Me cuesta trabajo estar de acuerdo con Joaquín López-Dóriga. Pero no lo considero un hombre deshonesto. A su esposa, Teresa Adriana Pérez Romo, tampoco. Pero hoy la multimillonaria María Asunción Aramburuzabala acusa de una extorsión de cinco millones de dólares a la señora Pérez Romo de López-Dóriga. El video que presenta el diario Reforma es contundente: hay una extorsión, pero en el mismo no aparece la compañera del conductor de noticias de Televisa y columnista de Milenio, sino un abogado que al parecer la representa.
La acusación es gravísima, no solo por el monto de la extorsión, sino por lo que representa en términos de la imagen y el prestigio del periodista más conocido de México.
Antes de las ocho y media de la mañana de este viernes 21 de agosto no veo en la cuenta de Twitter de Joaquín ningún comentario o aclaración. Ya se le está haciendo tarde para decir algo. Mientras más retrase el momento de dar la cara, peor será para él y para el periodismo mexicano. No voy a condenar a López-Dóriga, pero creo que la opinión pública exige y merece una explicación de su parte, que además para exculparlo plenamente tendría que ir acompañada de una denuncia contra el abogado que extorsiona a mujeres empresarias de parte de la cónyuge del rostro más famoso de la televisión mexicana.