Después de que el canciller Marcelo Ebrard alcanzara acuerdos en los temas de migración y comercio exterior con Estados Unidos, se ha desatado un fuerte debate en su contra, de que si recibió poderes extraordinarios, que si es el vicepresidente de México, que si fue entreguista con Trump.

Lo peor de todo, es que algunas de las críticas provienen tanto del propio gabinete, como de Morena o, incluso, de exsecretarios de Relaciones Exteriores como Jorge G. Castañeda y Luis Ernesto Derbez.

Modelos de Política Exterior

Mucho se ha hablado acerca de la tradición diplomática de México, pero poco se ha comentado de su real efectividad y de qué ha traído de bueno o malo para México.

Hasta el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, la política exterior de México siempre se enmarcó en la teoría de la dependencia, desde donde se jugó discursivamente en contra del “imperio de Estados Unidos”, pero en la práctica, México fue siempre dócil y servía de puente para los intereses estadounidenses en países que sufrían conflictos internos y representaban un riesgo para su seguridad nacional.

Ejemplos existen muchos, desde la guerra Civil Española cuando el presidente Cárdenas del Río recibió a los exiliados republicanos expulsados por el dictador Francisco Franco, pasando por no romper relaciones con Cuba a pesar del bloqueo estadounidense y casualmente fuimos la única nación que no fue sancionada por mantener relaciones diplomáticas y comerciales con la isla, siguiendo por recibir a los exiliados de Argentina y Chile después de los golpes militares, hasta la firma de los Acuerdos de Paz en el Castillo de Chapultepec que puso fin a la guerra civil en El Salvador.

De todo ello, ¿realmente México sacó un provecho tangible o simplemente privilegió la relación con su principal socio comercial con quien comparte la frontera más grande del mundo?

Cambio de diplomacia

El cambio en la diplomacia mexicana se presentó en la administración del presidente Zedillo, con el que quizá realmente fue el primer canciller que tuvo México, José Ángel Gurría, quien empezó a llevar una relación de verdadero intercambio y negociación,

resolviendo temas comerciales como del atún o el jitomate, a cambio, sí, de diversas políticas frente a otras naciones.

¿Apátridas o grillos?

Por ello no se entiende la postura de algunos exsecretarios de Relaciones Exteriores como Castañeda o Luis Ernesto Derbez sobre la actual política exterior de México, la cual, dicho sea de paso, es totalmente similar a la que ellos mismos condujeron.

No podemos olvidar que Castañeda y Derbez firmaron el Plan Puebla Panamá que era prácticamente la misma propuesta que hoy se tiene. Entonces se decía que el plan representaba un espacio político de alto nivel para articular esfuerzos de cooperación, desarrollo e integración de nueve países, Belice, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá y los estados del sursureste de México, como Puebla, Campeche, Chiapas, Guerrero, Quintana Roo, Tabasco, Veracruz y Yucatán.

En ese momento la posición de la cancillería fue mucho más “agachona” que la que hoy se tiene y para ejemplo está la famosa frase del “comes y te vas” sugerida por Castañeda para que el presidente Fox se lo solicitará al comandante Castro y así Bush pudiera comer tranquilo.

Durante la administración de Calderón, el Plan Puebla Panamá se modificó y surgió el Plan Mérida, que al igual que el anterior, estuvo financiado a través del Departamento de Estado y los fondos de apoyo internacional de USAID, para reflejar las prioridades estratégicas conjuntas de Estados Unidos y México.

El objetivo del Plan se centró en combatir el narcotráfico en México y Centroamérica y el consumo excesivo de drogas en Estados Unidos. Se decía que era para apoyar los esfuerzos de México para fortalecer las capacidades de sus instituciones policiales, mejorar los procesos judiciales y el estado de derecho, generar confianza en el sector de justicia, mejorar la seguridad fronteriza, promover un mayor respeto por los derechos humanos y prevenir el crimen y la violencia.

Si bien, la guerra contra el narcotráfico declarada por Calderón tuvo enormes cuestionamientos por la debilidad de las instituciones encargadas de seguridad y justicia, su política exterior marcó mucha diferencia con la de su antecesor, ya que tuvo importantes logros a nivel de la relación de México con Estados Unidos y con el resto del mundo.

El contexto internacional implica de una gran inteligencia, que no se circunscriba solamente a la relación con Estados Unidos, sino que debe tener una dinámica con el resto del mundo y con las principales potencias, entendiendo que Estados Unidos es nuestro principal socio comercial y viceversa y que, en el mundo de las relaciones diplomáticas, el debate entre las principales potencias se centra en la creación de un nuevo orden internacional.

Los enemigos de Andrés y de México

Lamentablemente en México tenemos personajes como los reflejados en el chiste de los cangrejos que cuando un connacional destaca, los otros lo jalan e impiden que salga, tal cual los casos de Castañeda, Derbez, Yeidckol Polevnsky, Rocío Nahle y Javier Jiménez Espriú, entre otros, que solo ven la “grillita” de poder personal y no anteponen el interés nacional.

Por ello, sería muy recomendable que el presidente López Obrador “deje el rancho” y se decida a acudir a la reunión del G-20, para dirigir las negociaciones y respaldar los acuerdos internacionales, con lo que también enviaría un fuerte mensaje de unidad nacional, porque hoy más que nunca se requiere, empezando por su gabinete.