Pobreza

En la última semana, a raíz de la publicación de los datos del CONEVAL sobre la pobreza en México, se han desatado un conjunto de comentarios que creo valen la pena analizar. El informe señala como dato relevante que en 2014, 55.3 millones de mexicanos se encuentran en condición de pobreza, dos millones más que en 2012. De los 55.3 millones, 43.8 millones (36.6% de la población total) se encuentran en pobreza moderada y 11.4 millones (9.5% de la población total) se encuentran en pobreza extrema; esto último significa que un número importante de mexicanos no cuentan con los ingresos suficientes para satisfacer tres o más de sus seis necesidades básicas: acceso a la alimentación, acceso a servicios de salud, acceso a la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, servicios básicos en la vivienda y rezago educativo.

Todo ha derivado a una discusión frívola, de números: se quiere demostrar quién ha sido más eficiente para combatir la pobreza. Esto, me parece, carece de sentido, por las siguientes razones:

Primero, habría que decir que la disminución del número de pobres o la evolución favorable de algunos de los rubros de medición de la pobreza, sólo indican una evolución transitoria: insostenible en el tiempo. Las fluctuaciones a lo largo de la serie de tiempo, reflejan en todo caso que los mexicanos que han mejorado su calidad de vida lo hacen temporalmente; es decir, que no abandonan definitivamente la pobreza.

Segundo, derivado de lo anterior, se puede señalar que las políticas y el programa de combate a la pobreza, parece ser más un paliativo, porque la eficacia depende más de alcanzar las condiciones que permitan el crecimiento sostenible de la inversión y del mercado interno y la mejoría continua de los servicios básicos. Poco se puede hacer, si no se generan más empleos, si no se amplía la masa y la tasa salarial; si no superamos nuestros rezagos en materia de servicios básicos: educación, salud, vivienda y seguridad pública; si no se hacen plenamente vigentes los derechos humanos establecidos en nuestra Constitución.

Tercero, para consolidar y hacer más transparentes los recursos destinados para combatir la pobreza, es necesario consolidar nuestra democracia: pasar de una democracia electiva a una democracia efectiva. Es necesario alejar la dotación de fondos a los pobres de los procesos y de los proselitismos políticos: de los propósitos partidarios de quien gobierna y de los cacicazgos que imperan en nuestros estados, municipios y localidades. Diría que es urgente crear un organismo autónomo, que se encargue de diseñar estrategias integrales y de la dotación de recursos para combatir la pobreza y que permita una evaluación imparcial (apartidista) de los resultados y una rendición de cuentas permanente.

¿Qué tanto hemos cambiado?

No nos deben sorprender los datos de nuestra pobreza; más bien lo que llama la atención es que se diga que ?hay más pobres porque somos más?, sobre todo cuando los índices relativos: de privación social y de intensidad de la pobreza y de la pobreza extrema son lamentablemente altos; cuando a 105 años de nuestra gran revolución social, nuestra población sigue careciendo de lo estricto, de lo elemental; cuando los preceptos constitucionales de ?vida digna? y de ?respeto a los derechos humanos?, son más bien quiméricos y se transgreden cotidianamente.

¿Qué tanto hemos cambiado históricamente? La pobreza es un lastre estructural: se ha soterrado en nuestras raíces históricas. En la faz del mundo, México sigue siendo el país de la desigualdad: unos pocos son escandalosamente ricos y una enorme masa de habitantes es pobre, presintiendo en muchos estados y regiones una honda miseria popular. Esa percepción no es nueva, se ha mantenido inalterable a lo largo de los siglos. Humboldt, en los albores del siglo XVIII, definió así a la sociedad Novohispana:

?Nueva España es el país de la desigualdad. En ninguna parte la hay más espantosa en la distribución de fortunas, civilización, cultivo de tierras y población...La arquitectura de los edificios públicos y privados, la finura del ajuar de las mujeres, el aire de la sociedad...se contrapone extraordinariamente a la desnudez, ignorancia y rusticidad del populacho?1

Polaridad social y miseria popular, eso es lo que han apreciado los estudiosos de nuestro país y los que lo han recorrido México desde hace centurias. En sus crónicas de viaje a mediados del siglo XVIII, Francisco de Ajofrín apuntaba:

?No obstante que hay tanta grandeza en México, caballeros tan ilustres, personas ricas, coches, carrozas, galas y extremada profusión, es el vulgo en tan crecido número?y andrajoso? pues si de toda España se pintasen cuantos pobres e infelices hay en ella, no se hallarían tantos y tan desnudos como sólo en México, y a proporción, en la Puebla de los Ángeles, como dije, y demás ciudades del reino. De cien personas que encuentra en la calle, apenas hallarás una vestida y calzada... De suerte que en esta ciudad, se ven dos extremos diametralmente opuestos: mucha riqueza y máxima pobreza??2

El estudio comparativo. Los pueblos de sal.

¿Cómo explicar nuestra desigualdad y pobreza históricas? El análisis conlleva a comparar nuestra realidad en distintos tiempos; de ahí se deriva, que las condiciones de explotación humana (más por el avance civilizatorio) si han cambiado, pero en esencia las causas que explican la pobreza y la miseria popular, siguen existiendo. Analicemos el caso de Chiautla y los pueblos de la sal y encontremos las coincidencias en los periodos:

1.- Crecimiento sin retribución social. La economía colonial estuvo sustentada en la expansión y explotación de la minería. Se abrieron vetas en las entrañas del nuevo mundo, aun cuando paradójicamente el menor beneficiario fue España, ya que la acumulación de metales preciosos muy pronto fluyó a potencias más industriosas y diversificadas con mayor vocación comercial y capacidad exportadora. Coincide el auge minero de las colonias con el inicio de un continuo deterioro económico del imperio español. Este estancamiento dura más de tres siglos; a tal punto que durante el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XX España era una de las economías más atrasadas de Europa.

La propiedad de los metales preciosos eran del monarca español y su concesión a particulares era a cambio de una parte del valor de venta. En este contexto se articulaba una serie de privilegios que posibilitaban la rápida explotación de las minas y producción de los metales, particularmente la plata; entre ellos: las exenciones fiscales, el control de precios de los principales insumos (mercurio y sal) y la dotación de mano de obra abundante y barata a los reales mineros para su explotación. Es decir, lo que importaba era hacer crecer la riqueza de la monarquía, concentrarla; sin importar en ningún sentido la retribución salarial.

De modo que la acumulación de la riqueza sólo propició marginalmente la expansión del mercado interno. En los inicios del periodo Novohispano, ya Fray Juan de Zumárraga se lamentaba por la ?suma pobreza de los indios originada por la falta de plantas, animales y aparatos necesarios para aprovechar esa riqueza aumentando la agricultura, la industria y el comercio?3. Admiraba la habilidad de los indígenas para el tejido; ?lo que hacían con el algodón y el pelo de conejo era un indicio de hasta dónde podían llegar trabajando la lana y sentenciaba: ?Con estas cosas no saldrían de esta tierra tanto oro ni plata, porque se quedaría en ella y sería muy rica, y los vasallos españoles e indios enriquecerían e rico el pueblo rico el rey?4

2.-Explotación y pobreza inducida. Volvamos a la historia de Chiautla y los pueblos de la sal. El Virrey Martín Enríquez elaboró un conjunto de ordenanzas para la sal en el año de 1580. Estas fueran expedidas en lo particular para los pueblos de Ocotlán, Chiautla, Chila, Acatlán, Piastla, Tehuacan y Cuzcatlán y los demás pueblos de la comarca y distrito de minas de Taxco y Sultepec, pero se hicieron extensivas a toda la Nueva España. Como la sal era monopolio de la corona, se otorgaron licencias para que las comunidades explotarán sus salinas y dispuso que dedicaran su producción a abastecer la minería; sin poder diversificar su producción y mercado; es decir tenían que producir y vender directamente a las minas, para mantener un abastecimiento adecuado y a bajos costos de la sal en beneficio de la plata.

Estas ordenanzas coadyuvaron a que se presentaran dos fenómenos: primero, un deterioro de los precios de intercambio, porque la comercialización de la sal estaba sujeta a un esquema fijo de precio, (situación que se mantuvo con pocas variaciones durante todo el periodo novohispano) y a cambio los salineros compraban productos a precio de inflación y segundo, la formación de un mercado ilegal o irregular, del cual se beneficiaron los acaparadores, que por lo general eran las propias autoridades de la comunidad y de la jurisdicción. ?El alcalde mayor de Chiautla repartía anualmente a los naturales de Acatlán y Piaxtla cien mulas y caballos con valor de 400 pesos y ropa con valor de 400 a 500 pesos, todo lo cual pagaban los naturales con sal?5.

3.- Baja tasa salarial y formación del capital humano. Si bien en los pueblos se desarrollaron ciertos ?oficios? para cubrir algunos requerimientos básicos de vestido, calzado, vivienda, transporte y comercio; en términos generales no había necesidad de educar y elevar la calidad productiva de los pobladores: primero, porque las comunidades estaban ampliamente especializadas en la producción de sal y segundo, porque a una porción de los pobladores se les requería básicamente para los infames trabajos de beneficio en los reales mineros, es decir, para la trituración del mineral, para ello se requería repasar con los pies o con la ayuda de los animales el mineral previamente semitriturado y enfrentarse - si el sistema era de amalgamación - al nocivo azogue o mercurio.

Los salarios eran de miseria no sólo porque estaban sometidos al régimen forzoso de dotación de mano obra denominada coatequitl; sino por la enorme voracidad de los ?patrones? de las minas. En el siglo XVIII, en el contexto del crecimiento significativo de la demanda de plata en el mercado europeo, se repuebla el real minero de San Francisco de Huautla, en la Sierra de Morelos. Este real minero de ?catas profundas, escasa ley en sus metales y gran dureza y agua en sus vetas?6 alcanza sus niveles máximos de producción en la séptima década del siglo XVIII y todavía registraba importantes niveles de producción en la primera década del siglo XIX.

Dicha reactivación profundizó las condiciones de por sí ya deprimentes de las comunidades sujetas a repartimiento mano de obra y a la dotación de insumos, como la sal. Se intensifica la cuota de trabajo de las comunidades indígenas a los reales mineros y en el caso de Chiautla y otras comunidades, se extiende la obligación del repartimiento forzoso de mano de obra a este real minero. Citemos dos fichas del Archivo General de la Nación: (1777) ?Queja de los naturales de Chiautla de la Sal: ?se les compete a numerosa mita (cuota laboral), cual jamás se ha experimentado?; (1780) ?Expediente formado a instancia de los naturales de Chiautla de la Sal sobre que no se les precise trabajar a los naturales en otros servicios en la mina, ni en horas extraordinarias??

La pretensión de los propietarios del Real Minero, llegó a tal grado que solicitaron al Virrey congregar en Huautla a aquellos indígenas de las jurisdicciones locales donde se aplicaba el coatequitl (Chiautla, Cuautla, Cuernavaca y Tecuacuilco) que no dispusieran de tierras.

Dos últimos comentarios.

Primero. De ningún modo se quiere señalar que los métodos de producción en la economía Novohispana sean equiparables con los del periodo actual; sobre todo porque coexiste en el periodo colonial una explotación infame de la fuerza trabajo, con una opresión forzosa y con altos índices de mortalidad en las comunidades. Cito una ficha que resulta ejemplar: (Julio 17 de 1632)?Para que el juez repartidor de la minas de Huautla, informe a su excelencia lo que conviene se haga en la reserva que piden los naturales (para el repartimiento de trabajo) de Chiautla de la Sal por haber muertos muchos indios?. (Registro 147,558 del AGN. Indios. Expediente 45. Volumen 10).

Más bien quiero señalar que existen factores comunes tanto en la economía Novohispana como en la actual que explican la pobreza, entre ellos: la ausencia de empresas y de proyectos productivos; nula o escasa diversificación productiva; un mercado interno deprimido; una economía regional (primaria) deteriorada y con precios de intercambio desfavorables respecto al resto de los productos; baja masa y tasa salarial y escaso desarrollo en la formación del capital humano.

Segundo. De acuerdo con los datos del CONEVAL, el 45% del número de pobres se concentra en el Estado de México, Veracruz, Michoacán, Oaxaca, Chiapas y Guanajuato. Sorprende sí, que no se mencione al Estado de Puebla, pero ello es debido a que la población emigrante ha sustentado con sus ingresos a alrededor del 25% de los hogares y a que sus remesas le han dado aliento a la economía regional, como en el caso de la Baja Mixteca Poblana. ¿Qué tal si no hubiera emigración en los estados de México, Veracruz, Michoacán, Oaxaca, Chiapas y Guanajuato? ¿Cuál sería la magnitud de la pobreza en esos Estados? Impensable.

En la lucha contra la pobreza, quien tiene todo el mérito es nuestra gente, su espíritu de solidaridad. Las políticas públicas de combate a la pobreza de ésta y de las anteriores administraciones (de Zedillo, Fox y Calderón) sólo han contribuido marginalmente a cambiar el estado de desigualdad y pobreza.

Visito con mi padre el Pueblo de Teotlalco, en la Mixteca Poblana. Contemplamos el mural de su palacio municipal, es un mapa que indica el último tramo de la ruta que va de Teotlalco a Tlaucingo. Las toponimias de los pueblos es alegórica: de la ?Tierra de Dios? a la tierra (rojiza) de los ?Almagres?. Teotlalco era el último remanso, antes de llegar por un camino sinuoso a Tlaucingo, en donde se encontraba una de las primeras minas explotadas en el periodo Novohispano.

1 Humboldt, Alejandro de. ?Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España, México, Editorial Porrúa, Colección ?Sepan Cuántos, n.39.

2 Salvador Bernabéu Albert y María Justina Sarabia Viejo. México Birreinal: Poder, Control Social e Impacto Ilustrado p. 167 (Documento en Internet)

3 Jesús Reyes Heroles. El liberalismo mexicano. Tomo III. La integración de las ideas. Ed. F. C. E.. 1982 Ibidem .pp 426 y 427.

4Ibidem, p 427

5 MargaritaMenegusBorneman. ?Las comunidades productoras de sal y los mercados mineros: los casos de Taxco y Temascaltepec, en Minería Regional Mexicana (Dolores Ávila, Inés Herrera y Rina Ortiz Compiladores). Serie Historia INAH.

6 Ernest SánchezSantiró. Op Cit. p. 96.Plata y privilegios. El real minero de Huahutla: 1709-1821. p11.