Para Sergio Zurita

No hablaré de la obra de Dylan, de la que nada conozco, nunca hablo de aquello que no conozco, siempre asumo mi ignorancia sobre los temas que no domino y es el caso de la poesía (que así definió el comité que le dio el Nobel) y la música del señor Bob Dylan.

Insólito quizá, para una persona de mi generación que se supone contemporiza con la música y letras de Dylan, los Beatles o los Rolling Stones; raro pero no en mi caso; mis amigos quinceañeros y yo disfrutamos y debatimos por allá en 1975, sobre las interpretaciones, de Gran Música, de Wilhen Furtwängler, Herber von Karajan, Sergiu Celibidache, Leonard Bernstein, Nikolaus Harnoncour o Leopold Stokowski entre otros.

Antes que ver al mundo del rock and roll, nuestros sentidos se trastocaban con la experiencia estética y la sublimación que producen las obras de Vivaldi, Scarlatti, Bach, Mozart, Beethoven, Rossini, Schumann, Brahms, Wagner, Verdi, Puccini, Mahler, Schönberg, Bartók, Stockhausen, Bulez, Chávez y otros grandes músicos de la Música Arte y por supuesto con los textos de Dante, Boccaccio, Petrarca, Tirso de Molina, Cervantes, Góngora, Quevedo, Balzac, Dumas, Jack London, Wilde, Salgari, Mann, Dostoievski, Tolstói, Kafka, Víctor Hugo, Asimov, Solzhenitssyn, Payno, Rulfo, Arreola, Borges y otros.

Bien para Dylan por el premio Nobel de literatura, bien porque muchos tendremos que ir a la lectura de los textos y al sentido profundo de su música (quizá); pero el reto es más que mayúsculo, se trata de transitar a las ligas mayores. No sólo es un premio más, es el premio de premios (en la ciencia, el arte y la paz). Reconocido por todos como la cumbre, el Nobel no se refiere a la simple literatura sino a la Alta Literatura, la que obliga al conocimiento profundo del lenguaje. Espero, que el premio a Dylan y el argumento por el cual se lo otorgaron, que camina hasta Homero, sea una forma de reivindicar a todos aquellos grandes poetas y músicos que en el pasado y en el presente ha ignorado la Academia.

Después de Tristán la música y la poesía en la música cambiaron para siempre. Richard Wagner (poeta, ensayista, dramaturgo y músico) murió en Venecia el  13 de febrero de 1883, doce años antes de instituirse el premio Nobel, sin duda la Academia deberá reconocer la gran deuda que tiene frente a la obra poética, dramatúrgica y ensayística de Wagner. Así como la deuda a Arnold Schönberg que en su faceta de escritor y músico nos entregó esa gran obra que es Moisés y Arón, su ópera en dos actos; o a Alban Berg por su Lulú, de la cual escribió el libreto y compuso la música al igual que su Wozzeck; y que no decir de Oliver Messiaen con su ópera San Francisco de Asís; o Stockhausen con su ciclo de siete óperas: Lich: dis Tage der Woche que contiene 29 horas de música.

Muy alto, si muy alto, tendrá que caminar Dylan entre los grandes, grandes, que dominan el arte del buen escribir y el dominio de los sonidos en la transformación de las formas a la que obliga la técnica hecha sublimación.

Si, así como Mahler le dio sentido musical a la más musical de las expresiones literarias, la Poesía:

“Las nieblas otoñales ondean, azules, sobre el mar

toda la hierba se cubre de escarcha;

se diría que un artista ha extendido polvo de jade

sobre las delicadas flores”

Fragmento de La canción de la Tierra.