Uno de los argumentos constantes de López Obrador para oponerse tanto a la privatización petrolera como para favorecer la construcción de 3 refinerías y así prolongar la cadena de producción en beneficio de México, ha sido que vender el crudo y comprar gasolina a Estados Unidos es como vender naranjas para después comprar jugo de naranja.
Vender las redondas y bellas naranjas con todo y cáscara para comprar de vuelta los cuadrados o cilíndricos empaques de jugo de naranja. Es decir, un absurdo, pero más caro.
Según Enrique Galván Ochoa, de La Jornada, los conductores gringos están felices (y lo he comprobado con algunos amigos), pues como consecuencia de la caída de los precios del petróleo, andan pagando en promedio como 8 pesos por litro de gasolina (mientras aquí los choferes son patriotas, no se quejan y pagan al menos 5 pesos de más). Sin embargo, quienes están en problemas y con crisis a la puerta son las compañías gringas que han empezado a recortar personal, pues no se ve salida este año a los reducidos precios del crudo. Pues en un proceso simultáneo, crece históricamente su producción y caen históricamente también los precios.
La ley gringa ha considerado al hidrocarburo como estratégico y por tanto prohibida su venta al extranjero excepto en condiciones muy particulares (qué peculiar nacionalismo). Y resulta que Barack Obama ha encontrado una pequeña manera de ayudar a estas compañías y a sus connacionales: en otro giro histórico, ¡venderá crudo a México! (y a Canadá, Suiza, Singapur y China).
Obama ha ?sugerido? (impuesto) esta venta a Peña Nieto. Es uno de los resultados prácticos del viaje a Washington: 100 mil barriles diarios se venderán a México; ¡México los comprará! (letanía a la antigua, véase La visión de los vencidos, de Miguel León Portilla). Es casi un estremecimiento semejante al sufrido cuando los mexicanos se enteraron de que ya no eran autosuficientes en la producción de maíz y lo comprarían, ¡a los gringos! ¡Maíz gringo para los tamales y tortillas!
Siempre se han quejado muchos mexicanos porque sus gobiernos no deberían de vender el crudo sin procesar. Que debieran construirse más refinerías. Los gobiernos neoliberales, con marcado acento de Fox a Peña, se empeñaron en lo contrario: no construir pero sí desmantelar. La última propuesta demagógica de Felipe Calderón fue la construcción de una refinería en Tula, Hidalgo: cancelada hoy, después de haber ?invertido? muchos millones (curiosamente, en este principio de año Peña ha anunciado que se invertirán 10 mil millones de dólares en la ?reconfiguración? de la refinería de Salina Cruz, Oaxaca).
Aunque se detectan avances del negocio desde agosto pasado por parte de Lozoya Austin, con el anuncio hecho por la secretaria de comercio estadunidense, Penny Pritzker, se concreta otro logro histórico de Peña después de haber modificado la Constitución para permitir que vengan las compañías trasnacionales y puedan llevarse hasta un 60% del producto obtenido: Comprar crudo. Un negocio de no pocos penny-s (con todo y que digan que este petróleo es más ligero y es el ?ideal? para las refinerías mexicanas; pregunta Galván, ¿por qué no licitaron la compra internacionalmente?).
Si antes, como mal negocio, se vendían las naranjas y se compraba el jugo, ahora las compañías vendrán directamente por las naranjas. Y en un gran giro estratégico e histórico, los gringos podrían vendernos de vuelta ya no el jugo (o no solamente), sino las propias naranjas mexicanas sin procesar más que al nivel de los precios y con etiqueta. Ahora, el petróleo mexicano, 100 mil barriles diarios, podría ser, de vuelta, ya gringo. Carcajada histórica.
Es como la perspectiva de lo idiota: los gringos se lo llevarán crudo y crudo lo compraremos de nuevo. ¡Toma tu juguito de naranja!