La interacción y el trabajo conjunto, armónico, coordinado entre ambas esferas, la pública personificada por los políticos y la privada, personificada por los empresarios, es inevitable si se desea crecimiento económico con desarrollo social, que mejore los índices y eleve la calidad de vida de la población, genere riqueza, constituya nuevas empresas y fortalezca las existentes, atrayendo inversión, generando empleos, producción e ingresos, en un marco de respeto a las diferencias.
En México, la clase empresarial surge como consecuencia del gobierno revolucionario que había cooptado a todos los sectores sociales, a través de estructuras corporativas. La ruptura de los empresarios con el sistema hegemónico priísta se produjo en 1982 tras la estatización bancaria del Gobierno del Presidente José López Portillo, acto que provocó el distanciamiento del empresariado con el gobierno federal, teniendo como antecedente la creación del Consejo Coordinador Empresarial que desde 1976 opuso crítica y distancia a la política izquierdista del Presidente Luís Echeverría.
En el año 2000 con la llegada del Partido Acción Nacional (PAN) a la presidencia de México, el empresariado pensó que estarían apoyados por un gobierno que quitara las trabas burocráticas y deshiciera los nidos del poder sindical creadas por los trabajadores. La cálida relación de empresarios y panistas aceleró la reforma laboral en detrimento de la protección social que el estado mexicano le brindaba a los trabajadores, pero con límites suficientes como para no entregar la nación a los ricos, cuyo resultado fue el desencanto del empresariado por la política, anudado a un nivel creciente de corrupción y tráfico de influencias que no ha logrado ser corregido.
Son dos mundos diferentes, llenos de contrastes. Uno persigue el afán de lucro; el otro, otorgar servicio y atender necesidades colectivas. Hay grandes zonas de interacción que necesitan armonizarse para que ambos mundos produzcan bienestar social. No se trata de que uno vigile al otro: se trata de que se comprenda que uno puede ayudar al otro y viceversa. Ser complementarios, no ser paralelos. Interactuar con cercanía, no distanciarse de manera egoísta e irresponsable.
Sin embargo, hay una situación que en tiempos electorales comienza a generar lesiones al tejido de los partidos políticos, de por sí ya muy disminuidos en su convocatoria y capacidad de conducción social. Debido al encarecimiento innegable de la política, donde el acceso a los medios de comunicación tradicionales, el costo escalando a cifras innombrables bajo la mesa, pese a los esfuerzos institucionales por fijar topes de campaña y monitorear el gasto que son una verdadera burla para la democracia y la cerrazón de los grupos hegemónicos de cada partido, para impedir que nuevos perfiles irrumpan y los desplacen del control y de los privilegios del poder, hace inaccesible el recorrido de conquista del poder para quienes aspiran a emerger como líderes o aspirantes al poder.
Los empresarios, tienen poder económico para romper trabas y acceder en situación privilegiada a medios, círculos sociales y tramas del poder, donde sus recursos son apreciados y requeridos para impulsar candidaturas y consolidar proyectos, esperando recompensa, beneficios, contratos, ser parte del reparto de las mieles del poder. Ante la crisis de los partidos políticos, aumenta la tentación de participar, lucir, subirse a las alfombras y desfilar en las pasarelas, no como apoyadores, sino como figuras políticas. La llave del ego al aparecer en propaganda electoral y figurar, envueltos en un diferenciador social, que los hace soñar: no sólo soy rico. Soy poderoso.
Reconociendo que existen múltiples ejemplos de casos de éxito en los cuales se logró armonizar ambos mundos, la verdad es que en las primeras décadas del siglo XXI, la incursión de empresarios a la política ha dejado saldos rojos. Cabe citar que hay anomalías severas, tales como el subejercicio del gasto público, el pago selectivo a quienes se alinean con el gobernante, la aparición de programas de gobierno que se convierten en jugosas áreas de oportunidad para pago de favores que acaban volviéndose socios. Las actividades de los hombres de negocios en México viven una transformación de los usos y costumbres, que van desde apostar a varios o a todos los candidatos de diversos colores e ideas, para no fallar y comprar un lugar en el futuro.
Casos de privatizaciones, concesión de servicios públicos, contratos de proveeduría, obras de infraestructura, trámites más agiles, concesiones, claves para otorgar créditos con descuento a burócratas, licencias y todo aquel proceso regulado o que dependa del gobierno, son las zanahorias que muchos empresarios y políticos han intercambiado durante muchos años y que han marcado la incursión de los empresarios en la política mexicana.
Los empresarios de Jalisco, han logrado permear e incluso dirigir organismos nacionales desde hace 3 décadas. A nivel local, su influencia es notoria: figuran en consejos consultivos, en consejos de administración, juntas de gobierno, comités de adquisiciones de los gobiernos del estado, municipales y organismos públicos descentralizados, que logran meter los dedos a la puerta de la esfera política obteniendo privilegios y un rol relevante en la toma de decisiones importantes.
En el estado de Jalisco, 3 Casos de incursiones privadas en la política se destacan por su actualidad y posible trascendencia social:
1.-Carlos Lomelí, reciente encumbrado empresario farmacéutico que inició su bonanza vendiéndole medicamentos a los gobiernos emanados del PRD como el Distrito Federal, Michoacán y Baja California Sur entre otros, que después de haber financiado por muchos años las campañas infructuosas de López Obrador, aparecerá en las boletas como candidato a Gobernador por Morena, a pesar de tener severos cuestionamientos acerca de su forma de hacer negocios y una precaria reputación empresarial.
2.- Miguel Zárate Hernández, ex presidente de la Cámara de la Construcción, tristemente célebre por haber perdido una elección interna contra Alberto Cárdenas Jiménez, a quien algunos panistas “le deben” el apoyo para hacerlo candidato a Presidente Municipal de Guadalajara por el PAN sin mérito político, militancia efectiva, arraigo ni formación política alguna, que lo muestran como un voraz oportunista que apalearía a los militantes de dicho partido, convirtiéndose en un candidato de salva para no entorpecer acuerdos nacionales de Ricardo Anaya con Enrique Alfaro de tener candidatos a modo.
3.- Pablo Lemus Navarro, actual Presidente Municipal de Zapopan, que impulsado por miembros de la COPARMEX encabezados por Juan José Frangie, empresario hábil en obtener prebendas políticas y dudosa ética, hoy por hoy busca la reelección por el partido Movimiento Ciudadano para defender el nicho de negocios que ha venido edificando, que lo pone en el ojo del huracán por irregularidades con los anuncios espectaculares y las luminarias del municipio, donde hay millones de pesos que favorecen a amigos leales y son asignados discrecionalmente de manera “selectiva”.
Son tiempos de cambio pero no solamente para los políticos. El soborno, los desvíos de fondos públicos, el tráfico de influencias, el abuso de funciones, el enriquecimiento ilícito y oculto, la colusión, la obstrucción de la justicia, el uso ilegal de información confidencial o falsa, el nepotismo y la conspiración para cometer actos corruptos deben erradicarse. La corrupción abraza a los empresarios tanto o más que a los políticos.
Nada garantiza que un empresario o ejecutivo tenga las habilidades o competencias de un político. Tampoco hay garantía que un político pueda ser un empresario exitoso. ¿Qué será peor? ¿Los políticos que quieren volverse empresarios tras capitalizarse en el gobierno o los empresarios que quieren volverse políticos para beneficiarse y obtener ventajas con el gran poder de compra del gobierno, anhelando tener para su uso personal sus ventajas y privilegios?
Juzgue usted.