leí que el poder de la ciencia y el poder del dinero son la misma clase de poder.

Es absurdo y hasta suicida negar la absoluta verdad de la tesis anterior, tal como lo hace ahora mismo el Conacyt al rechazar la ciencia neoliberal.

Con la pena, pero no hay otra clase de ciencia; tampoco otra clase de tecnología. La inmensa mayoría de los avances que han mejorado la vida de las personas se lograron porque alguien quiso, más que descubrir la esencia del universo, simple y sencillamente ganar dinero. Es la realidad.

Un ejemplo: las redes sociales surgieron como vulgares negocios para obtener dinero maldito que nada vale.

Así que es gracias a las muy neoliberales benditas redes sociales que el presidente López Obrador triunfó en las elecciones de 2018 y ha podido mantener la gobernabilidad a pesar de tener en contra a la inmensa mayoría de los medios de comunicación tradicionales.

Ahora mismo no tenemos opción: si somos muy listos —y espero que Ebrard, como comprador, lo sea— para terminar de vencer al coronavirus entregaremos muchos miles de millones de pesos, adicionales a los que ya hemos entregado a cambio de respiradores.

Sí, vamos a hacer todavía más ricos a empresarios y científicos de Suiza, Alemania, Estados Unidos, Reino Unido, Francia... pero qué bueno que se enriquezcan tan obscenamente si su ambición combinada con su talento nos resuelve tantos problemas gravísimos.

Una razón más, Andrés Manuel, para pensar dos veces a dónde es que la 4T quiere llevar el sistema científico mexicano. ¿Ciencia no neoliberal, es decir, desarrollada por amor al prójimo? Por favor, eso no existe.