El 8 de febrero pasado tuve ocasión de estar presente en el debut de la versión número 86 de la Orquesta Sinfónica Esperanza Azteca y Coros (OSEAyC), en Zapopan, Jalisco. Hacía ya más de dos decenios que no iba a este Estado y de entrada fue estimulante conocer las magníficas condiciones del nuevo Conjunto de Artes Escénicas de la Universidad de Guadalajara, en cuyo teatro principal, nombrado “Plácido Domingo” (e inaugurado por el propio tenor español en noviembre de 2017), se llevó a cabo el evento.

El programa estuvo diseñado por lo que podríamos considerar ya, conforme a los que he consultado y visto, un repertorio prototípico de una OSEAyC: adecuada combinación de fragmentos de obras clásicas, modernas y populares, así como arreglos de piezas muy conocidas de autores locales del lugar sede de la agrupación musical respectiva. Se trata de obras, además, que entusiasman el aprendizaje de los jóvenes y que atraen al público constituido en gran parte por los propios familiares de los integrantes de las orquestas y coros.

Así, en el concierto en Zapopan los autores clásicos interpretados fueron Telemann, Händel y Dvorák, los clásicos modernos (o del siglo XX), Aaron Copland y Carl Off. Se ejecutó también la música de autores vivos como Richard Meyer y Bruno Coulais. No obstante, hubo tres momentos característicos en que los jóvenes músicos se mostraron más animados. El primero, con la aparición de la canción “Can’t take my eyes off you”, de Brob Crewe y Bob Gaudio con arreglo de Demian Galindo (estrenada por Frankie Valli en 1967; recordada también como “I love you baby”, debido a su pegajoso y melancólico coro), que fue cantada no sólo por el coro, también por el público y fue repetida como encore. El segundo, el típico final de una OSEAyC, la canción local, que en este caso se trató de “La culebra”, de Rubén Fuentes (¡que aún está vivo!; nacido en 1926), entonada y bailada con gran algarabía (en mi participación con la OSEAyC de Tabasco en 2015, interpretaron “A Tabasco”, de Pepe del Rivero; esa que dice “ven, ven, ven; ven, ven, ven, vamos a Tabasco que Tabasco es un edén, ¡a Tabasco!”), mostrando el color y el sabor local sentidos con el espíritu en alto. Característica esta que ofrece un atinado cierre de programa en cualquier sede de la orquesta.

El tercer momento (aunque primero en el orden de ejecución de los tres referidos) tuvo un aliento particular. Un lindo coral, “Basta escuchar”, de Samuel Zyman, cantado a capella tanto por el coro como por los instrumentistas de la orquesta. Al final, cuando le agradecía la amable invitación al concierto y comentábamos el programa, con cierta intuición le digo a Esteban Moctezuma Barragán -presidente de Fundación Azteca y responsable y entusiasta mayor del programa de orquestas y coros-, “es como un himno”. “De hecho, ¡es el himno de Esperanza Azteca!”, me dice con ánimo. Me comenta algo sobre el origen y la naturaleza de la obra; posteriormente busco la información respectiva. Hablamos además sobre la capacidad y el mérito para haber preparado y montado el debut de la orquesta Zapopan en 8 meses. En lo particular me sorprendió el avance cualitativo de la sección de metales; sobresaliente. Como sobresaliente fue la dirección en el podio de Brenda Paoli Franco Chico; clara, precisa, rigor y vigor.

“Basta escuchar” es parte de Canto a la música, para orquesta sinfónica, 2 chelos y coro (aunque en youtube encontré versión para violín y chelo y otra, muy vigorosa, para marimba). Obra comisionada por Fundación Azteca a Syman y estrenada en enero de 2016 por los chelistas Carlos Prieto y Yo Yo Ma en la Sala Nezahualcóyotl, está estructurada por cuatro movimientos de melodías, armonías y ritmos agradables, fácilmente asequibles al oído y al gusto (el compositor mismo acepta la calificación que dice se le ha dado a su música: neorromántica), muy a propósito para el desarrollo de músicos jóvenes, tanto instrumentistas como coristas, que por lo que pude percibir sienten identidad con su interpretación.

El de Zapopan ha sido un evento agradable que ha cumplido con la suerte de rito que ha establecido la fundación y la orquesta para cada uno de sus debuts. Inauguraciones que buscan multiplicar a lo largo y ancho del país y aun internacionalmente, como es el caso de la orquesta The Bridge, en la frontera norte. Y es que como establecí en texto anterior, “la organización de la Orquesta Esperanza Azteca es una suerte de gran matriz musical de instrumentos y voces que alberga una ramificación que alcanza las 32 entidades del país y se expresa en alrededor de 90 orquestas sinfónicas y coros que dan cabida a cerca de 20 mil niños y jóvenes de entre 5 y 25 años de edad, atendidos y enseñados por más de 1300 maestros” (SDPnoticias; 05-01-18).

Como en ese mismo texto señalo, el de la OSEAyC es el modelo de programa que debiera de estimularse en el país independientemente del gobierno o los gobernantes, no sólo por las cualidades artísticas y musicales, también y sobre todo acaso por sus alcances sociales. En el contexto nacional de la urgente necesidad de crear oportunidades, posibilidades de desarrollo y esperanza para el futuro a los jóvenes, para no caer en el peligroso abismo que enfrenta el país desde hace lustros, este proyecto y otros similares se vuelven cruciales.

El escepticismo y la desilusión pueden albergar en el espíritu individual, pero no deben de llegar a ser sociales. Una sociedad sin futuro, sin horizonte, sin esperanza, está derrotada. No puede permitirse esto para un país que tiene gran potencial si tan solo sus gobernantes y sus instituciones hicieran lo que tienen obligación de hacer por el bien del país y la sociedad. Y me parece que México todavía tiene un amplio horizonte. Que así sea.

P.d. Y agradeciendo también la amabilidad de Ricardo Cerrillo, Israel Heres y Cecile Prieto, de Fundación Azteca, dejo aquí “Basta escuchar los acordes uno a uno”, en San Cristóbal de las Casas: