Mientras los ejércitos nacionalistas del general Francisco Franco conquistaban el último centímetro de la geografía española, se abría un nuevo capítulo en la historia de España y de México.  Tras la captura de Madrid en 1939 y el final de la guerra civil, la Segunda República Española exhalaba su último aliento.

La República llegaba a su fin después de ocho años de un legítimo ejercicio democrático. Tras el exilio del rey Alfonso XIII, una nueva clase política, heredera de la corrientes filosóficas europeas del siglo XIX, hacía sonar el Himno del Riego mientras anunciaba el advenimiento de una nueva era caracterizada por el amor a la libertad y el rechazo al autoritarismo y a los estamentos sociales. Las tertulias vespertinas del café Regina en Madrid serían representativas de la renovada vida intelectual de la capital española durante la tercer década del siglo XX.

La muerte de la República Española supuso el exilio de cientos de intelectuales que buscaron refugio del fascismo español, emulador de la Italia de Mussolini, y cuyo esfuerzo bélico había sido apoyado por las armas alemanas e italianas; episodio inmortalizado por Pablo Picasso en su Guernica.

El general Lázaro Cárdenas, fiel a la tradición revolucionaria y a los principios de 1917, e imbuido de un espíritu de solidaridad, ofreció asilo a los refugiados españoles, en un signo de hermandad entre dos regímenes amantes de la libertad y opuestos al totalitarismo que progresivamente se abría espacios en Europa. El gobierno mexicano, más tarde, refrendó su oposición al régimen franquista con la ruptura de relaciones diplomáticas y el desconocimiento del nuevo gobierno en Madrid. Tras la muerte del general Franco, y el advenimiento de la transición democrática, el gobierno de México se reconcilió con la nueva monarquía constitucional española.

Conviene recordar que el exilio español fue de naturaleza única en la historia de la emigración europea hacia el nuevo mundo. Aquélla de mediados y finales del siglo XIX contó principalmente con migrantes económicos que buscaban nuevas aventuras empresariales como consecuencia del empobrecimiento de la España decimonónica. Los refugiados de la guerra civil, en contraste, incluyeron entre sus filas a la más destacada pléyade de la intelectualidad española, quienes renovaron la vida cultural y democrática del México de la segunda mitad del siglo XX.  

Daniel Cosío Villegas, figura emblemática de la intelectualidad mexicana, impulsó la fundación de la Casa de España, con el propósito de ofrecer a los escritores republicanos del exilio un espacio de expresión y de continuación de sus trabajos en favor de las letras hispánicas y del periodismo. La Casa devendría el actual Colegio de México, institución de educación superior que pervive hoy como la catedral nacional de las ciencias sociales, y cuyos egresados sirven a México dentro del país y en el extranjero.

A este esfuerzo de renovación de la vida intelectual en México, abanderada por Cosío Villegas, Alfonso Reyes y los refugiados españoles, se sumarían celebérrimos escritores mexicanos como Martín Luis Guzmán, quien compartió los valores democráticos de la Segunda República.

 

México ha sido fiel a los valores democráticos abanderados por la República Española. El Ateneo Español de México es la institución que busca preservar el legado de la República y el recuerdo de la invaluable contribución de los exiliados españoles en la vida intelectual mexicana.

Al día de hoy, el Ateneo, sito en la calle de Hamburgo, en la Ciudad de México, representa un bastión de la herencia republicana. Su labor a lo largo de las décadas ha sido reconocida por ambos gobiernos. Pedro Sánchez, Presidente del Gobierno español, en su más reciente visita a nuestro país, acudió a la invitación realizada por la institución. El presidente López Obrador, por su parte, quien reivindica la figura del general Cárdenas en su ideología política, recibirá mañana, en Palacio Nacional, a representantes del Ateneo, en el marco de la celebración binacional de los 80 años del arribo de los refugiados españoles.

El exilio español en México estará por siempre indisociablemente ligado a la historia de nuestro país. León Felipe, Juan Larrea, Juan José Domenchina, Enrique Diaz-Cañedo, Manuel Altolaguirre, Ernestina de Champourcin, Rafael Alberti, Pedro Salinas, Joaquín Xirau y Cipriano Rivas Cheriff, entre tantos otros, vivieron el destierro mexicano e imprimieron en sus obras el cariño hacia la nación que les acogió y su eterno agradecimiento hacia su querido Méjico.