Las trampas de los encuestadores
Cambiaron de profesión. Trocaron su misión y mudaron su estrategia. Dejaron de medir de forma objetiva, y la tarea se convirtió en engañar, en maquillar, en disfrazar, en servir al mejor postor; usar y abusar de agendas propias o del cliente en turno para sembrar visiones a modo. Todo para hacer valer intereses previamente determinados. Han permutado de ser informantes a ser influenciadores, y no siempre solo persiguiendo fines económicos. Manipular a las masas significa, para la gente y los medios que están detrás de las encuestas, incrementar su poder.
Algunos expertos del ámbito lo señalan, pero pocos espacios y comentaristas de los medios de comunicación —que son los que realmente tienen una capacidad de alcance y penetración en la sociedad— hacen el esfuerzo público de debatir al respecto. Ciro Gómez Leyva es una de esas raras excepciones. Sin agenda y con integridad ha planteado las dudas que florecen en torno a las encuestas. Estudia levantamientos, resultados, metodologías, méritos (y fallas) de cada una de ellas.
Este texto sostiene que, constantemente, las casas encuestadoras y los candidatos que las patrocinan, operan el guión de las trampas de credibilidad de las encuestas con absoluta intencionalidad. Esto es, juegan —junto con los algunos actores que las publican y/o financian— a generar credibilidad donde no la hay y dinamitar aquéllas razones que sí la sustentan. La estrategia de los encuestadores es “mentir”. No es la primera vez que esto sucede, pero ahora se ve de forma más contundente, recurrente y sintomática.
La primera de las trampas: presentan como completa y definitoria una pasarela de máscaras que es parcial y momentánea. Juegan con nuestra curiosidad, que se torna en atención; dicha atención se convierte en percepción y ésta en parcial o total sumisión a los destellos de sus números.Vemos una fotografía, pero logran hacernos creer que estamos disfrutando de la película completa.
Segunda trampa: cucharean y estilizan el antifaz al gusto del que loordena. ¿Cómo? Jugando con el número de indecisos; manipulando márgenes de ventaja o desventaja; desestimando la tasa de rechazo;ampliando o reduciendo a contentillo los márgenes de error; despreciando o de plano excluyendo la votación que se registra en favor de los independientes (mismos que, sin posibilidad de ganar la elección, si harán “ruido” lo cual se trocará en cambios en los porcentajes de votación).
Tercera trampa: fabrican el disfraz con satín, pero, para despistar, lo cobran como si fuera de seda. El caso de las casas encuestadoras que no informan de su conflicto de interés al atender a candidatos —partidos— en particular y al mismo tiempo a ciertos medios de comunicación.
Cuarta trampa: tienen intencionalidad y dedicatoria; llevan el sello de la percha. Específicamente buscan influir en “el voto de miedo” y en “el voto indeciso”, para hundir a algún candidato en el voto y, de paso, dar uno que otro golpe a uno que otro contendiente restante. Naturalmente, hay propósitos políticos más obvios que otros; pero es un hecho que entre más poder político tengan “las cabezas” detrás de los alquimistas, más evidente y burda es la “operación”.
La sumatoria de lo anterior, logra un resultado perverso, sumamente nefasto, que tiene como efecto abonar a un posible conflicto poselectoral. Y es que, ¿cuál de los candidatos creerá a la hora de la hora que no iba cerrando la brecha, si todo lo que se le decía era en ese sentido? ¿Quetermina en último lugar, cuando las encuestas le auguraban una segunda posición? ¿Que los resultados que las encuestas “dictan” hoy no se verán afectados por descuidos o tropiezos de los contendientes? ¿Que el voto “insignificante” de algún independiente resultó ser determinante? ¿Que la diferencia entre el vencedor y su contrincante inmediato resultó ser muy menor a la anunciada?
Retorcido, también, pues orilla a todos los candidatos —salvo el favorecido en la encuesta en cuestión, claro está— a una disyuntiva: o empiezan a inundar a billetazos a las casas encuestadoras, como hacen “por turnos” la mayoríade los partidos y equipos de campaña, o trabajan en estrategias alternas para reducir el peso específico que tienen las encuestas en la percepción general del electorado. Obviamente, esto segundo no es imposible, pero sí sumamente complicado.
Algunos dejavús
En síntesis: las encuestas son publicidad pagada. Desgraciadamente, tendemos a olvidarlo. Pero ejemplos sobran.
¿Qué tal la encuesta del Reforma de marzo de 2012? El diario “alegró” a la izquierda de sobremanera. Para junio, a dos semanas de la elección, desinfló los ánimos de los simpatizantes de AMLO. Finalmente, impugnados (si bien no al grado que en 2006), los resultados le dieron la victoria a EPN con 4% de ventaja. Los mismo con las posteriores, la de Medina vs. Elizondo; la del Bronco vs. Ivonne.
Pero esto no es propio ni de ciertas casas encuestadoras, ni de ciertos medios informativos. Resulta ya bastante generalizado. ¿O es que tan pronto se nos olvidaron las encuestas que predecían la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea, con su consabida derrota “Brexit”? ¿O las que aseguraban la victoria de Hilary Clinton en los EEUU este pasado 2017? ¿O aquellas que apuntaban a Labastida y Madrazo como posibles ganadores en anteriores elecciones federales en este país? En el 2017, las encuestas en Chile, auguraban una elección muy cerrada, la realidad fue otra, Piñeira fue ganador por más de 9 puntos de ventaja. También el año pasado en Alemania y Francia donde los resultados fueron disímbolos a los que predecían las encuestas. Y así, un largo etcétera, que igual abarca a México como otras latitudes.
¡Fuera máscaras!
Ésta sigue siendo una contienda de tercios. ¡Faltan 135 días para los comicios federales! Y, encima, NOTICIÓN: para bien o para mal, absurdo o no, ¡las campañas no han comenzado! Así que si algo está dicho es que nada está dicho. La competencia bien podría ser muy cerrada en su última etapa…
Las casas encuestadoras no solo les cobran a sus clientes encuestas cuchareadas –si bien, la mayoría de las veces, claro está, previo consentimiento de los segundos. Más importante, “venden” a los electores un carnaval de percepciones intencionalmente tergiversado.
Habrá que insistir y “machacar” hasta desenmascarar: es imprescindible un análisis serio, certero, del récord de bateo de las casas encuestadoras. No se ha elaborado integralmente; las parcialidades no se han hecho públicas. Razones sobran, como ustedes comprenderán… Y de este examen derivar una serie de “infografías” que nos sirvan a modo de recordación, de espuela y de acicate de las trampas que insisten en propinarnos a nosotros, electores de a pie, mediante ejercicios demoscópicos. Las fake news no sólo afectan a nuestro vecino del Norte; en México las consumimos vía encuestas. Entender y dilucidar que las encuestas se han convertido en un carnaval de números (económicos y cuchareados) nos permitirá vislumbrar los intereses detrás de las mismas.
Antes, los disfraces y caretas sólo las usaban los candidatos y partidos. Hoydescubrimos que, aquellos quienes nos daban los datos serios de la intención del voto, han dejado de ser autoridad en su rubro y han preferido ponerse una careta.