Pocos presidentes en el mundo pueden llenar las plazas principales de sus países sin disturbios generalizados como lo puede hacer Andrés Manuel López Obrador en México.
Eso es prácticamente imposible al sur del continente. Pensemos en Chile, que hasta hace unas semanas su presidente presumía a la prensa económica especializada internacional que su gobierno mantenía una sólida estabilidad económica y social, pero a las pocas horas de esa declaración y el anuncio del alza en las tarifas del metro hizo estallar las protestas que siguen convulsionando al país con la exigencia de renuncia del mandatario.
Diversos países de América del Sur viven conflictos por diferentes razones. En Bolivia fue el fraude electoral que hizo dimitir a Evo Morales quien se refugió en México; en Colombia y en Honduras fueron las reformas económicas, con el agravante en el país centroamericano que la reelección del presidente está marcada también por el fraude.
Aunque en Brasil y Argentina la economía también ha desatado las molestias, es la operación, o más bien, la falta de operación política y, en todo caso, la parcialidad en su aplicación lo que ha convulsionado al subcontinente desde el Río Bravo a la Patagonia.
En México, este domingo, con la conmemoración del primer año del gobierno de Andrés Manuel López Obrador vimos una relación social que transita en sentidos opuestos.
Por un lado, transita la solicitud de “un año más” para poder instaurar “las bases de la nueva patria” que se construye con la lista de beneficios para los mexicanos más pobres. En sentido contrario se hizo visible un amplio sector de la población que exigió resultados y seguridad.
Ambos mostraron que en este primer año destacadamente se han reforzado promesas políticas, muchas sin cumplir. Jolgorio y decepción.
Desde el centro político del país no se abrió la propuesta en favor de un punto de encuentro ni se consideraron las coincidencias para construir en unidad las prioridades que son comunes para los ciudadanos, con los matices que muchos desean pero que pocos, especialmente desde el poder, admiten.
El punto de partida debe ser la seguridad y como alcanzarla en el tiempo más breve y con auténtica responsabilidad social, política y económica; sin matices, ni prejuicios.
A partir de lo observado a lo largo del domingo y a partir de la petición de que se otorgue “un año más” al nuevo régimen, sería muy oportuno que el gobierno emprendiera, desde la base de la humildad, un concepto de racionalidad, más allá de las ideas subjetivas e individualistas del cambio o la diferencia con otros para construir, con las necesidades de los diversos sectores sociales y de sus regiones, un paradigma participativo y moderno de unidad nacional capaz de dar respuesta a las necesidades de la sociedad en general, sin exclusivismos.
En esa tarea, los medios de comunicación deberían ser comprometidos a asumir su responsabilidad histórica y política en beneficio de la sociedad y en favor de la pluralidad.
De lo visto y escuchado durante la marcha y el mitin presidencial en el Zócalo de la capital del país sobresale la percepción de las partes por mostrar, más allá del desahogo, que alguien se ha apoderado de un poder otorgado por otro, con lo que para la mayoría la política está totalmente corrompida, y por tanto el poder.
Cuando el gobernante pide tiempo para dar resultados lo que hace es advertir que va a construir una nueva realidad, distinta de la que se convino durante la campaña política y por la cual alcanzó una votación arrolladora.
Lo que para algunos resulta indiferente o pasa inadvertido, para muchos y para las leyes constituye impunidad. Por eso es indispensable y urgente promover la construcción de un paradigma participativo que, en una acción comunicativa alejada de ideas subjetivas e individualistas, abra espacio para todos los ciudadanos, sin distinciones.
Con la convivencia de las opiniones basadas en argumentos, las ideas fluyen, los conceptos se desarrollan, se intercambian, se logran acuerdos y cuando prevalece el respeto, esa convivencia se fortalece.
De eso se trata la democracia y para eso sirve la comunicación
Y con eso la seguridad y el crecimiento, por decir lo esencial.