Coincido con don Jesús Silva-Herzog Márquez cuando afirma que el modelo educativo “no es el descubrimiento del fuego, pero refleja una ambición que hace décadas no se percibía en la educación mexicana”, si consideramos a la ambición más una virtud –posibilidad- que un defecto –limitación-.

La aclaración es válida porque como afirma el proverbio chino:  “Cuando el sabio señala la luna, el tonto mira al dedo”. El modelo educativo es factible, pero implica un esfuerzo sostenido para que los maestros mexicanos superen el paradigma educativo en el que la mayoría fue formado -memorización, calificaciones como forma de control, pruebas estandarizadas, rol del profesor, énfasis en la enseñanza, entre otros- por otro que les permita aprender y desaprender –como afirma Alvin Toffler-, a la par de sus alumnos y al ritmo y velocidad de los tiempos que corren.

Entonces, el sabio del que habla el proverbio es aquel que vislumbra a los maestros como piezas clave en la construcción de la solución del problema, mientras el necio insiste en seguir considerándolos como un obstáculo insalvable para la mejora de la calidad educativa.

Hoy más que nunca, urge retomar la figura del docente intelectual –autodidacta, creativo, analítico- que propone Henry Giroux para que la verdadera reforma educativa del sexenio –con todas sus posibilidades- pueda ser aterrizada en las aulas de nuestro país.

Sin embargo, el tipo de profesional docente que propone Giroux, contradice en parte el planteamiento de la Ley General del Servicio Profesional Docente en materia de evaluación, pues nadie es idóneo sólo por haber acreditado un examen, dado que esa certificación tiene más que ver con cualidades que son difíciles de medir y que hacen la verdadera diferencia en materia de calidad educativa : “Una mala persona no llega nunca a ser un buen profesional”, afirmó Howard Gardner, el padre de las inteligencias múltiples.

En 2016, Benedetti y Schettino[1] elaboraron la tesis “Entrando en las aulas mexicanas: Mejorar las habilidades de los profesores para impulsar el aprendizaje” que pone el reflector en los docentes que tratan a los niños con respeto y no permiten ninguna forma de agresión o acoso escolar en su clase y al mismo tiempo, promueven la libre expresión e intercambio de ideas, entre otras formas de trabajo denominadas soft skills de los maestros, como el factor clave en la mejora de los aprendizajes.

El objetivo primigenio de la tesis de estas autoras, fue identificar los factores que tenían mayor correlación con la calidad educativa –medida a través de los resultados de ENLACE 2013- a nivel primaria.

Los resultados fueron reveladores. Ellas encontraron que casi la mitad de la variación de los resultados de ENLACE en escuelas públicas provenía de las escuelas y los salones de clase 41%, en comparación con 11% que venía de las características socioeconómicas de los niños y 20% que se explicaba por la localidad.

En el caso de las escuelas privadas, el 28% de la variación de los resultados de ENLACE viene de las escuelas y los salones de clases, el 16% de las  características socioeconómicas de los niños y el 8% de las localidades

Entonces, dado que la escuela y el salón de clases son los factores que más explicaban la variación en los resultados, las autoras quisieron identificar qué características de la escuela y del salón de clases eran los que más la explicaban, si era la infraestructura de las escuelas, los inputs educativos (computadoras, libros, etc.), las hard skills de los profesores (nivel educativo, capacitación continua, etc.) o si eran las soft skills antes mencionadas.

Benedetti y Schettino, encontraron que el factor que tiene mayor correlación con los resultados de ENLACE 2013 son las soft skills de los maestros. Tener un docente con mejores soft skills está asociado con 22 puntos más en el examen. De hecho esta diferencia de puntos casi compensa la diferencia entre los alumnos de los hogares más ricos y los más pobres, y reduce a la mitad la brecha entre estudiar en una escuela privada y una pública. Casi nada.

Churchill estaría de acuerdo: “las actitudes son más importantes que las aptitudes, porque las primeras son esas pequeñas cosas que marcan grandes diferencias” solía decir.

En el nuevo modelo educativo, ningún docente puede enseñar lo que no ha podido construir para sí mismo. Si hablamos de la formación de ciudadanos críticos, analíticos y creativos, conscientes del papel que juega el voto para promover el bien común, tendríamos que comenzar a educar en y para la democracia, dejando de lado el “cállate”, “siéntate” y “porque lo digo yo” y este nuevo paradigma tiene implicaciones no solamente en la escuela, sino en la vida diaria.

Sin embargo, el estudio de Benedetti y Schettino nos devuelve el optimismo, porque más allá del contexto político en el que se echa a andar el modelo, las autoras ponen el énfasis en la tutoría y la capacitación –con determinadas características-, como una propuesta válida y concreta para la mejora de las soft skills de los docentes y por ende, el aprendizaje en los salones de clase.

[1] Benedetti, F. and Schettino, C. (2016). Getting inside mexican classrooms: Improving teachers´soft skills to boost learning. Master of public administration in international development. John F. Kennedy school of government, Harvard University.