Ochoa
Enrique Ochoa, dirigente nacional del PRI, cometió un error. Quiso ser ingenioso en el debate político y lo único que logró fue que lo lincharan en las redes sociales los simpatizantes del partido, Morena, al que quiso criticar.
Llamó Ochoa “prietos” a los morenos, lo acusaron de racista —una acusación que no venía mucho al caso, de plano—, el priista se arrepintió y se disculpó.
No resultó suficiente la disculpa de Enrique Ochoa: continúan los insultos en su contra por su mal chiste.
Creo que, ni hablar, Ochoa pasó rápidamente de victimario a víctima. Quizá lastimó a algunas personas al utilizar una palabra, “prieto”, que todos usamos bastante. Pero la disculpa debió haber sido suficiente para olvidar el agravio.
El problema es que, indignados como siempre —y como siempre sin medir las consecuencias éticas de lo que hacen— los puros del Twitter no han parado de ofender a Ochoa. No tiene remedio. Así son los intachables de las redes.
AMLO
Otro que se equivocó fue Andrés Manuel López Obrador. Olvidó que, a veces, los políticos no tienen derecho pleno a la libertad de expresión.
Especialmente las cosas se les complican cuando son candidatos. Así que, en la temporada de buscar votos, lo que mejor que pueden hacer los aspirantes a los cargos de elección popular es callar ante las criticas. Es indigno que lo hagan, pero también lo más conveniente para ellos.
Andrés Manuel no recordó que, en su actual posición, le perjudica caer en provocaciones.
Recientemente, Andrés respondió a la crítica de un analista de los periódicos. Sin violar la ley y sin amenazar con censurar a nadie cuando llegue, como es probable, a la Presidencia de México, simplemente dijo que lo critican los conservadores de la mafia del poder.
A una crítica respondió con otra. ¿No es lo esperado en un sano debate democrático? Pues no, a juzgar por la reacción de tanto escandalizado.
Después de la respuesta de AMLO, otros escritores se le echaron encima. Como no es dejado, Andrés volvió a olvidar que un candidato no debe meterse en tales polémicas. Así, replicó. Y peor le fue.
Para que dejaran de darle lata los que vieron en ello, equivocadamente, un anuncio de que se acabará la libertad de expresión cuando Andrés gobierne —una tontería de ese tamaño es propaganda contra el tabasqueño, de plano—, el candidato de Morena se disculpó.
Pero, carajo, sus disculpas no gustaron a algunos periodistas, como Francisco Garfias, de Excélsior.
Según Pancho, “en la disculpa —que no fue—, el tabasqueño hundió el dedo en la herida al señalar que no se equivocó al responder a las consideraciones negativas que sobre él vertieron los dos citados pensadores. ‘Me llamaron oportunista, mesiánico, autoritario’, recordó”.
En realidad, Andrés sí se equivocó al responder, pero no por ejercer su derecho a la libertad de expresión, sino porque todo lo que él dice lo usan en su contra los inquisidores de los medios de comunicación y las redes sociales de internet.
Críticas sin potencia
Lo más sorprendente es que los críticos que linchan a los políticos, a pesar de su número, no tienen al parecer ninguna fuerza.
A pesar de tantas críticas, AMLO sigue siendo el gran líder en las encuestas. Y Enrique Ochoa, digamos la verdad, es el líder priista que recuperó para su partido el camino de la victoria el año pasado y que, en 2018, si su plan se cumple punto por punto, llevará a José Antonio Meade, si este consolida su segunda posición en los estudios demoscópicos, a retar a AMLO basado con el voto útil del panismo que tendrá que decidir entre seguir con un candidato que no encuentra la ruta del crecimiento, Ricardo Anaya, o bien entregar su apoyo a Morena o al PRI.